La ¨¦poca del pensamiento ¨²nico
Nuestra educaci¨®n nos lleva al acuerdo absoluto o al enfado o a la suspicacia ante la expresi¨®n del desacuerdo
Ahora que Twitter cumple 10 a?os y millones de usuarios, muchos habr¨¢n comprobado los riesgos de decir cualquier cosa que se salga del carril, de este o de otro carril. Una especie de vigilancia de las ideas marca los ¨¢mbitos del tr¨¢fico y, en la conversaci¨®n en la Red o en la conversaci¨®n dom¨¦stica, resulta muy complicado salirse de lo que est¨¢ mandado. Pasa cada d¨ªa, se observa en la prensa, se vive en Internet y ya forma parte de la cabeza nacional: hay guardias que te multan si no dices lo mandado. Vivimos en la ¨¦poca, otra vez, del pensamiento ¨²nico.
Por poner lo m¨¢s cercano en el ¨¢mbito de la discusi¨®n internacional: los que a¨²n creen que en Cuba naci¨® el Hombre Nuevo no aceptan que se le pregunte a Castro si mantiene presos pol¨ªticos. Durante mucho tiempo, como cuenta con Hans M. Enzensberger en Tumulto (Malpaso), mucha gente de las m¨¢s variadas generaciones, comenzando por la que empez¨® a creer (y no a descreer todav¨ªa) en los a?os sesenta, pens¨® que de aquella haza?a en Sierra Maestra nac¨ªa una vida nueva, un resplandor eterno.
Lo cierto es que ese Hombre Nuevo no s¨®lo envejeci¨® sino que muri¨® en el m¨¢s ingrato abandono, perpetrado adem¨¢s por sus creadores. Cuba no fue lo que nos dijeron; pero si dices esto a¨²n ahora, en Twitter o en una tertulia cualquiera, siempre habr¨¢ alguien que certifique que eres de la ultraderecha m¨¢s oscura. A los que dicen lo contrario, por cierto, les pasa lo mismo, porque tampoco admiten ninguna contradicci¨®n.
El de Cuba es uno de los fen¨®menos m¨¢s pesados de la pervivencia del pensamiento ¨²nico en las discusiones. Porque Cuba fue un s¨ªmbolo y, ay, dej¨® de serlo. La resistencia a favor de la idea de que Castro y el Che dejaron un pa¨ªs modelo para el futuro de otros pa¨ªses fue decayendo como decaen otras esperanzas en el largo oto?o de nuestros descontentos. Ahora bien, hay muchos convencidos de que ese Hombre Nuevo no ha muerto, ni est¨¢ dormido. As¨ª que ahora decir que no est¨¢s seguro de que Cuba siga siendo la mejor idea para el porvenir levanta incendios en la Red.
Porque no nos hemos acostumbrado a discrepar ni siquiera con los nuestros. Nuestra educaci¨®n nos lleva al acuerdo absoluto o al enfado o a la suspicacia ante la expresi¨®n del desacuerdo. Ahora hemos le¨ªdo que en un libro que le han hecho, la alcaldesa de Barcelona, Ada Colau, ha explicado sus opiniones sobre la arrogancia de Pablo Iglesias, su colega tan pr¨®ximo. De inmediato la Red m¨¢s famosa y otras redes cotangentes se lanzaron a advertirle a Colau de que eso no se dice, eso no se toca; y de inmediato ella sali¨® a la palestra tuitera explicando las bondades de su socio electoral en la ciudad que dirige.
Como si discrepar fuera pecado, los vigilantes de esta playa en la que nos tostamos bajo el sol del pensamiento ¨²nico atacan no s¨®lo a los m¨¢s ac¨¦rrimos contrarios sino a los m¨¢s fieles adeptos, si ¨¦stos se pasan de la raya. Pensamiento ¨²nico, cielo de los l¨ªderes.
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