Lugares que ver antes de hacerte viejo: Comala (M¨¦xico)
El pueblo fantasmal y solitario en el que Juan Rulfo sit¨²a su novela Pedro P¨¢ramo no es una quimera. Comala existe de verdad: es una urbe colorista y alegre a las faldas de un volc¨¢n en el peque?o estado mexicano de Colima.
¡°Vine a Comala porque me dijeron que aqu¨ª viv¨ªa mi padre, un tal Pedro P¨¢ramo¡±. Como el protagonista de la novela de Juan Rulfo, tambi¨¦n yo llegu¨¦ a Comala en busca de algo. Tantas relecturas emocionadas de Pedro P¨¢ramo atrapado por la capacidad inventiva de Rulfo, tantos sue?os de papel tejidos mientras trataba de imaginar esa ciudad fantasmal y terrosa de la novela -mitad realidad, mitad fantas¨ªa mitol¨®gica de toda la cosmogonia ritual del M¨¦xico profundo- y resulta que Comala no era una invenci¨®n del m¨¢s singular de los narradores hisp¨¢nicos, sino que Comala existe. Un puntito en el mapa, s¨ª; un municipio perdido en el peque?o estado de Colima, a unos 200kil¨®metros al sur de Guadalajara y poco m¨¢s de 16de las olas batientes del oc¨¦ano Pac¨ªfico, vale. Pero Comala existe.
Vine a Comala como quien peregrina a un lugar sacrosanto, esperando encontrar un desierto ¨¢spero y la soledad de sus casas hundida bajo el peso de la hiedra capitana. Y hete aqu¨ª que Comala es un vergel, una ciudad armoniosa y alegre, rodeada de arroyos e inmensas arboledas sobre las que despuntan las gigantescas parotas, el ¨¢rbol emblem¨¢tico del M¨¦xico h¨²medo, adem¨¢s de enormes hules, higueras, obeliscos, mameyes, aguacates, pitajayas y galianas. Un hermoso pueblo encalado ¨C ¡°el pueblo blanco de Am¨¦rica¡±, como dicen las gu¨ªas tur¨ªsticas ¨C de urbanismo colonial repartido por una cuadr¨ªcula de calles rectil¨ªneas a las que se asoman magn¨ªficas casas de origen espa?ol, de fachadas austeras y cubierta rojiza de teja moruna tras las que se esconden soberbias mansiones con claustros de madera, portalones empedrados para los carruajes y jardines que parecen selvas interiores.
¡°Lo de la novela es mentira, ese no es mi pueblo¡±, me asegura Carlos Servando, un viejo productor de caf¨¦ de asombroso parecido a Paul Newman, mientras se sienta de forma ceremoniosa entre los sacos de grano de su almac¨¦n, en el barrio alto de Comala. ¡°Me lo dijo el mismo Rulfo, al que me presentaron hace por lo menos 30 a?os. ?l viajaba mucho desde Guadalajara a Colima, pero nunca estuvo aqu¨ª¡±. Raz¨®n parece no faltarle. Ese pueblo ¡°que sabe a desdicha¡± de la novela no puede ser esta festiva y colorida urbe casi tropical de 25.000 habitantes, por cuyas calles se ven circular pandillas de muchachas mulatas de rostros risue?os, braceros tocados con el inevitable sombrero de paja blanco, vaqueros a caballo y callejonadas con escolares de fiesta subidos en una caravana de veh¨ªculos sobre cuyos cap¨®s se sientan las misses del curso, emperifolladas con trajes pastel de gasa y tul.
El centro del peque?o universo de Comala es el Z¨®calo, la Plaza de Armas en la que se escenifica a diario la comedia social de la ciudad. A un lado de este solar cuadrado y ba?ado de luz est¨¢ el Ayuntamiento, edificio blanco de una sola planta con pilastras cu¨¢druples que soportan una balaustrada de yeso. En medio queda un kiosco de m¨²sica decimon¨®nico hecho con hierro fundido, como los bancos que salpican el jard¨ªn. Y al otro lado, la iglesia, con dos torres que flanquean una humilde portada neocl¨¢sico. Una de las torres es alta, majestuosa, rematada por una linterna octogonal de azulejos amarillos. La otra es cojitranca y chaparrita, mucho m¨¢s baja y con la humilde mamposter¨ªa de ladrillo al descubierto. ¡°Se acab¨® la plata con la primera, mi patr¨®n¡±, comenta el camarero del restaurante Bucaramanga, uno de los que animan los soportales del Z¨®calo. Hay muchas cantinas y restaurantes en los ¡°Portales de Comala¡±, como se conoce a esta zona de la plaza, todos con mesas al aire libre en las que se agolpan locales y for¨¢neos mientras una nube de mariachis anima con sus rancheras el sopor plomizo del mediod¨ªa tropical de Comala.
En la pared del restaurante veoenmarcada una cita de la novela (¡°C¨®mo dice usted que se llama el pueblo que se ve all¨¢ abajo? / Comala, se?or / ?Est¨¢ seguro de que ya es Comala? / Seguro, se?or / ?Y por qu¨¦ se ve esto tan triste? / Son los tiempos, se?or¡±). Animado por ese descubrimiento, pregunto al mesero (camarero) si puede indicarme c¨®mo ir al rancho de la Media Luna, en el que viv¨ªa Pedro P¨¢ramo, pero por su mueca de sorpresa deduzco que no tiene ni idea de qu¨¦ le hablo. Su jefe, que se ha unido a la conversaci¨®n, asegura que no existe, pero que s¨ª hay un cerro con ese nombre a poniente del volc¨¢n. ¡°Una vez estuvo comiendo aqu¨ª uno que dec¨ªa ser hijo de Rulfo. Lo agasajamos y lo tratamos bien, pero a¨²n me quedan dudas de si era de verdad o se trataba de un impostor¡±, apunta mientras se?ala una vidriera al fondo del sal¨®n con un pomposo r¨®tulo: ¡°El rinc¨®n de Juan Rulfo¡±. Aunque tan cierto parece que Rulfo nunca estuvo aqu¨ª como que nadie del pueblo ha le¨ªdo la novela, barrunto que su figura empieza a ser reconocida por los comerciantes m¨¢s astutos como un posible reclamo tur¨ªstico (la realidad es que Rulfo pas¨® unos a?os de adolescente en el pueblo; de ah¨ª provienen sus recuerdos).
El volc¨¢n al que se refiere el due?o del Bucaramanga es, tras la exuberante vegetaci¨®n, el otro elemento singular del paisaje de Comala. Un cono perfecto, de libro, picudo y humeante que se eleva hasta 3.860 metros de altitud en la frontera con el estado de Jalisco, cuya ¨²ltima erupci¨®n por cierto es bien reciente: agosto de 2015. Lo llaman el Volc¨¢n de Fuego, para diferenciarlo de otro cono hermano ya inactivo, el Volc¨¢n Nevado de Colima, ambos declarados parque nacional por la variedad y calidad de ecosistemas que encierran.
Hacia ellos se dirige una peque?a carretera asfaltada que desde Comala asciende por una ladera suave de cafetales y bosques de encinos y oyameles. El pesero, el autob¨²s local, va parando en peque?as haciendas de casitas bajas y encaladas, como Cofrad¨ªa, Suchitl¨¢n o San Antonio, donde huele a pulque y a arepas asadas. La luz bru?ida del atardecer arranca destellos vigorosos al volc¨¢n, de cuyo penacho emana una fumarola gris que se engarza con los jirones de algod¨®n rosado que en ese momento cubren ya el valle de Comala.
Sentado en el pesero miro hacia atr¨¢s, hacia los tejados herrumbroso de la ciudad que a duras penas sobresalen entre ese mar de parotas y cuajiotes, y me parece distinguir a Pedro P¨¢ramo, a Susana San Juan, a Damiana Cisneros e incluso a Fulgor caminando taciturnos hacia el rancho de la Media Luna. Y en ese momento Comala, la inquieta y luminosa, vuelve a convertirse en la ciudad invisible de mis sue?os de papel.
Cr¨¦dito de las fotograf¨ªas ?Noticias GGL, VisitM¨¦xico, Zona Tur¨ªstica M¨¦xico
DATOS PR?CTICOS
C¨®mo llegar
Aerom¨¦xico vuela a diario entre el DF y Colima, la capital del estado. Desde all¨ª hay autobuses urbanos que llevan hasta Comala en unos 20 minutos.
M¨¢s info: Visit Comala
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