Alc¨¢ntara 88
El maestro Manuel Alc¨¢ntara cumple a?os invitando a 'dry martinis'
¡°Escribir en los peri¨®dicos es vender el cerebro a cucharadas¡±, dice Manuel Alc¨¢ntara. Cumple 88 a?os y se rodea del gent¨ªo, de la ¡°chusmer¨ªa¡± seg¨²n Ana Romero, que aprendi¨® la palabra siendo corresponsal de monarqu¨ªas europeas. Hemos venido a homenajear al maestro, y el maestro invita a su bebida, el dry martini,en una de esas barras que ahora ponen las marcas en bautizos y funerales. De Alc¨¢ntara va quedando cada vez menos, como un suicida a plazos. Y sin embargo en el Pimpi de M¨¢laga, donde todo el mundo se vuelve loco con los maestros del toreo y la poes¨ªa, y a Hughes y a m¨ª nos sigue poniendo Terelu como el primer d¨ªa, el poeta mueve el bigote como un felino y pregunta d¨®nde est¨¢ la camarera para sentar c¨¢tedra con tres movimientos de elegancia aprendidos de uno de esos boxeadores que nacen y mueren antes de existir.
Cuando est¨¢ sentado, alguien le pregunta si ha hecho algo por la posteridad.
¡ª?Y qu¨¦ ha hecho ella por m¨ª?
Lo rodean en la mesa Emilia Landaluce y Rosa Belmonte. Belmonte le recita al micr¨®fono su columna Alc¨¢ntara 88. Emilia, tras mirar a los integrantes de la mesa y posar su mirada en Alc¨¢ntara, s¨®lo dice: ¡°Viva Espa?a¡±. Hay uno de esos silencios inc¨®modos con los que Uma Thurman se enamorar¨ªa de un sicario adicto a drogas equivocadas. Entonces alguien aplaude, a Alc¨¢ntara y a la vida en general, que se aproxima como el farol de un sereno. En ese momento, tan viejo, tan hecho del pasado Alc¨¢ntara, con tantos amigos atr¨¢s y tanta vida recogi¨¦ndose como el ovillo de lana de una pel¨ªcula de miedo, yo ya s¨®lo pod¨ªa pensar en la frase de Julio Iglesias, que es una frase a la que abrazarse antes de morir: ¡°La vida ha sido generos¨ªsima conmigo y la luz me ha dado en los ojos como a los conejos en la carretera¡±.
Cuando le toc¨® decir algo, Alc¨¢ntara (¡°de Umbral han salido umbralillos y de Alc¨¢ntara alcantarillas¡±, se dec¨ªa) recuerda sobre la vida lo que dijo el escoc¨¦s que se cas¨® con una mujer que ten¨ªa diez hijos: ¡°A m¨ª aqu¨ª ya me queda poco por hacer¡±.
El maestro cuenta que se rodea de amigos cada vez m¨¢s exigentes. ¡°Estar sin ellos es como estar en la selva¡±, dice. Anda flaco, se le amarillean a ratos el bigote y los ojos. Sigue la dieta de columna diaria en los peri¨®dicos de Vocento, y se le ha empezado a ir el cuerpo salvo el h¨ªgado y el cerebro; con el primero piensa, con el segundo ordena. Da envidia verlo frente al mar y bajo el sol con su felicidad de marca, su cuerpo infantil hasta la orilla.
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