Filipinas acoge a¨²n una peque?a y dispersa comunidad hispanohablante, sombra en extinci¨®n de la que anim¨® la escena pol¨ªtica y cultural del pa¨ªs hasta mediados del siglo XX. La desaparici¨®n de sus ¨²ltimos hablantes nativos encuentra consuelo en un inter¨¦s renovado por el idioma de nuevas generaciones que aspiran, aprendi¨¦ndolo, a mejorar sus condiciones de trabajo
Gran parte de las calles de Intramuros, el barrio hispanohablante por excelencia de Manila, mantiene sus nombres en espa?ol.Nacho Hern¨¢ndezEs habitual ver por todos lados adaptaciones de palabras espa?olas al tagalo, una de las lenguas oficiales de Filipinas.Nacho Hern¨¢ndezUn 'jeepney', taxi colectivo muy popular en las ciudades de Filipinas. Los top¨®nimos en espa?ol abundan a lo largo y ancho del pa¨ªs.Nacho Hern¨¢ndezCruce de las calles Dos Castillas y P. Margall, en Manila. En los anuncios e papel figura un 'tubero', denominaci¨®n local de los fontaneros.Nacho Hern¨¢ndezCementerio del Sur en Makati, el centro de los negocios de la megal¨®polis de Manila. Nacho Hern¨¢ndezBetty Umali, antigua profesora de espa?ol, que sufri¨® la p¨¦rdida de la oficialidad del idioma en 1986.Nacho Hern¨¢ndezDos miembros de la exigua comunidad de hispanohablantes filipinos, Mara Pardo de Tavera y Ricky Avence?o, nieto de Manuel L. Quez¨®n, presidente hispanohablante de la mancomunidad de Filipinas desde 1935 hasta 1944.Nacho Hern¨¢ndezMiembros de la Academia Filipina de la Lengua Espa?ola se re¨²nen de manera informal en un local anexo al Casino Espa?ol de Manila.Nacho Hern¨¢ndezEn el Casino Espa?ol de Manila, Guillermo G¨®mez Rivera, escritor y decano de la Academia Filipina de la Lengua Espa?ola, muestra uno de sus libros escritos en castellano.Nacho Hern¨¢ndez