P¨¢nico
Todo esto ocurri¨® hace un par de meses y el tipo alto y delgado de la trenca negra contin¨²a persigui¨¦ndome de manera implacable
Me encontraba en la secci¨®n de caballeros de unos grandes almacenes, busc¨¢ndole el precio en las entra?as a una gabardina, cuando se acerc¨®, dispuesto a ayudarme, un empleado que fingi¨® buscar la etiqueta mientras murmuraba entre dientes: ¡°No mire hacia atr¨¢s, le est¨¢n siguiendo¡±. Contuve el gesto instintivo de volverme y compuse una mirada de interrogaci¨®n a la que el vendedor, sonriendo, respondi¨® que un tipo alto y delgado, con una trenca negra, hab¨ªa aparecido detr¨¢s de m¨ª en la secci¨®n y que no dejaba de vigilarme all¨¢ donde fuera. Luego me dijo el precio de la prenda y la volvi¨® a colgar mientras yo me desped¨ªa y empezaba a moverme sin mirar hacia atr¨¢s.
Durante un rato recorr¨ª la planta buscando infructuosamente en los espejos a mi perseguidor, sin duda muy h¨¢bil. No obstante, su presencia actuaba en mi ¨¢nimo como los s¨ªntomas que preceden a una migra?a. Sal¨ª a la calle y anduve de forma err¨¢tica, cambiando de acera y girando en todas las esquinas con idea de despistarle. Luego tom¨¦ el autob¨²s y el metro, subiendo y baj¨¢ndome de las paradas al azar, todav¨ªa sin atreverme a volver la cabeza. No era preciso: sent¨ªa sus dos ojos clavados en mi espalda como una grapa quir¨²rgica. En esto, advert¨ª que hab¨ªa regresado sin querer al punto de partida: me encontraba de nuevo frente a la puerta de los grandes almacenes. Entonces, presa ya del p¨¢nico, me volv¨ª bruscamente con ¨¢nimo de desenmascarar al tipo, al que no hall¨¦.
Entr¨¦ en los grandes almacenes, sub¨ª a la planta de caballeros y busqu¨¦ al dependiente. No estaba. Pregunt¨¦ por ¨¦l. No exist¨ªa. Todo esto ocurri¨® hace un par de meses y el tipo alto y delgado de la trenca negra contin¨²a persigui¨¦ndome de manera implacable, siempre en su versi¨®n metaf¨ªsica.