Confluir en el ¡°espacio bonito¡±
Seducido por el 'sorpasso', Podemos ha dinamitado la f¨®rmula reformista que hab¨ªan hecho posible las elecciones del 20-D. A la par ha reforzado lo que los comunistas llamaron, durante d¨¦cadas, centralismo democr¨¢tico
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No es de ayer la fuerte tendencia de las izquierdas al faccionalismo. En los comienzos del siglo, el republicanismo aparec¨ªa fragmentado en diversos partidos organizados en torno a fuertes personalidades, normalmente alejadas no porque faltara una misma cultura pol¨ªtica que compartir, sino por cuestiones m¨¢s prosaicas que ten¨ªan que ver con tipo de organizaci¨®n, estrategias a largo plazo y t¨¢cticas de coalici¨®n para lo inmediato. El socialismo, otra cultura de izquierda, se dividi¨® muy pronto entre defensores a ultranza de las originarias purezas obreristas y quienes propugnaban alianzas con los republicanos y, dos d¨¦cadas despu¨¦s, entre quienes viv¨ªan a la espera de la revoluci¨®n y quienes pretend¨ªan para ma?ana mismo asaltar los cielos, los comunistas, que enseguida tildaron a sus antiguos camaradas de socialfascistas y lacayos de la burgues¨ªa. Ni que decir tiene que republicanos, socialistas y comunistas ten¨ªan que v¨¦rselas continuamente con los anarquistas, pronto divididos entre sindicalistas y fa¨ªstas.
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De modo que en las Cortes Constituyentes de aquella Ni?a bonita que fue la reci¨¦n nacida Rep¨²blica espa?ola se sentaron diputados pertenecientes a 22 agrupaciones pol¨ªticas, una cantidad que refleja m¨¢s una situaci¨®n de fragmentaci¨®n extrema que de bipolarizaci¨®n, a la que es costumbre atribuir el atroz final del nuevo r¨¦gimen. La falta de unidad, tanto pol¨ªtica como sindical, fue la causa de nuestra derrota, se dec¨ªa en uno de los m¨²ltiples y vanos llamamientos a la formaci¨®n de un gobierno de Uni¨®n Nacional lanzados por el Partido Comunista en los primeros a?os de lo que se convertir¨¢ en un largo, interminable, exilio. Una fragmentaci¨®n que no escap¨® a la mirada de los agentes de la CIA que en un curioso informe sobre la situaci¨®n pol¨ªtica en Espa?a, en diciembre de 1947, consideraban nula la posibilidad de un retorno de la izquierda del exilio al poder porque, a pesar de la vitalidad exhibida por cada uno de sus cinco movimientos ¡ªrepublicanismo, socialismo, comunismo, anarquismo y regionalismos, en sus variantes vasca, catalana y gallega¡ª, sufr¨ªan colectivamente los efectos del faccionalismo y de las escisiones.
Esta situaci¨®n explot¨® en los a?os del tardofranquismo con la aparici¨®n de lo que, en los primeros pasos del proceso de transici¨®n pol¨ªtica, se conoci¨® como sopa de siglas; un magma que llev¨® a pronosticar a muy distinguidos polit¨®logos una inminente situaci¨®n de caos, enfrentamiento y vuelta a empezar. Fue la decisi¨®n de los electores la que redujo aquel mosaico de partidos y partiditos a cantidades pol¨ªticamente m¨¢s manejables: de la treintena de partidos de las ¨²ltimas Cortes republicanas se pas¨® a la docena de las Cortes de la democracia, con el a?adido de que en cada uno de los dos grandes campos en que se distribu¨ªan, izquierda y derecha, uno de ellos dispon¨ªa de mayor¨ªa suficiente para formar gobierno. El hundimiento de UCD, la hegemon¨ªa pronto consolidada del Partido Socialista en su espacio pol¨ªtico y la profunda crisis que llev¨® al Partido Comunista a esconder desde 1986 sus siglas tras la marca Izquierda Unida alumbr¨® en la historia pol¨ªtica espa?ola la ins¨®lita situaci¨®n, nunca vista desde las Cortes de C¨¢diz, de un gobierno largo de izquierda: disciplina y autoridad como condiciones para el ejercicio del poder se aunaron por vez primera en lo que parec¨ªa poner fin a una secular historia de faccionalismo.
Se ha acabado aquella ins¨®lita situaci¨®n de un gobierno largo de izquierda en Espa?a
Esto se ha acabado, con el resultado, para la izquierda, de un bloqueo que amenaza con garantizar a la derecha la permanencia en el poder antes de haber procedido a una limpieza a fondo de sus establos. Un polit¨®logo nos dir¨ªa que en los nuevos partidos de izquierda faltaron incentivos para sacar adelante la ¨²nica f¨®rmula reformista que posibilitaba el resultado de las elecciones: una coalici¨®n que abarcara desde Ciudadanos hasta Podemos, con el Partido Socialista en el papel central. Y en verdad, seducido por la perspectiva del tan ansiado sorpasso, ahora llamado pasokizaci¨®n, Podemos ha dinamitado esa salida, reforzando a la par lo que los comunistas llamaron durante d¨¦cadas centralismo democr¨¢tico, o sea, una direcci¨®n que asume todo el poder y que lo manifiesta con descaro por el procedimiento de purgas internas y los indecentes plebiscitos externos.
?Para qu¨¦? No m¨¢s que para reforzar la posici¨®n del l¨ªder en la inminente batalla por ocupar, palmo a palmo, aunque con profusi¨®n de besos y abrazos, la mayor parcela posible de eso que la alcaldesa de Barcelona ha bautizado como espacio muy bonito, aquel en que todas las confluencias se encuentran y se funden en una ¨²nica candidatura. Por si acaso, y para que nadie pierda su identidad, y la diversidad enriquezca al conjunto, cada una de las confluencias va adoptando la cl¨¢sica forma de partido, con su equipo dirigente en torno, o m¨¢s bien en semic¨ªrculo, al o a la l¨ªder carism¨¢tico/a, a quien en tiempos digitales no le resulta dif¨ªcil, sino m¨¢s bien pan comido, reforzar su poder por medio de plebiscitos en la red. La forma de partido, tan denostada en el origen del movimiento 15-M, se convierte as¨ª en baluarte de las diversas identidades de las que se supone saldr¨¢ un nuevo sujeto pol¨ªtico: ha bastado un a?o de gobiernos municipales para convencer a los dirigentes de movimientos sociales, hoy en horas bajas ¡ªlos movimientos, no los dirigentes¡ª, de las virtudes inherentes al partido como organizaci¨®n, entre ellas, en primer lugar, la de mantener y ampliar sus respectivas parcelas de poder.
El bloqueo garantiza a la derecha el mantenimiento del poder sin limpiar sus establos
El problema consiste en que un Estado no se puede gobernar a la manera de un municipio. Proyectar hacia la gobernaci¨®n del Estado la f¨®rmula del espacio bonito en que todas las confluencias ¡ªpor definici¨®n: movimientos locales, capaces de ocupar calles y plazas y hasta de cambiarles de nombre una vez el poder en sus manos¡ª se encuentran como nuevo sujeto colectivo es la mejor senda hacia la desagregaci¨®n de intereses y hacia un extremo localismo, que no puede sino desembocar en el clientelismo y en el nepotismo, caracter¨ªsticas casi cong¨¦nitas del sistema de la pol¨ªtica en Espa?a desde los tiempos de Maricasta?a.
A este horizonte nos conduce la forma que adopta esta especie renovada de fragmentaci¨®n de la izquierda en los tiempos que corren. Puede producir entre los entusiastas algo cercano al ¨¦xtasis mientras queden tantas parcelas por ocupar, tanta cosecha que recolectar. Pero por lo que respecta a los problemas que afectan al Estado y a la urgencia de las reformas pendientes, cuando ya todo est¨¦ ocupado y repartido, resultar¨¢ imposible levantar la mirada desde el cultivo de intereses particulares ¡ªrecubiertos por el manto de la identidad que todo lo tapa¡ª hasta aquello que los antiguos llamaban intereses generales.
Santos Juli¨¢ es historiador.
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