Peligros de la literatura
Un tribunal egipcio acaba de condenar al novelista Ahmed Nayi a dos a?os de c¨¢rcel Se alega que el autor utiliza "descripciones vulgares de la sexualidad" en su ¨²ltimo libro
Recuerdo, por ejemplo, que, tras el concierto de Yusef Bezzi, Mood, Mona, otros amigos y yo nos fuimos al piso de Mood en Garden City y que nos dieron las tantas fumando chocolate de distintas maneras ¨Cempezando por la t¨¦cnica del vaso y terminando con unos porros¨C, mientras un¨ªamos nuestras fuerzas para hacerle honores a una botella de vodka. Yo ve¨ªa la m¨²sica transform¨¢ndose en micos colgados del techo. Hab¨ªa una rubia, una alemanita, que segu¨ªa el ritmo con las piernas; erecciones intermitentes, la bestia inquieta. Tambi¨¦n hab¨ªa un palestino americano que hablaba mal el ¨¢rabe y daba la lata con eso del racismo. Humo, pitos, mierda, un poco m¨¢s de humo. Kika me mir¨®, los ojos vidriosos tan maquillados.
¨CBassam, tengo humo en el ojo.
¨CEso se cura, Baby.
Saco un pa?uelo de papel, lo pongo sobre su ojo, soplo. La alemana nos mira extra?ada:
¨C?Sab¨¦is que hay un fetiche sexual que consiste en lamer el rabillo del ojo?
Mood dice que alguna vez lo ley¨® en alg¨²n lado. Kika protesta que es un asco, me abraza. ?Qu¨¦ hacen los j¨®venes de veinte en El Cairo? ?Se lamen el rabillo del ojo, se lamen el co?o, se chupan las vergas, se chupan el polvo y fuman mierda mezclada con somn¨ªferos? ?Y hasta cu¨¢ndo estos actos fetichistas seguir¨¢n siendo excitantes y nuevos, capaces de dar vida? Todos los que estamos sentados en esta habitaci¨®n ya probamos cantidad de drogas cuando j¨®venes, en la universidad, y despu¨¦s. Ahora somos islas desiertas y, al mismo tiempo, s¨®lo encontramos sentido a nuestras vidas encontr¨¢ndonos aqu¨ª. Nos chupamos la alegr¨ªa de vivir los unos a los otros, como los vampiros. (¡) Con el tiempo se hace evidente que las drogas aburren. O, para ser m¨¢s precisos, que no alcanzan. Si uno se hunde en la farlopa se muere en unos meses. Discurso de la ciencia y del empirismo. Nosotros, sobrevivientes, en este cuarto, somos demasiado cobardes como para terminar nuestras vidas de este modo, o de cualquier otro. Quiz¨¢ porque todav¨ªa estamos colgados de un hilo de esperanza, atados al amor, a la amistad¡¡±.
Alguien podr¨ªa pensar que el bolet¨ªn de la parroquia se puso audaz y decidi¨® utilizar m¨¦todos de choque para su moralina. Otros supondr¨¢n que el existencialismo treinta?ero puede tomar las formas m¨¢s variadas. Otros, que ya han le¨ªdo algo parecido ¨Cunas 600 veces¨C; otros, que qu¨¦ osado, qu¨¦ b¨¢rbaro. Quiz¨¢ nada de esto nos interesar¨ªa si no fuera porque Ahmed Nayi, su autor, es egipcio y eso, ¨²ltimamente, se paga muy caro.
Ahmed Nayi?tiene 29 a?os y el fragmento pertenece a su novela Los usos de la vida, publicada por la editorial ¨Clibanesa¨C Dar Al Tanuir y, por entregas, en la revista ¨Ccairota¨C Ajbar Al Adab, en agosto de 2014. Fue entonces cuando alguien ¨Cegipcio y rigurosamente an¨®nimo¨C present¨® una denuncia policial: que al leer esas letras le baj¨® la presi¨®n y sinti¨® palpitaciones, con grave riesgo de su salud y/o vida. Ahmed Nayi?fue detenido, acusado y sobrese¨ªdo; pero, ante la presi¨®n medi¨¢tica y pol¨ªtica, el fiscal apel¨® y, en el nuevo juicio, explic¨® que esas descripciones vulgares de la sexualidad y sus instrumentos eran ¡°una enfermedad que destruye los valores de nuestra sociedad¡±; el tribunal acaba de condenar al novelista a dos a?os de c¨¢rcel. En Egipto estas cosas, ¨²ltimamente, pasan mucho.
El abogado de Ahmed Nayi?ha presentado un recurso de amparo; Haji, mientras tanto, sigue preso. El Cairo est¨¢ a 3.300 kil¨®metros de Madrid, 2.900 de Barcelona; la c¨¢rcel a un muchacho por escribir una novela es otra de esas situaciones curiosas ante las que no se nos ocurre qu¨¦ hacer, nada.
(Nosotros, occidentales civilizados pr¨®speros cristianos, somos m¨¢s modernos. Nadie encerr¨® a Luna Miguel, poeta de Barcelona, por publicar El dedo, un libro donde la masturbaci¨®n tiene lugares. Pero Facebook, faltaba m¨¢s, le cerr¨® su cuenta por hablar de ¨¦l: el progreso, est¨¢ claro, tiene sus ventajas).
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