El hombre m¨¢s odiado de Am¨¦rica
ALGUIEN, de tanto en tanto, hace a gritos lo que muchos hacen siempre con sordina. Es curioso cuando, en un mundo filtrado por los buenos modos, caen los filtros: es curioso, es subversivo, ser¨ªa atractivo si no fuera intolerable ¨Co lo es porque es intolerable. Martin Shkreli cumpli¨® 33 a?os anteayer y su vida ya es bastante extraordinaria: hace unos meses la BBC lo present¨® como ¡°el hombre m¨¢s odiado de Am¨¦rica¡±.
Shkreli es hijo de una pareja de inmigrantes albaneses que se instalaron en Brooklyn cuando Brooklyn no era Brooklyn: su padre era portero, su madre limpiadora. Era ambicioso, inteligente; a sus 17 entr¨® como becario en una financiera y aprendi¨® sobre las nuevas compa?¨ªas de biotecnolog¨ªa, selva virgen. A sus 21, en 2004, fund¨® su primer fondo de inversi¨®n; dos a?os despu¨¦s lo hundi¨® y se volvi¨® al pisito de pap¨¢. La crisis le licu¨® las deudas; en 2012 cre¨® una compa?¨ªa que buscar¨ªa remedios para enfermedades raras ¨CRetrophin Pharmaceuticals¨C y sus habilidades ret¨®ricas la pusieron en ¨®rbita. En 2014 ya hab¨ªa conseguido inversiones por 100 millones y sus acciones subieron de 3 a 20 d¨®lares. Entonces, en un fin de semana, vendi¨® las suyas y se fue; poco despu¨¦s present¨® su nueva compa?¨ªa, Turing Pharmaceuticals. Hace s¨®lo un a?o, Shkreli era un treinta?ero exitoso y charlat¨¢n pero desconocido: uno de tantos.
En agosto de 2015, Shkreli/Turing compr¨® la propiedad de un remedio, el Daraprim, que llevaba medio siglo como ¨²nico recurso contra la toxoplasmosis, una enfermedad que ataca sobre todo a embarazadas y HIV positivos. La droga no ten¨ªa gran demanda, as¨ª que no hab¨ªa versiones gen¨¦ricas; Shkreli era due?o de un mercado cautivo. Lo aprovech¨® aumentando el precio de sus pastillas: de 13 a 750 d¨®lares cada una.
Fue un esc¨¢ndalo. Enfermos sin remedios se quejaban, sus familiares gritaban en calles y televisiones, pero Shkreli no hab¨ªa hecho nada ilegal. Su empresa hac¨ªa sin anestesia lo que muchas farmac¨¦uticas serias y poderosas hacen con guantes blancos: manejar sus productos seg¨²n esas leyes del mercado que dicen que para tener algo hay que poder pagarlo. Pero Shkreli fue tan brutal que llovieron las condenas morales, insultos, el escarnio. Es bueno cuando aparece un malo tan malo. Son ¨²tiles: nos hacen sentir, por oposici¨®n, tan buenos, tan probos, tan decentes. Nos permiten hermanarnos en el odio y el desprecio con personas con las que no podr¨ªamos compartir nada m¨¢s.
Preocupados, grandes laboratorios gastaron millones en lobbies y relaciones p¨²blicas para proclamar que no hacen esas cosas. En noviembre de 2015 Shkreli compr¨® una compa?¨ªa que investiga un remedio contra el c¨¢ncer y en dos d¨ªas su cotizaci¨®n aument¨® un 400 por ciento: m¨¢s all¨¢ de los reproches, el mercado lo apoyaba con br¨ªo y billetes verdes. En diciembre fue arrestado por el FBI, acusado de fraude con acciones por los nuevos due?os de su excompa?¨ªa, Retrophin. En febrero tuvo que declarar ante una comisi¨®n parlamentaria; no contest¨® ninguna pregunta y, al salir, dijo: ¡°Es dif¨ªcil aceptar que estos imb¨¦ciles representan al pueblo¡±. Ahora pelea por seguir a flote; quiz¨¢ tenga raz¨®n cuando dice que ese sistema que ¨¦l crey¨® representar hasta sus ¨²ltimas consecuencias no soporta tanta sinceridad, tanta franqueza.
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