Semillas del actual yihadismo
Los atropellos de los a?os noventa en Chechenia, Afganistan, Argelia o Bosnia y la difusi¨®n a golpe de petrod¨®lares del fundamentalismo wahab¨ª son el germen de los conflictos que ahora azotan a Oriente Pr¨®ximo, Magreb y ?frica subsahariana
Uno. Mis viajes de corresponsal de este peri¨®dico a Sarajevo (junio de 1993, enero de 1994 y agosto de 1995), Argelia (marzo 1994) y Chechenia (julio 1996) me procuraron una experiencia de primera mano de la incipiente fractura entre el mundo isl¨¢mico y Occidente cuyas consecuencias vivimos hoy. Si el inicio del proceso de radicalizaci¨®n de las sociedades musulmanas se remonta a 1979 (a?o de la proclamaci¨®n de la Rep¨²blica Isl¨¢mica de Ir¨¢n tras la ca¨ªda del Sha y de la desastrosa intervenci¨®n sovi¨¦tica en Afganist¨¢n), sus manifestaciones m¨¢s patentes se produjeron en la siguiente d¨¦cada (ascensi¨®n del FIS en Argelia, golpe de Estado que abort¨® su victoria electoral en 1992, y desmembramiento el mismo a?o de la Federaci¨®n Yugoslava, que encendi¨® la mecha de la guerra inter¨¦tnica y el sitio de Sarajevo).
Por estas fechas asist¨ª a la emergencia de los futuros movimientos yihadistas, fruto de la frustraci¨®n creada por la pol¨ªtica de no intervenci¨®n de la ONU en la ¡°limpieza ¨¦tnica¡± en Bosnia; por las brutalidades del r¨¦gimen argelino en respuesta a las del Grupo Isl¨¢mico Armado (no una guerra civil sino una guerra contra los civiles por parte de ambos bandos); y el genocidio ruso en Chechenia. La radicalizaci¨®n previsible de las v¨ªctimas y de los correligionarios que acud¨ªan a socorrerlas ven¨ªa cantada y la yihad global de Al Qaeda no me sorprendi¨® en exceso.
Otros art¨ªculos del autor
Las semillas sembradas en dicha d¨¦cada por tales atropellos y la difusi¨®n a golpe de petrod¨®lares del fundamentalismo wahab¨ª iban a germinar en las zonas conflictivas de Oriente Pr¨®ximo, Magreb y ?frica subsahariana: esa guerra asim¨¦trica de Occidente contra el terrorismo yihadista tanto en Siria, Irak, Libia, Afganist¨¢n y el Sahel como en el interior de sus propias fronteras. Conviene recordar que el horror vivido el 13-N en Par¨ªs lo experimentan a diario sirios, iraqu¨ªes y afganos que buscan refugio en Europa a trav¨¦s de Turqu¨ªa y los Balcanes. La islamofobia desatada por los atentados y la llegada masiva de refugiados al interior del espacio Schengen coloniza hoy los medios informativos en unos t¨¦rminos que culpabilizan a los veinte y pico millones de musulmanes europeos y ahondan la fractura abierta entre estos y el resto de la poblaci¨®n.
El Frente Nacional franc¨¦s y sus equivalentes en la mayor¨ªa de Estados europeos (Espa?a es por ahora una feliz excepci¨®n) son parad¨®jicamente aliados objetivos del Daesh en su designio de apuntar a aquellos con el dedo y de encerrarlos mentalmente en guetos en el interior de sus sociedades. De este modo, los que constituyen una ¨ªnfima minor¨ªa en el colectivo musulm¨¢n encuentran un terreno abonado para su propaganda nihilista: la de presentarse como una alternativa viable a ojos de quienes se sienten discriminados por el discurso social dominante. Retrospectivamente, verificamos que cuanto germin¨® en la d¨¦cada de los 90 del pasado siglo llama ahora a nuestras puertas y no se prev¨¦ su fin.
La crisis de los refugiados ahonda la brecha entre los inmigrantes musulmanes y el resto de la poblaci¨®n
Dos. Cuando viaj¨¦ a Chechenia en 1996 conoc¨ªa en la medida de lo posible los dos siglos y pico de lucha del pueblo checheno para preservar su independencia ¡ªcinco guerras adem¨¢s de su deportaci¨®n masiva al gulag por orden de Stalin¡ª gracias a los libros de Baddeley, La conquista rusa del C¨¢ucaso, Bennigsen, El suf¨ª y el comisario, y los trabajos de H¨¦l¨¨ne Carr¨¨re d?Encausse acerca de las cofrad¨ªas suf¨ªes y su resistencia tenaz primero a la Rusia zarista y luego a la sovi¨¦tica, pero sobre todo por mi lectura asidua de tres grandes autores de la literatura rusa del siglo XIX: Puschkin, L¨¦rmontov y Tolstoi. Por aquellas fechas, seg¨²n pude verificar personalmente por mediaci¨®n de Osm¨¢n Im¨¢iev, ex fiscal general de la Rep¨²blica de Chechenia, proclamada en 1991 por Dzhajar Dud¨¢iev aprovechando el derrumbe de la URSS, y en cuyo domicilio en la aldea de Kular¨ª me aloj¨¦ pocos d¨ªas antes de su desaparici¨®n definitiva por obra de los servicios de seguridad rusos, los combatientes que participaron en la ceremonia ritual suf¨ª pertenec¨ªan a la cofrad¨ªa qadir¨ª que, como en tiempos de Shamil y de Kunta Hadji, luchaban por la independencia de su pa¨ªs contra su enemigo secular.
Tras el aplastamiento de la rebeli¨®n chechena por el zar Put¨ªn y el establecimiento del virreinato de su siniestro protegido Ramz¨¢n Kad¨ªrov, la guerrilla chechena se ha deslocalizado y se extiende espor¨¢dicamente por el norte del C¨¢ucaso mientras m¨¢s de cuatro mil miembros de ella, radicalizados por la represi¨®n sangrienta de la que de nuevo son objeto, se han alistado en las filas del autoproclamado califato isl¨¢mico de Abu Bakr al-Bagdadi en virtud de unos sentimientos magistralmente descritos por Tolstoi en Hadji Murat en su descripci¨®n de los atropellos y barbarie de sus compatriotas en tiempos del zar Nicol¨¢s I.
Tres. Mi experiencia de Argelia, sumida tambi¨¦n en una espiral de violencia que se cobr¨® m¨¢s de 150.000 v¨ªctimas, fue de otro orden. No hab¨ªa bombardeos ni l¨ªnea de frente como en Sarajevo y Chechenia sino asesinatos de uno y otro bando en la capital y matanzas de civiles en las zonas cercanas a la misma. En mi recorrido por aquella no tropec¨¦ con ning¨²n otro europeo, posible blanco de los islamistas radicales por su condici¨®n de Kafir, esto es, infiel, y lo hice fundido en el paisaje: hab¨ªa dejado de afeitarme diez d¨ªas antes del viaje y caminaba acompa?ado de tres j¨®venes miembros arab¨®fonos de la Uni¨®n de Escritores que conversaban conmigo en el dialecto local en las calles de Belcourt, Bab el Oued y la Kasba, feudos del FIS (Frente Isl¨¢mico de Salvaci¨®n) y escenario de la llamada entonces ¡°segunda batalla de Argel¡± (la primera fue contra el colonizador franc¨¦s).
El mesianismo del Daesh conserva su poder de atracci¨®n: el retorno a una pureza primigenia
El poder opaco que desde Bumedi¨¢n gobierna Argelia guardaba un silencio c¨®mplice ante los asesinatos de intelectuales y el terror impuesto ya por el GIA (Grupo Isl¨¢mico Armado), ya por las escuadras parapoliciales, y expres¨¦ lo mejor que pude el desamparo de la poblaci¨®n en la serie de art¨ªculos titulados Argelia en el vendaval. La violencia se apag¨® gradualmente al final de la d¨¦cada y hoy d¨ªa tan solo grupos residuales de Al Qaeda en el Magreb isl¨¢mico act¨²an de forma espor¨¢dica en connivencia con los yihadistas que campean en Libia y el Sahel. Pero la frustraci¨®n acumulada tras tres mandatos del ahora invisible Buteflika, protagonista a pesar suyo del cl¨¢sico Reinar despu¨¦s de morir, no invita al optimismo.
El mesianismo apocal¨ªptico del Daesh conserva en todo el Magreb su mef¨ªtico poder de atracci¨®n: el del retorno ideal a una pureza primigenia que otorga el glorioso estatuto de m¨¢rtir a quienes se sienten despreciados por los ¡°poderes arrogantes¡± que rigen los Estados ¨¢rabes. Los millares de yihadistas magreb¨ªes que combaten en Siria dan testimonio de dicho incentivo y de la seducci¨®n de su escatolog¨ªa mir¨ªfica. Pensar que cuanto ocurri¨® en la d¨¦cada de los 90 no iba a pasarnos factura equivale a vivir en otro planeta.
Juan Goytisolo es escritor.
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