Trumbos
Marcial Lafuente Estefan¨ªa escribi¨® sus novelas del Oeste ayud¨¢ndose de un mapa y de una gu¨ªa telef¨®nica
A la salida de la proyecci¨®n de Trumbo, la pel¨ªcula sobre la caza de brujas en Hollywood en los a?os 40 y 50 que se acaba de estrenar en Espa?a, el p¨²blico asistente comentaba su sorpresa porque esas cosas pasaran en los Estados Unidos, paradigma de la libertad, no hace tantos a?os. La historia de Dalton Trumbo, un guionista obligado a escribir con seud¨®nimos y por cantidades indignas de dinero tras ser inahibiltado para su oficio por comunista por el Comit¨¦ de Actividades Antiamericanas pese a ser uno de los mejores (suyos fueron, por ejemplo, los guiones de Vacaciones en Roma o de Espartaco, firmados con nombres falsos en su ¨¦poca de persecuci¨®n), conmueve a un p¨²blico al que la caza de brujas hollywoodiense le suena pero que desconoc¨ªa lo que signific¨® realmente.
La que hubo en Espa?a en esos tiempos, sin embargo, ni siquiera les suena a la mayor¨ªa. Que escritores como Francisco Gonz¨¢lez Ledesma o Eduardo Guzm¨¢n, por poner s¨®lo dos ejemplos, por motivos pol¨ªticos o econ¨®micos trabajaran muchos a?os escribiendo novelas de quiosco es algo que forma parte de la desmemoria hist¨®rica de este pa¨ªs a¨²n a d¨ªa de hoy mientras nos maravillamos de lo que ocurri¨® en los Estados Unidos por la misma ¨¦poca. Es m¨¢s, Francisco Gonz¨¢lez Ledesma, el Silver Kane de las novelas del Oeste de mi juventud y a la vez uno de los escritores de novela negra mejores que ha dado Espa?a, y Eduardo Guzm¨¢n, que tambi¨¦n firm¨® novelas de indios y de vaqueros para la editorial Bruguera con el seud¨®nimo de Edward Goodman, tan ir¨®nico como reconocible, pese a ser uno de nuestros periodistas m¨¢s brillantes, constituyen dos grandes desconocidos para los espa?oles, entre otras cosas por culpa de su obligada peripecia. Aunque el caso m¨¢s singular de todos es el de Marcial Lafuente Estefan¨ªa, un ingeniero republicano que, tras la Guerra Civil, inhabilitado para ejecer cualquier profesi¨®n tras salir de la c¨¢rcel a la que los vencedores de aqu¨¦lla lo condenaron tambi¨¦n, se gan¨® la vida escribiendo novelas de un Oeste americano que recre¨® con verosimilitud ayud¨¢ndose de un mapa de los Estados Unidos del siglo XIX y de una gu¨ªa telef¨®nica de la que tomaba los nombres de los personajes. Su peripecia, como la de los anteriores y como muchas otras que quiz¨¢ nunca conozcamos, incluidas las de las mujeres que, como Cecilia B?hl de Faber, hubieron de escribir con seud¨®nimo masculino porque no estaba bien visto que las mujeres lo hicieran cuando ellas vivieron, merecer¨ªa una pel¨ªcula tambi¨¦n. Aunque mucho me temo que, si alguien se atreviera a hacerla, la cr¨ªtica espa?ola le tachar¨ªa de localista y antiguo, al rev¨¦s de lo que ha hecho con Trumbo.
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