5 fotosRetratos de una Espa?a en el agujeroOcho a?os m¨¢s tarde, las consecuencias de la crisis econ¨®mica mundial siguen latentes en la sociedad espa?olaMar¨ªa R. L¨®pezMadrid - 14 mar 2016 - 16:17CETWhatsappFacebookTwitterBlueskyLinkedinCopiar enlaceJuan Antonio Jim¨¦nez ¡ªnacido en La Luisiana (Sevilla) hace 58 a?os¡ª vive en un hogar social, pero ha conseguido hace unas semanas un piso del Instituto madrile?o de la Vivienda (Ivima). Tiene dos habitaciones, aunque est¨¢ sin amueblar. "Comida no busco, porque en la basura no hay nada decente. Pero ahora tengo que amueblar la casa as¨ª que me estoy llevando cosas", explica. El alquiler del nuevo hogar que compartir¨¢ con su esposa cuesta 400 euros al mes, pero gracias a la ayuda, ellos pagar¨¢n "ciento y pico". Jim¨¦nez titubea con los datos; no recuerda si su matrimonio tiene 20 o 22 a?os, o si ha estado 10 u 11 a?os viviendo en la calle. "Esto es desagradable. Es una verg¨¹enza", reconoce sobre su situaci¨®n. Es de noche y el fr¨ªo arrecia en Madrid. "Hoy, de momento, he encontrado una bolsa con unas carpetas archivadoras, un mono de peluche que lo llevo para mi mujer, una sudadera bastante calentita y un palo. Aunque est¨¢ hueco, tambi¨¦n sirve", relata Jim¨¦nez al mismo tiempo que alza el palo y suelta una carcajada. "Tengo otro escondido de roble ¡ªcontin¨²a¡ª para defenderme de los antidisturbios. Voy a todas las manifestaciones porque me obligan mis principios. Ayer estuve en la de las mujeres [D¨ªa Internacional de la Mujer]". El exalba?il lleva una sudadera con la A circulada bordada a la altura del coraz¨®n, el s¨ªmbolo de la anarqu¨ªa: "Soy anarquista. Desde 1973 he estado en la Joven Guardia Roja del PTE (Partido del Trabajo en Espa?a). A m¨ª, el 'Paquito' nunca me ha ido. En las ¨²ltimas elecciones he votado a Podemos porque estoy a favor del cambio, aunque siempre he ido con Izquierda Unida, pero el cambio se consigue con la mayor¨ªa y ahora IU es minor¨ªa". Juan Antonio Jim¨¦nez se despide con una consigna: "La lucha es el ¨²nico camino. Hay que hacer la revoluci¨®n".Est¨ªbaliz Iturriaga (Bilbao, 1989) se matricul¨® en la carrera de Ingenier¨ªa Geom¨¢tica y Topogr¨¢fica pensando que era una profesi¨®n con futuro. Han pasado ocho a?os desde entonces y ahora, con su t¨ªtulo bajo el brazo, trabaja como promotora de supermercados los fines de semana. "Cre¨ªa que a los 26 a?os tendr¨ªa ya mi vida hecha, y ahora no creo que empiece a hacerla ni a los 30. Siempre hab¨ªa pensado que quer¨ªa ser madre joven, pero tendr¨¦ que aguantarme", se lamenta. Cada viernes, desde hace tres a?os, recibe un contrato de 12 p¨¢ginas que se rompe el domingo cuando firma el finiquito. "Es una rutina. Lo peor es que hasta el jueves no s¨¦ fijo si voy a trabajar o no. La gente se alegra de que llegue el fin de semana, yo nunca hago planes. No estoy disfrutando de mi juventud". Iturriaga asegura que no ha perdido la esperanza y sigue buscando trabajo todos los d¨ªas y echando curr¨ªculos, pero dice que siempre piden experiencia y ella no la tiene. No cuenta con un sueldo fijo, pero trabajando 11 horas a 5 euros la hora, lo m¨¢ximo que puede llegar a ganar en un mes son 240. "Intento seguir form¨¢ndome, pero no puedo costearme un m¨¢ster u otros cursos. Entre semana voy a una academia de ingl¨¦s que me pagan mis padres, pero hay mucha gente que no tiene esa suerte. Mi hermano estudi¨® lo mismo que yo y est¨¢ en Chile. Pero yo no quiero irme, que se vayan los culpables de esta crisis. Si tan bien nos han formado, ?por qu¨¦ no nos contratan aqu¨ª?", se queja molesta la bilba¨ªna. Reconoce que suele sentirse frustrada y desesperada: "A veces creo que sigo siendo una ni?a peque?a viviendo en casa de mis padres y eso me hace sentir mal. No me dan trabajo ni de cajera de supermercado".Fernando Domingo-Aldama"Soy un parado perpetuo", reconoce con resignaci¨®n Manuel Borrego, de 61 a?os. Este santanderino empez¨® a trabajar en la construcci¨®n cuando era un adolescente, hasta que hace cinco a?os se qued¨® sin empleo. "En ese momento no hab¨ªa d¨®nde ir a pedir trabajo y sigue sin haberlo. Llevo toda la vida haciendo lo mismo y, a estas alturas, ?a qu¨¦ me voy a dedicar? Para otras cosas piden experiencia y yo no la tengo en ning¨²n otro sector". Este padre de familia ¡ªtiene dos hijos, de 24 y 25 a?os, que trabajan a media jornada¡ª cuenta que sus conocidos no pudieron emplearle porque ni a ellos les llegaban trabajos. Tampoco quer¨ªa dedicarse a "hacer chapuzas", porque si le pillan, le sacan de la lista de parados. "Me llev¨¦ un disgusto, pero he estado ocupado con las tareas del hogar. Ahora soy amo de casa", afirma Borrego con optimismo. Su mujer, maestra de profesi¨®n, es quien tira de la familia. Por ella se mudaron de Santander a la localidad c¨¢ntabra de Ajo, donde tiene su puesto de trabajo. Ahora, dice, est¨¢ a la espera de la jubilaci¨®n que le llegar¨¢ en 2017. "Entonces todav¨ªa me quedaban siete u ocho a?os. Voy siempre puntual a firmar a la oficina de empleo aunque no cobre prestaci¨®n, porque sino no me puedo jubilar". Borrego se muestra esc¨¦ptico con el futuro de la generaci¨®n de sus hijos: "Como no cambie esto, lo van a tener todav¨ªa m¨¢s dif¨ªcil que nosotros. No creo que lleguen ni a cotizar lo suficiente ni a cobrar una pensi¨®n".Pablo HojasLuc¨ªa San Rom¨¢n lleva a su pueblo natal en el apellido. Se march¨® de la peque?a localidad c¨¢ntabra de San Rom¨¢n ¡ªel ¨²ltimo censo es de 400 habitantes¡ª a los 19 a?os para estudiar Turismo en Gij¨®n. Cuando acab¨®, las posibilidades de trabajo no se adaptaban a sus exigencias: "Sin un m¨¢ster, solo pod¨ªa optar a recepcionista de hotel, y eso tampoco estaba asegurado". As¨ª que decidi¨® probar suerte en Nottingham (Inglaterra), donde empez¨® a trabajar en un buffet de comida recogiendo platos cinco d¨ªas despu¨¦s de su llegada. "Los m¨¢ster de Turismo en Espa?a acotan mucho tu campo de trabajo, por eso estoy ahorrando para hacer uno en Inglaterra, pero no creo que me de tiempo a empezar en septiembre", relata San Rom¨¢n, de 24 a?os. En el restaurante en el que trabaja ya ha subido un pelda?o en la escalera de responsabilidades; ahora ha empezado a tomar nota de las bebidas. "Cuando empec¨¦ a estudiar no imagin¨¦ que iba a acabar as¨ª. A veces me quedo pensando qu¨¦ hago aqu¨ª fregando platos. Hice pr¨¢cticas, pero en una empresa p¨²blica, y ah¨ª no hay opci¨®n de quedarte cuando acaban. El resto, lo de siempre, sin experiencia no te quieren". A pesar de todo, San Rom¨¢n asegura que se siente afortunada porque, pase lo que pase, puede volver a casa con sus padres: "Otros ni pueden porque tienen situaciones familiares muy dif¨ªciles". Trabaja 30 horas semanales y gana 1.000 libras al mes ¡ªcasi 1.300 euros¡ª sueldo que, dice, est¨¢ muy lejos de parecerse a uno espa?ol. "Aqu¨ª en Inglaterra el que no trabaja es porque no quiere, al menos de camareros. Hay much¨ªsimos espa?oles; algunos vinieron para medio a?o y llevan dos, otros creen que ya han estado mucho tiempo y se quieren volver, y otros que realmente est¨¢n a gusto. Creo que en Espa?a no se toman en serio las opiniones de la juventud, siguen con sus ideas antiguas y por eso estamos como estamos", relata.Wilson Ruilova se convirti¨® el pasado a?o, muy a su pesar, en un s¨ªmbolo de la lucha contra los desahucios. A finales de enero de 2015 le desalojaron de su casa junto a su esposa, Cecilia Paredes, y sus tres hijos, uno de ellos de un mes y medio. Viv¨ªan en un piso p¨²blico en el distrito Villa de Vallecas de Madrid que fue vendido a un fondo buitre. Ha pasado algo m¨¢s de un a?o y su situaci¨®n ha mejorado, "pero no lo suficiente", recalca Ruilova, de 36 a?os. Paredes ha encontrado trabajo como auxiliar de geriatr¨ªa; trabaja por las noches y su contrato es hasta fin de obra. ?l sigue sin trabajo fijo, aunque a veces atiende peticiones de sus conocidos. La familia vive en un piso de alquiler social en el barrio de Orcasur (Usera) y pagan 160 euros al mes. Hasta que consiguieron la vivienda, casi cuatro meses despu¨¦s de que les expulsaran de Vallecas, atravesaron un calvario. Primero les realojaron en un motel "que parec¨ªa una pel¨ªcula de zombis", afirma Ruilova. El ecuatoriano ¡ªaunque m¨¢s de la mitad de su vida la ha pasado en Espa?a¡ª recuerda c¨®mo uno de los hu¨¦spedes, ante tanta expectaci¨®n medi¨¢tica, les sugiri¨® que se marcharan "antes de que les pasara algo malo". Un amigo de la familia les acogi¨® durante 20 d¨ªas en su casa, hasta que la Plataforma de Afectados por la Hipoteca (PAH) les ofreci¨® un piso desocupado. "Me ayudaron much¨ªsimo, les dar¨¦ siempre las gracias", explica Ruilova. Cada a?o, la Comunidad de Madrid revisar¨¢ su caso para saber si siguen cumpliendo las condiciones para beneficiarse de un alquiler social. "Hemos podido saldar todas las deudas que ten¨ªamos con amigos, pero hasta que yo no consiga un trabajo no podr¨¦ decir que estamos bien", cuenta mientras juega con Dilan, el peque?o al que desahuciaron de su hogar con un mes y medio de vida. El mediano, Miguel, de ocho a?os, sigue escolarizado en el mismo colegio de Vallecas, aunque ahora no les quede tan cerca de casa: "Quiero que mis hijos est¨¦n al margen de esto. No le voy a cambiar porque aqu¨ª tiene a sus amigos y compa?eros, aqu¨ª viene a entrenar a f¨²tbol y baloncesto. Aunque nos cueste m¨¢s esfuerzo y madrugar un poco m¨¢s, pienso en ¨¦l y en su integraci¨®n". Ruilova asegura que ¨¦l no se ha hecho famoso ni cobra por contar su caso a la prensa, "quiero que la gente se entere de lo que est¨¢ pasando y que luchen. Nos han enga?ado. No hay nada peor que pensar que ten¨ªas un hogar y que de repente te lo quiten".Kike Para