Adversarios y enemigos
Se ha hablado mucho de la cultura del pacto, pero llega el momento, y se sigue con la cultura del bipartidismo: debe gobernar o la derecha o la izquierda. El error del PSOE es pensar que Podemos es homologable con las izquierdas europeas
Los t¨¦rminos derechas e izquierdas, a pesar de su car¨¢cter difuso, de su indeterminaci¨®n, siguen siendo orientativos a la hora de observar el mapa pol¨ªtico de un pa¨ªs. Lo que sucede es que no bastan para delimitar de forma exacta ni las fronteras que separan las distintas ideolog¨ªas y actitudes pol¨ªticas, ni tampoco para describir los valores e intereses que tras ellas se esconden.
El nacimiento de esta dicotom¨ªa se suele atribuir a la posici¨®n de los diputados en la Asamblea durante los a?os de la Revoluci¨®n Francesa: a la derecha de la presidencia se sentaban los absolutistas y a la izquierda los revolucionarios (es decir, los liberales, aunque entonces a¨²n no se les designara con este nombre). Ese parece ser el origen de estos t¨¦rminos. Aunque si estudiamos el per¨ªodo, ni siquiera all¨ª la distinci¨®n era clara. Muchos liberales de 1789 fueron perseguidos y guillotinados: de la izquierda hab¨ªan pasado, sin moverse, a ser considerados de derechas por sus antiguos compa?eros.
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Por tanto, derecha e izquierda quiz¨¢s sirvan hist¨®ricamente como orientaci¨®n general para distinguir dos bloques diferenciados, pero si esta distinci¨®n no se matiza ni concreta, el esquema puede llegar a simplificarse tanto que anal¨ªticamente sea poco ¨²til. S¨®lo queda su valor emocional: ¡°?soy de derechas!¡±, ¡°?soy de izquierdas!¡±. A la utilizaci¨®n como justificaci¨®n del verbo ¡°ser¡±, tan metaf¨ªsico, se le puede a?adir ¡°?como mi padre y como mi abuelo!¡±, todo lo cual puede resultar psicol¨®gicamente reconfortante para quien lo proclama, pero, en todo caso, presupone un enfoque muy poco racional, excesivamente sentimental, una actitud m¨¢s est¨¦tica que pol¨ªtica.
La imprecisi¨®n de estos t¨¦rminos todav¨ªa fue m¨¢s evidente tras la II?Guerra Mundial. El antifascismo gener¨® una solidaridad entre derechas e izquierdas democr¨¢ticas: conservadores, liberales, cristianodem¨®cratas, socialdem¨®cratas e, incluso, comunistas en el caso italiano formaron un bloque pol¨ªtico que dio lugar a la com¨²n aceptaci¨®n del Estado democr¨¢tico y social de derecho, plasmado en las Constituciones de posguerra y en muchos tratados internacionales, incluidos los que fueron construyendo la unidad de Europa.
No se entiende que el PP no haya intentado a¨²n sumarse al acuerdo de PSOE y? Ciudadanos
Naturalmente que hab¨ªa diferencias en las pol¨ªticas econ¨®micas y sociales, pero en todo caso hab¨ªa unos principios comunes. La fiscalidad y el grado de intervenci¨®n estatal eran distintos, las pol¨ªticas de bienestar tambi¨¦n, pero ning¨²n partido relevante, en el marco de las tendencias pol¨ªticas antes mencionadas, pon¨ªa en cuesti¨®n ni la econom¨ªa de mercado como el mejor sistema econ¨®mico para aumentar la riqueza de un pa¨ªs, ni las prestaciones p¨²blicas en educaci¨®n, sanidad y servicios sociales como elementos para contribuir a la igualdad social entre ciudadanos. La diferencia entre derechas e izquierdas, dentro de los partidos que no propugnaban una organizaci¨®n social radicalmente alternativa, se centraba, pues, no en el modo de producci¨®n de bienes sino en la forma de distribuirlos.
Como sostuvo Bobbio, la divergencia entre derechas e izquierdas estaba en dar preferencia al valor libertad sobre el valor igualdad o viceversa: la derecha antepon¨ªa la libertad, la izquierda la igualdad. Pero nadie negaba que en una sociedad justa ambos valores ten¨ªan una cuota importante. Que esta fuera mayor o menor distingu¨ªa a la derecha de la izquierda.
Todo este largo pre¨¢mbulo viene a cuento antes de examinar las dificultades reales de la formaci¨®n de un Gobierno en Espa?a. Como es sabido, hasta las recientes elecciones en las que se ha roto el bipartidismo, la mayor¨ªa parlamentaria que se requer¨ªa para investir a un presidente s¨®lo precisaba de uno de los partidos mayoritarios y, si no era suficiente, se negociaba hasta obtener el apoyo de las minor¨ªas nacionalistas. Ahora la situaci¨®n ha cambiado. Con el actual reparto de esca?os estas minor¨ªas no son suficientes y es necesario alg¨²n tipo de pacto entre el PP y el PSOE, todav¨ªa los dos grandes partidos.
Sin embargo, con argumentos distintos, PP y PSOE se resisten a pactar. El PP ha planteado desde el primer momento la gran coalici¨®n a la alemana, es decir, un acuerdo con el PSOE y Rajoy de presidente. El planteamiento tiene su l¨®gica y su raz¨®n: es el partido m¨¢s votado, no el que ha ganado las elecciones, como dicen, pero s¨ª el m¨¢s votado. Ahora bien, al renunciar Rajoy a encargarse de alcanzar una mayor¨ªa para la investidura perdi¨® la ocasi¨®n de hacer lo que mientras tanto estaban llevando a cabo PSOE y C's: pactar un programa. Esto hace que este pacto, al parecer muy s¨®lido, sume ahora la mayor¨ªa relativa m¨¢s numerosa de la c¨¢mara. Ahora lo que no se entiende es que el PP todav¨ªa no haya iniciado contactos para introducir modificaciones a ese programa que resulten aceptables para todos.
Nunca debe pactarse con aquellos que quieren destruirte y cuyo ¨²nico objetivo es conseguirlo
Pero tampoco se entiende que el PSOE intente un pacto con Podemos. Antes hemos visto c¨®mo hab¨ªa una homogeneidad b¨¢sica entre conservadores, liberales y socialdem¨®cratas en la Europa de los ¨²ltimos 70 a?os. No es raro, pues, llegar a un pacto. En el ¨²ltimo a?o se ha hablado mucho de la cultura del pacto, del tiempo nuevo que se anunciaba en la pol¨ªtica espa?ola. Pues bien, llega el momento, y se sigue con la cultura del bipartidismo: debe gobernar o la derecha o la izquierda. Y el error del PSOE es pensar que Podemos es un partido homologable con las izquierdas europeas.
Podemos no es este tipo de partido. Por sus ra¨ªces ideol¨®gicas y por la pr¨¢ctica pol¨ªtica que est¨¢ demostrando, es un partido de cu?o distinto, m¨¢s preocupado por llevar a cabo una estrategia que le conduzca al poder que por elaborar un programa pactado con voluntad de cumplirlo. Los diversos giros pol¨ªticos que ha dado en menos de dos a?os son suficientes para desconfiar de su lealtad, m¨¢s a¨²n cuando su l¨ªder exhibe un estilo parlamentario demag¨®gico, calcado de las peores tertulias televisivas, que le convierten en un socio nada fiable.
Lo que deber¨ªan hacer los dirigentes socialistas es demostrar a los espa?oles que Podemos no es un partido de izquierdas sino un partido populista. No les ser¨ªa dif¨ªcil, ya existe una buena literatura al respecto. Por tanto, el PSOE deber¨ªa abandonar los intentos de pactar con Podemos e intentar acordar con el PP las modificaciones imprescindibles del programa conjunto elaborado con C's. La dif¨ªcil situaci¨®n por la que atraviesan los conservadores espa?oles facilitar¨¢, sin duda, el acuerdo.
Los pactos de gobierno, cuando hacen falta, se establecen con los adversarios. Pero nunca debe pactarse con los enemigos, aquellos que quieren destruirte y cuyo ¨²nico motivo para pactar es alcanzar esta finalidad.
Francesc de Carreras es profesor de Derecho Constitucional.
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