Tres reflexiones en torno a ¡°El Quijote¡±
La tristeza, la risa y la metaficci¨®n son las tres grandes lecciones de la novela de Cervantes
1. La metaficci¨®n:
Una de las grandes ense?anzas del ¡°Quijote¡± es una como pensada para sibaritas y estudiosos del discurso novel¨ªstico, narrat¨®logos para entendernos. Me refiero a la hoy tan mentada como practicada (desde Paul Auster, quien por cierto dedica en el primer libro de ¡°Trilog¨ªa de Nueva York¡± una extensa reflexi¨®n sobre el libro de Cervantes, hasta Enrique Vila-Mata, pasando por Javier Cercas) literatura de la literatura. Ya hace un tiempo, un importante pol¨ªtico espa?ol reconoc¨ªa no haberlo le¨ªdo en su totalidad. S¨ª reconoc¨ªa haberlo le¨ªdo a fragmentos. El m¨¦todo no es malo, pero s¨®lo a condici¨®n de haberlo le¨ªdo antes entero. ?Por qu¨¦ hay que leerlo as¨ª? No porque haya un hilo argumental que atrapar. Porque argumento hay, o mejor dicho argumentos, lo que ya es m¨¢s dif¨ªcil es hilo. Y en esto estriba uno de los tantos hallazgos ¡°modernos¡± del ¡°Quijote¡±. En su desarrollo discontinuo, lleno de vericuetos e incongruencias. Elipsis que en el fondo disimulan probablemente lapsus. Hay que tener en cuenta que este libro, el libro que inaugura la novela moderna (por su poder de representaci¨®n de la realidad, por su capacidad para registrar la amargura humana y la tristeza de las desilusiones, y por su empe?o en hacer ¨ªnfima la vanidad y la falsa trascendencia mediante la parodia), asume la responsabilidad est¨¦tica de liquidar la novela de caballer¨ªa, pero no sin antes plasmar en sus p¨¢ginas toda la melancol¨ªa hist¨®rica y literaria que ello supon¨ªa. Ahora bien, esa operaci¨®n de liquidaci¨®n se hace desde la m¨¢s arriesgada heterodoxia novel¨ªstica. Tan heterodoxa que incluso es probable que el propio Cervantes no alcanzara a comprender exactamente el alcance de su invenci¨®n, como as¨ª lo atestigua el hecho de que el libro que ocup¨® hasta sus ¨²ltimos d¨ªas de vida, en trabajo y esperanzas, fuera precisamente una novela de aventuras ¡°Los trabajos de Persiles y Segismunda¡±. ?Y en qu¨¦ consiste esa heterodoxia? En introducir en su estructura la autoconciencia. Es decir, en hacer convivir en un mismo plano de representaci¨®n el autor, el narrador, el personaje, la realidad (el sentido terrenal de Sancho Panza) y la ficci¨®n (las fant¨¢sticas visualizaciones del Quijote), incluso el cr¨ªtico literario (cuando se enjuicia con tanto enojo los libros de caballer¨ªas y se habla con enf¨¢tica admiraci¨®n de ¡°El Tirant lo Blanc¡±). En una palabra, en hacer que dialoguen todos estos niveles entre s¨ª, probablemente una de las m¨¢s fruct¨ªferas conversaciones en el coraz¨®n mismo de la gran ficci¨®n. El asombro, el desconcierto, la sinuosidad, todo ello dentro de las estrictas leyes del Barroco, son producto de aquel hasta entonces in¨¦dito intercambio. Hay que decir que esta interpretaci¨®n es muy reciente, en comparaci¨®n con los cuatro siglos que nos separan de su creaci¨®n.
Otros art¨ªculos del autor
2. La risa:
En el cap¨ªtulo XXII de la segunda parte del ¡°Quijote¡± hay un episodio que mueve a la risa. No me refiero a las escenas de risa ingenua, charlotadas podr¨ªamos decir, esas escenas que sublevaban tanto a Nabokov, con justicia o sin ella. Me refiero a una risa m¨¢s sutil, prof¨¦tica. En este cap¨ªtulo aparece un individuo que es presentado como de profesi¨®n humanista. Escribe libros sobre asuntos absolutamente in¨²tiles. Investiga, por ejemplo, por qu¨¦ a Virgilio se le olvid¨® consignar qui¨¦n fue el primer hombre que sufri¨® un catarro. Sancho a su vez, le pregunta, si tanta es su afici¨®n a cuestiones tan capitales, si podr¨ªa decirnos qui¨¦n fue el primer hombre que se rasc¨® la cabeza, para enseguida hacerle otra pregunta: ?qui¨¦n fue el primer acr¨®bata del mundo? El humanista profesional le contesta que as¨ª, a bote pronto, le ser¨ªa imposible responder pero que no dude que su pr¨®xima crucial investigaci¨®n ir¨¢ en esta direcci¨®n. No s¨¦ por qu¨¦ esto me recuerda tanto al libro p¨®stumo de Gustave Flaubert, ¡°Bouvart y P¨¦cuchet¡±.
3. La tristeza:
Los cap¨ªtulos en los que don Quijote y Sancho Panza son objeto de las chanzas y escarnio de los Duques. Probablemente va ser muy dif¨ªcil encontrar en otra novela una plasmaci¨®n m¨¢s devastadora, por su delicadeza literaria y psicol¨®gica, de patetismo. El parip¨¦ de los duques y sus criados ri¨¦ndose ante las propias barbas de nuestros protagonistas, es una de las escenas m¨¢s logradas de la prepotencia y la fastuosa inhumanidad de la aristocracia. Es triste tambi¨¦n el episodio en el cual una muchacha finge estar enamorada para averiguar hasta qu¨¦ punto don Quijote es capaz de traicionar a Dulcinea. Ya en Barcelona, despu¨¦s de descubrir ese mar que nunca antes hab¨ªan visto, luego de ser invitados a visitar la imprenta en la cual se estaba imprimiendo el ¡°Quijote¡± ap¨®crifo de Avellaneda, luego de todo ello, la derrota m¨¢s triste de un caballero en toda la historia de la caballer¨ªa en las playas de la Barceloneta. Y como tristeza final: la muerte de Alonso Quijano, una vez recuperada esa raz¨®n tard¨ªa, met¨¢fora universal de la locura m¨¢s l¨²cida y penetrante de su tiempo.
J. Ernesto Ayala-Dip es cr¨ªtico literario.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.