Pol¨ªtica-ficci¨®n
Desconcierto por una columna que daba por cierta la dimisi¨®n de Rajoy. Algunas precisiones sobre los art¨ªculos de opini¨®n
El titular del art¨ªculo era de los que no pasan desapercibidos: ?Por qu¨¦ renunci¨® Rajoy?Asum¨ªa un hecho perfectamente posible, pero el 20 de enero, cuando se public¨® en la p¨¢gina 2, era pura fabulaci¨®n. El texto daba por cierta la dimisi¨®n de Mariano Rajoy como candidato de su partido a una hipot¨¦tica investidura presidencial y manten¨ªa el equ¨ªvoco hasta la ¨²ltima l¨ªnea. En el pie de p¨¢gina, se le¨ªa: ¡°@jitorreblanca escribiendo desde el futuro¡±.
El planteamiento estil¨ªstico del art¨ªculo de Jos¨¦ Ignacio Torreblanca, polit¨®logo y colaborador habitual de EL PA?S, desconcert¨® a varios lectores.
Uno de ellos, Carlos Laredo Verdejo, de Madrid, me escribi¨® lo siguiente: ¡°Leyendo EL PA?S de hoy (p¨¢gina 2, Claves), me he sentido francamente molesto. No me parece correcto en absoluto el planteamiento del articulista, que conf¨ªa en que el lector no tenga otra cosa que hacer que mirar con detenimiento e interpretar su firma. La referencia futurista deber¨ªa, en mi opini¨®n y con un criterio de seriedad y honestidad, figurar en el t¨ªtulo. Para llamar la atenci¨®n no vale todo, excepto, quiz¨¢, el d¨ªa de los Inocentes¡±.
En la respuesta que me ha enviado y que resumo, Jos¨¦ Ignacio Torreblanca defiende el derecho de los articulistas a expresarse con libertad: ¡°Creo que los lectores de EL PA?S son sumamente inteligentes y no solo agradecen sino que exigen un peri¨®dico que adem¨¢s de informarles les ayude a analizar y entender la realidad desde ¨¢ngulos complementarios al informativo¡±, explica.
El problema del art¨ªculo es que abordaba un tema candente sobre la base de un hecho ficticio
¡°Dentro de los l¨ªmites evidentes marcados por el sentido com¨²n y el buen gusto¡±, a?ade, ¡°entiendo que todo lo que no est¨¢ expresamente prohibido est¨¢ permitido y que cercenar la libertad de quienes escribimos an¨¢lisis u opini¨®n en modo alguno defender¨ªa al lector sino que contribuir¨ªa a convertir el peri¨®dico en un producto m¨¢s plano y carente de inter¨¦s. En el caso concreto que nos ocupa, la pieza intentaba responder a una pregunta que todo el mundo se hace estos d¨ªas (por qu¨¦ el presidente se empe?a en seguir cuando sabe que no tiene el apoyo de la C¨¢mara). Creo que el recurso estil¨ªstico hace mucho m¨¢s eficaz y potente la respuesta y por eso lo eleg¨ª¡±.
Comparto las premisas de la argumentaci¨®n de Torreblanca respecto a la inteligencia de los lectores y a la libertad de que deben disfrutar los columnistas. El problema es que su art¨ªculo hac¨ªa pasar por cierta una respuesta inventada a esa pregunta que, seg¨²n Torreblanca, se hace todo el mundo. Era previsible que provocara confusi¨®n. Comprendo que la broma haya molestado y desconcertado a algunos lectores.
Las quejas por la columna sobre Rajoy no son una excepci¨®n. Mi buz¨®n de correo recibe cada vez m¨¢s mensajes que cuestionan los art¨ªculos de los columnistas. Los lectores saben que no intervengo, salvo que se se?alen errores u objeciones formales como en este caso. La mayor parte de las veces, cuando un lector discrepa del contenido de un art¨ªculo, responsabiliza del mismo al peri¨®dico que lo publica.
Es lo que hac¨ªa esta semana una lectora que me ha escrito un mensaje muy cr¨ªtico con una tribuna de Antonio Elorza, dedicada al l¨ªder de Podemos, Pablo Iglesias. Y lo que ha ocurrido con columnas de Julio Llamazares, F¨¦lix de Az¨²a, Javier Cercas o Fernando Savater, por citar solo casos recientes. He pedido al jefe de Opini¨®n, Jos¨¦ Manuel Calvo, que explique la pol¨ªtica del diario en este tema.
Calvo recuerda, ante todo, que el objetivo es que EL PA?S ¡°sea cauce de voces y puntos de vista distintos¡±. Y a?ade: ¡°Los art¨ªculos de opini¨®n, seg¨²n el Libro de Estilo, responden al estilo propio del autor. En general no se retocan, salvo excepciones ¡ªel director tiene derecho de veto sobre todos los contenidos del diario¡ª y en conversaci¨®n con los autores¡±. Calvo se pregunta: ¡°?Se pueden imponer normas r¨ªgidas a colaboradores y columnistas? Creo que no. Llevando el argumento al l¨ªmite, siempre me gust¨® lo que hace a?os escribi¨® el primer Defensor del Lector de The New York Times, Daniel Okrent: ¡®Las p¨¢ginas de Opini¨®n son p¨¢ginas de Opini¨®n, y la expresi¨®n p¨¢gina de Opini¨®n equilibrada es un ox¨ªmoron¡±.
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