La coartada hist¨®rica, aqu¨ª en el papel de la recia monarca escandinava, le sirvi¨® a Greta Garbo para demostrar lo bien que le sentaba tanto el vestuario masculino como los lujosos vestidos que Adrian le realizaba para sus pel¨ªculas en la Metro. Los besos con los que la Reina Garbo obsequiaba a alguna de sus s¨²bditas no pasaron por alto en la pantalla para los detectores de se?ales s¨¢ficas.Las manos de Mrs. Danvers - hipn¨®tica y poderosa Judith Anderson- acariciando la ropa interior de la difunta Rebeca formaron parte del imaginario del espectador espa?ol de la postguerra junto al guante de Rita Hayworth en Gilda y el bay¨®n de Silvana Mangano en Ana. D¨¦cadas despues, la autora de la novela Rebeca, Daphne du Maurier, ser¨ªa objeto de un biopic relatando sus inclinaciones l¨¦sbicas y amores llenos de romanticismo por la millonaria americana Ellen Doubleday y la actriz de Broadway, Gertrude Lawrence.En el horizonte de una sociedad donde la homosexualidad en femenino-o en masculino-continuaban invisibles y catalogadas como enfermedades, no es extra?o que algunos vieran en el personaje de la legendaria cowboy Juanita Calamidad una suerte de pionera transgresora a pesar de todo el alm¨ªbar hollywoodense. ?Que quer¨ªa decir Doris Day cuando cantaba a su ¡°Secret Love¡±.A Barbara Stanwyck le toc¨® en suerte encarnar uno de los primeros y ya definidos personajes l¨¦sbicos en la pantalla. Como objeto de su deseo-y perdici¨®n- la exmodelo y ahora actriz Capucine paseando su estilo New Look por un burdel de Nueva Orleans. Estrenada a principios de los a?os sesenta recibi¨® las calificaciones m¨¢s severas por atentar a la moral y a las buenas costumbres. Puestos a recordar, nos seguimos quedando con los titulos de cr¨¦dito de Saul Bass y la banda sonora de Elmer Bernstein.Las robustas figuras femeninas de Joan Crawford y Mercedes McCambridge acaban sobresaliendo sobre el resto de los personajes masculinos dentro de una historia y de un western bastante at¨ªpico y surreal, donde las protagonistas ¨Cen faldas o pantalones vaqueros-constituyen los aut¨¦nticos prototipos del g¨¦nero y de la ¨¦pica del western.¡°Esta obra podr¨ªas llevarnos a todos a la c¨¢rcel¡±. Fueron las palabras del director del teatro de Nueva York cuando vio la escena de la confesi¨®n, con el reconocimiento del amor de una mujer por otra. Escrita por Lillian Hellman ser¨ªa todo un ¨¦xito y trasladada a la pantalla en dos ocasiones. Puritanismo, denuncia social y lesbianismo-con penitencia incluida- que reun¨ªa en la segunda versi¨®n a una Audrey Hepburn a la b¨²squeda de nuevos horizontes y a una Shirley McLaine reci¨¦n salida de El apartamento como la victima del ¡°amor oscuro¡±.En la serie ya hab¨ªa aparecido la legendaria Lotte Lenya (Desde Rusia con amor) como una perversa agente de la organizaci¨®n Spectra que le tiraba los tejos a la bella Daniela Bianchi, pero ser¨¢ el personaje de Pussy Galore-interpretado por Honor Blackman- la primera hero¨ªna de la saga Bond que muestre orgullosa sus inclinaciones sexuales frente al siempre machista agente con licencia para matar.Hollywood se abr¨ªa poco a poco a nuevos frentes y tem¨¢ticas hasta entonces prohibidas o marginales y la figura femenina de la lesbiana adquir¨ªa nuevo estatus en la bella modelo Candice Bergen para su debut en la pantalla. La novela de Mary McCarthy preludiaba futuras asociaciones femeninas que tendr¨ªa su explosi¨®n en las chicas de Sexo en Nueva York. En esta ocasi¨®n la v¨ªctima y difunta no era la protagonista lesbiana.Anouk Aim¨¦e, la que fuera una de las musas de la Nouvelle Vague y de Federico Fellini, se mudaba al g¨¦nero peplum como la perversa y depravada reina de las imp¨ªas urbes de Sodoma y Gomorra y pagaba sus pecados como el resto de los habitantes de las ciudades b¨ªblicas con su muerte y extinci¨®n bajo el fuego divino.Adaptaci¨®n cinematogr¨¢fica de la obra hom¨®nima que hab¨ªa triunfado en el teatro y donde Beryl Reid volv¨ªa a repetir en el papel de una lesbiana alcoh¨®lica y col¨¦rica y actriz en extinci¨®n de telenovelas. Rodada en el Londres de los a?os del Swinging London, conten¨ªa, entre otras audacias, una secuencia rodada en un famoso club de lesbianas de la ciudad, The Gateways.Dejemos por un momento Hollywood y los habitantes de la casa encantada para trasladarnos a la vieja Europa en una de las secuencias m¨¢s celebradas del cine europeo de los a?os 70: el tango entre Dominique Sanda y Stefania Sandrelli en una sala de baile del Par¨ªs de los a?os 30 bajo la sombra amenazante del fascismo. La fotograf¨ªa de Vittorio Storaro inmortalizaba la secuencia.La bella y glacial Catherine Deneuve era la encargada de seducir a Susan Sarandon en una atmosfera refinada y decadente a medio camino entre el Vogue y el porno-chic profetizado por el fot¨®grafo Helmut Newton. La representaci¨®n del lesbianismo en la pantalla perd¨ªa marginalidad para ganar a cambio visibilidad y grados de sofisticaci¨®n.