M¨¢s all¨¢ de dinosaurios y camaleones
Este es el primero de una serie de art¨ªculos en los que diversos intelectuales toman el pulso a la sociedad espa?ola en una etapa de transformaci¨®n e incertidumbre
A pesar de que Ortega y Gasset dijera en alguna ocasi¨®n que no sabemos lo que nos pasa, y eso es precisamente lo que nos pasa, los espa?oles s¨ª que sabemos lo que nos pasa, al menos en parte. Por ejemplo, hemos transitado en cuatro d¨¦cadas de tener al dinosaurio como animal emblem¨¢tico a tener al camale¨®n. As¨ª, sin paliativos, como si no hubiera en la fauna otras figuras bastante m¨¢s apropiadas para una sociedad democr¨¢tica, como ser¨ªa el caso de una ciudadan¨ªa madura y responsable, integrada en instituciones justas.
Como es sabido, en ese g¨¦nero literario que es la emblem¨¢tica, y tambi¨¦n en las f¨¢bulas, se utilizan con frecuencia figuras de animales para transmitir un mensaje moral. Los animales representan virtudes o vicios, como es el caso del zorro, que simboliza la astucia, el le¨®n, el valor y la nobleza, el ¨¢guila, la amplitud de miras, o la cigarra, la pereza.
As¨ª las cosas, hace algunas d¨¦cadas, la persona de convicciones profundas, dispuesta a defenderlas a capa y espada, y a no cambiarlas ni matizarlas por ning¨²n concepto era el modelo a imitar, al menos en la educaci¨®n oficial, tanto formal como informal. Como los dinosaurios de cuerpo acartonado que se hicieron famosos m¨¢s tarde gracias a las pel¨ªculas de Spielberg. Sin embargo, los dinosaurios no pueden resistir los cambios, parecen invencibles, pero perecen en cuanto es necesario adaptarse a un nuevo entorno. Sobrevivir, y sobrevivir bien requiere flexibilidad, no digamos ya en el caso de las personas y de las sociedades. Esta lecci¨®n es la que fuimos aprendiendo en esa escuela que fue la Transici¨®n ¨¦tica y pol¨ªtica, una Transici¨®n que hubiera sido imposible sin incorporar el h¨¢bito democr¨¢tico de intentar buscar acuerdos dentro de los l¨ªmites de lo justo y razonable.
La corrupci¨®n es un cuerpo extra?o en la vida p¨²blica y debe ser eliminada sin paliativos
Pero, por desgracia, poco a poco a lo largo de estos 40 a?os ha ido ganando terreno el camale¨®n como modelo a imitar, acompa?ado de la leyenda que le corresponde tradicionalmente: ¡°Yo me adapto¡±. Pero no solo eso, que ser¨ªa muy razonable para poder sobrevivir, sino: ¡°Yo me adapto a lo que haga falta con tal de prosperar grupalmente y sobre todo individualmente¡±. Aunque para lograrlo sea necesario abandonar todas las convicciones racionales y borrar de un plumazo las se?as de identidad que impidan pactar con cualquier cosa.
Recordando a Nietzsche se dice entonces que las convicciones son prisiones, y se a?ade por cuenta propia que no interesa forjarse convicciones, sin solo construir convenciones. La ingeniosa frase de Groucho Marx ¡°estos son mis principios, y, si no les gustan, tengo otros¡± se convierte en imperativo de actuaci¨®n para la vida pol¨ªtica y para el conjunto de la vida social. Los consejos de Maquiavelo al pr¨ªncipe para que intente engrandecer la patria se manipulan hasta convertirse en recetas caseras para triunfar en pol¨ªtica en provecho propio.
Ciertamente, la falta de flexibilidad es letal, para quien la practica y sobre todo para quienes dependen de ¨¦l, en m¨¢s o en menos. Pero el vac¨ªo de convicciones es igualmente letal para quien carece de ellas y sobre todo para los que de alg¨²n modo est¨¢n en sus manos. Y eso es precisamente, al menos en parte, lo que nos pasa; con malas consecuencias para el conjunto de la sociedad y para los m¨¢s vulnerables en particular.
Como en las cosas humanas, una vez tomado el pulso al momento presente, lo importante es idear qu¨¦ queremos que nos pase y poner los medios para encarnarlo en la realidad, es urgente encerrar a los dinosaurios y a los camaleones en las p¨¢ginas de la historia de la emblem¨¢tica pasada, y optar por un nuevo emblema, el de una ciudadan¨ªa madura, capaz de labrar un buen futuro.
El vac¨ªo de convicciones es letal para quien carece de ellas y para los que est¨¢n en sus manos
Ciudadanos hay de dos tipos al menos, los que optan por ingresar en partidos pol¨ªticos y asumir con ello una especial responsabilidad por la cosa p¨²blica, y esa gran mayor¨ªa que conforma la sociedad civil y que es sin duda corresponsable. Aunque siempre conviene recordar que a mayor poder, mayor responsabilidad. ?Qu¨¦ podemos esperar de unos y otros?
En lo que hace a los primeros, cabe esperar de ellos, como m¨ªnimo, que tomen en serio el Estado de derecho, cumpliendo escrupulosamente la legalidad. No es de recibo corromper la actividad pol¨ªtica concediendo contratos de favor a cambio de un impuesto partidario, generando esa gangrena que recorre nuestra sociedad. La corrupci¨®n es un cuerpo extra?o en una vida p¨²blica sana y debe ser eliminada sin paliativos. Pero tampoco es l¨ªcito eludir las leyes, por ejemplo, proponiendo referendos inconstitucionales; una actuaci¨®n que deslegitima cualquier pretensi¨®n de que la ciudadan¨ªa cumpla las leyes. Por otra parte, los partidos deben exhibir sus se?as de identidad, aclarar de forma transparente con qui¨¦nes est¨¢n dispuestos a pactar y cu¨¢les son los contenidos de los pactos, que deben estar en coherencia con el propio programa. Actuar de otro modo es caer en el oscurantismo, practicar un fraude inadmisible, que provoca desafecci¨®n, porque convierte al voto en blanco y a la abstenci¨®n en las opciones m¨¢s razonables. Votar sin saber qu¨¦ se est¨¢ eligiendo es en realidad entregar un cheque en blanco, y ning¨²n elector tiene por qu¨¦ hacerlo.
La otra cara de la moneda, la ciudadan¨ªa madura en la sociedad civil, no es la ciudadan¨ªa pasiva, que deja en manos ajenas el curso de la vida p¨²blica, pero tampoco esa ciudadan¨ªa febrilmente participativa, como la ardilla de Tom¨¢s de Iriarte, que se menea, se pasea, sube y baja, no se est¨¢ quieta jam¨¢s, sin lograr con todo ello cosa de alguna utilidad com¨²n. Como bien dice Benjamin Barber, tambi¨¦n en los reg¨ªmenes totalitarios la ciudadan¨ªa es activa y participativa. Por eso lo que importa es que sea l¨²cida y responsable, que no se deje manipular emocionalmente ni tampoco con argumentos sof¨ªsticos, que le importe el bien com¨²n, y no solo el particular. Que sea, desde esa madurez, participativa.
M¨¢s all¨¢ de los dinosaurios y los camaleones, la ciudadan¨ªa madura toma lo mejor del liberalismo y del socialismo. Se compromete con las exigencias del Estado social de derecho en que vivimos, creando cohesi¨®n social y amistad c¨ªvica; abre las puertas a los refugiados pol¨ªticos y a los inmigrantes pobres, actuando a la vez en los lugares de origen; apuesta por reforzar la Uni¨®n Europea, consciente de que no hay que abandonarla porque est¨¦ en crisis, sino trabajar activamente por construirla mejor; practica el cosmopolitismo arraigado de quien se compromete con lo local y sabe cu¨¢l es su lugar en el mundo.
Adela Cortina es catedr¨¢tica de ?tica y Filosof¨ªa Pol¨ªtica de la Universidad de Valencia.
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