Cargos por azar
Una v¨ªa s¨®lida para evitar la politizaci¨®n de los nombramientos en altos ¨®rganos del Estado es la aleatoriedad
Una de las claves m¨¢s importantes del pacto PSOE-Ciudadanos ha pasado muy desapercibida. Me refiero a la introducci¨®n del azar como medio de despolitizar los nombramientos en altos ¨®rganos del Estado, como el Consejo General del Poder Judicial, el Tribunal Constitucional, el de Cuentas, la Comisi¨®n Nacional del Mercado de Valores, o la de Mercados y Competencia, por citar solo algunos de esos ¨®rganos y agencias de control, bastante numerosas.
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La independencia y la capacidad profesional son las caracter¨ªsticas imprescindibles de quienes han de dirigir esas instituciones, para que sean cre¨ªbles y tengan una actuaci¨®n eficaz. La experiencia muestra que la dificultad principal se da en relaci¨®n con la independencia personal, que no solo requiere normas de inamovilidad e incompatibilidades, sino que los procedimientos de elecci¨®n garanticen la autonom¨ªa respecto de los partidos pol¨ªticos.
Lo habitual en los procesos de selecci¨®n ha sido el reparto de cargos, de acuerdo con el peso de cada grupo pol¨ªtico, atendiendo a razones de clientela lejanas de los criterios de profesionalidad e independencia personal. En lugar de la independencia, el criterio del nombramiento se transforma en el de lealtad pol¨ªtica lo que conduce al descr¨¦dito de esos altos ¨®rganos.
Una v¨ªa s¨®lida, si bien peculiar, de resolver este problema de independencia se basa en el uso de la aleatoriedad. El azar se ha utilizado hist¨®ricamente para el nombramiento de cargos p¨²blicos. Desde hace 20 a?os he venido hablando y escribiendo sobre esta posibilidad que nace del desaliento producido por la incapacidad del sistema para elegir, libre de motivaciones pol¨ªticas, esos altos cargos, de forma que se logre la informaci¨®n y el control que mejoren la gobernabilidad p¨²blica.
La medida del acuerdo PSOE-Ciudadanos para despolitizar las altas instituciones tiene tres tramos. El primero es una convocatoria de las vacantes a cubrir en la direcci¨®n de alguno de esos ¨®rganos, para que se presenten las personas que crean cumplir los requisitos que se exijan para el cargo (se supone que en t¨¦rminos de capacidad profesional, independencia e incompatibilidad). La evaluaci¨®n de esas condiciones se efectuar¨ªa, en un segundo tramo, por un Comit¨¦ Asesor de profesionales designados, por sorteo, entre los propuestos por los grupos parlamentarios. Aqu¨ª es donde entra el azar. Supongamos que son cinco los grupos que pueden proponer hasta 10 personas cada uno para un comit¨¦ de, por ejemplo, 10 asesores. La suerte (por insaculaci¨®n) reducir¨ªa el colectivo de 50 a los 10 que formar¨ªan el Comit¨¦ Asesor, el cual deber¨ªa seleccionar, digamos, tres candidatos por cargo vacante, posiblemente con un orden de preferencia, dando publicidad a los informes de evaluaci¨®n. Entre estos tres candidatos por cada cargo, tercer tramo, el Parlamento, tras sesiones de audiencia en las correspondientes comisiones (imagino que p¨²blicas), elige, con la mayor¨ªa exigible, a las personas que ocupen los cargos.
Lo habitual en los procesos de selecci¨®n ha sido el reparto de cargos, de acuerdo con el peso de cada grupo pol¨ªtico
Creo que no hay nada que objetar a la primera parte del acuerdo. La formaci¨®n del Comit¨¦ Asesor plantea m¨¢s problemas, principalmente en cuanto al n¨²mero de personas necesarias. Pensemos en que haya que renovar 10 miembros de un alto ¨®rgano y que se presentan a la convocatoria cinco personas por cargo: 50 profesionales. Siguiendo las cifras barajadas en el p¨¢rrafo anterior, necesitamos un n¨²mero igual de profesionales, para formar por azar el comit¨¦ de 10 (total de cien). No estoy seguro de que se pueda contar siempre con tal n¨²mero de profesionales con el prestigio necesario, y la independencia, tanto para optar a un alto cargo (50 en nuestro ejemplo) como para formar parte del colectivo (otros 50) cuyo sorteo formar¨¢ el Comit¨¦ Asesor. En todo caso, nada garantiza que buena parte de los propuestos por los grupos parlamentarios para insacular el comit¨¦ no lo fueran m¨¢s por lealtades pol¨ªticas que por su capacidad profesional e independencia. La misma preocupaci¨®n surge en la elecci¨®n parlamentaria entre los candidatos, tres por cargo, que aporta el Comit¨¦. El intercambio de votos podr¨ªa hacer, en nuestro ejemplo, que los 10 elegidos, entre los 30 propuestos, contaran con un porcentaje mayor de amigos pol¨ªticos que de buenos profesionales independientes.
Una alternativa con mayores garant¨ªas ser¨ªa que, entre los candidatos admitidos, fuera, de nuevo, el azar de un sorteo la prueba fortuita de independencia en los nombramientos. Esto requerir¨ªa consenso sobre los objetivos que se persiguen en esas instituciones. Otra alternativa, ya no tan aleatoria y muy parecida a la descrita m¨¢s arriba, se basar¨ªa en el buen comportamiento de los grupos pol¨ªticos tanto proponiendo asesores (en n¨²mero menor que el del acuerdo PSOE-Ciudadanos), que se someter¨ªan a insaculaci¨®n, como efectuando finalmente los nombramientos. Todo ello con una transparencia absoluta del proceso. Hasta ahora, el PP y el PSOE no han actuado en este asunto de forma que se pueda ser optimista, y Podemos, al solicitar una vicepresidencia que controlara una parte de estos nombramientos, aclaraba que habr¨ªa que seleccionar gente ¡°comprometida con el programa de gobierno¡±, lo que nos sit¨²a en peor posici¨®n. De aqu¨ª que sea bienvenida la introducci¨®n del azar en el nombramiento de altos cargos.
Emilio Albi es catedr¨¢tico em¨¦rito en la Universidad Complutense. Ha publicado recientemente Reforma fiscal y Econom¨ªa de la gesti¨®n p¨²blica.
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