7 fotosPaisajes naturales que dejan con la boca abiertaLaderas de piscinas naturales o islotes en mitad del Pac¨ªfico. Estos rincones prueban que por mucho mundo que se haya visto, siempre hay lugar para la sorpresa 11 may 2016 - 10:55CESTWhatsappFacebookTwitterBlueskyLinkedinCopiar enlaceLos nativos lo llamaron Tsingy, que unos traducen como ¡°all¨ª donde hay que caminar de puntillas¡± y otros, con fina iron¨ªa, como ¡°lugar donde no se puede caminar descalzo¡±. Le acompa?a el sobrenombre de Bosque de Piedra. Cualquiera de las denominaciones es v¨¢lida para designar esta agrupaci¨®n de agujas calc¨¢reas, ca?ones y cuevas que se precipitan sobre la garganta del r¨ªo Manambolo, consecuencia del azote continuado de la erosi¨®n sobre un bloque de roca jur¨¢sica. Declarado Parque Nacional en 1998 se puede visitar solamente en su mitad sur, la ¨²nica preparada para el trasiego humano. Aunque lo de preparada es un decir: m¨ªnimamente invasivos, los precarios puentes colgantes y los bajos cordeles que hacen de barandilla no son aptos para personas con v¨¦rtigo. Una visita a fondo requiere, adem¨¢s, tres d¨ªas¡ tras los cuales agradecer¨¢ poner el pie en suelo liso. Su relieve impenetrable hace que aun hoy en d¨ªa sigan descubri¨¦ndose all¨ª nuevas especies animales, entre ellas 11 variedades de l¨¦mures, murci¨¦lagos, reptiles y m¨¢s de un centenar de diferentes aves.Hace 1.300 a?os, los sagaces agricultores de la regi¨®n china de Yuanyang, en el sur del pa¨ªs, idearon un ingenioso sistema para aprovechar el agua de la cima de los bosques: dispusieron sus plantaciones de arroz en cascada y las conectaron a trav¨¦s de canales, en lo que se considera un ejemplo de interacci¨®n positiva del hombre con el entorno. El resultado, ¨Cadem¨¢s de ser una forma de vida a¨²n vigente para los habitantes de la minor¨ªa hari (uno de los 56 grupos ¨¦tnicos chinos)¨C compone en la distancia un cuadro abstracto de disonante atractivo. Las terrazas de arroz ocupan una superficie considerable (dos veces la isla de Formentera) y est¨¢n anegadas de noviembre a marzo, meses en los que la visita es m¨¢s recomendable; al amanecer y al atardecer los reflejos del sol en el agua brindan estampas inigualables. Senderismo o bicicleta son los medios id¨®neos para recorrerlas, y descubrir tambi¨¦n aldeas y granjas de ganado dedicadas sobre todo a la cr¨ªa de b¨²falos de agua.Esta deshilachada porci¨®n de terreno, que vista desde lejos se asemeja al garabato de un ni?o, es uno de esos lugares perdidos en el mapamundi: apenas unos islotes api?ados en mitad (casi exacta) del Pac¨ªfico aderezados con bancos de arena, algo de vegetaci¨®n e incongruentes carreteras y pistas de vuelo construidas durante la II Guerra Mundial, ahora derruidas. No es la isla en la que uno celebrar¨ªa su luna de miel. De hecho, un cartel informa (?a qui¨¦n?) de que su poblaci¨®n oscila entre los 4 y los 20 habitantes, por lo general funcionarios de Estados Unidos (pa¨ªs al que pertenece administrativamente) y cient¨ªficos de una organizaci¨®n conservacionista. Estos ¨²ltimos trabajaron durante a?os para acabar con una plaga de ratas invasoras, felizmente erradicada en 2011. Con todo, hubo un tiempo en que yates privados se dejaban caer por all¨ª atra¨ªdos por su garantizada soledad, hasta que un medi¨¢tico crimen en sus aguas (en 1974 un matrimonio de millonarios fue asesinado por un hippy, que luego rob¨® su yate; el suceso dio lugar al 'best seller' y a un telefilme del mismo t¨ªtulo, 'And the sea will tell', protagonizado por James Brolin) disuadi¨® a muchos de visitar este enclave al que en la actualidad solo se puede acceder mediante registro y autorizaci¨®n en la parte habitada, conocida como Isla de Cooper. Si una vez all¨ª se agobia, sepa que el punto continental m¨¢s cercano est¨¢ a 5.400 kil¨®metros.Los antiguos moradores de esta regi¨®n solo pudieron dar una explicaci¨®n mitol¨®gica a estas rocas geom¨¦tricas que se amontonan en la abrupta costa de Antrim, donde Irlanda del Norte mira a Escocia: dos gigantes, uno irland¨¦s y el otro escoc¨¦s (como no pod¨ªa ser de otro modo), libraron aqu¨ª una cruenta batalla a pedrada limpia, al t¨¦rmino de la cual el segundo sali¨® huyendo aplastando rocas en su fuga. Aquella par¨¢bola celta ha terminado dando nombre al lugar (Calzada del Gigante), pero la causa no es tan po¨¦tica: fue la lava de un volc¨¢n, que se enfri¨® r¨¢pidamente hace 60 millones de a?os, la que dej¨® ah¨ª 40.000 columnas de basalto de forma hexagonal. La explotaci¨®n tur¨ªstica del lugar se hace de acuerdo a criterios sostenibles y premia con un descuento de 1,50 libras (casi 2 euros) a quienes llegan caminando, en bici o en transporte p¨²blico (la entrada general cuesta 8,50 libras, u 11 euros). Su nutrida poblaci¨®n de aves marinas (petreles, corcomanes y alcas, entre otras) e innumerables plantas raras componen el copioso ecosistema de la zona que deleitar¨¢ a quienes no se conformen solo con admirar el horizonte.La burbuja hotelera de los a?os noventa, y los dos millones de turistas que recibe al a?o ¡ªes la atracci¨®n m¨¢s visitada de Turqu¨ªa¡ª no han conseguido (todav¨ªa) deteriorar esta excepcional ladera de piscinas naturales que deben su blancura al agua caliente rica en calcio que cae en cascada; al enfriarse, el calcio se ha petrificado dotando al lugar de una apariencia enga?osamente esponjosa (pamuk significa algod¨®n y kale, castillo). Emplazada en la cuenca del r¨ªo Menderes ¡ªal oeste del pa¨ªs¡ª sirvi¨® de balneario en el siglo II a. C. a los reyes de P¨¦rgamo, y los romanos fundaron en sus inmediaciones la ciudad de Hier¨¢polis cuyas ruinas tampoco tienen desperdicio. Pasajeros de cruceros que surcan el Egeo y excursionistas de 'resorts' playeros suelen dedicar una jornada a visitar estas termas separadas por tres horas en coche de la costa, de modo que para remojarse sin que aquello parezca un parque acu¨¢tico es recomendable acudir por la ma?ana temprano (y mejor en temporada baja: de noviembre a marzo). Ba?ador y chanclas son imprescindibles, aunque estas podr¨¢ usarlas exclusivamente para pasear por la zona: est¨¢n prohibidas en el agua.Ni recortados a conciencia con una gigantesca cuchilla habr¨ªan quedado tan perfectos: los tepuyes de Venezuela son ins¨®litas monta?as de laderas verticales y cumbres horizontales que parecen puestas ah¨ª, independientes de la llanura de la Gran Sabana que las rodea. Ubicadas en la esquina del pa¨ªs que linda con Brasil y Guyana, estas formaciones est¨¢n entre las m¨¢s antiguas del planeta (datan del periodo prec¨¢mbrico). Si su imponente presencia no fuera suficiente para cortar el aliento, muchas de ellas est¨¢n salpicadas de impresionantes cataratas, como el Salto ?ngel, la m¨¢s alta del mundo (979 metros), en el fotog¨¦nico Tepuy Roraima. Se dice que la c¨¦lebre novela de aventuras 'El mundo perdido' (1912), de Arthur Conan Doyle, est¨¢ inspirada en estos macizos a los que el viajero puede ascender siempre y cuando vaya acompa?ado de un gu¨ªa local y no por libre. Porque s¨ª, se pueden remontar: la rampa natural de algunos tepuyes lo posibilita (aviso: la subida es dura), aunque otros visitantes, m¨¢s c¨®modos, prefieren posarse en helic¨®ptero. Una vez arriba es posible encontrar ranas negras ¨²nicas del tama?o de una u?a.Estas sinuosas ondulaciones en lo m¨¢s profundo del desierto de Arizona, similares a bucles para la pr¨¢ctica de alg¨²n deporte extremo ¡ªy que dan lugar a su nombre, La Ola¡ª, son producto del desgaste del viento y la lluvia sobre una formaci¨®n de roca arenisca que se remonta al Jur¨¢sico (190 millones de a?os). A pesar de estar situada en una zona ¨¢rida y donde el calor de d¨ªa apenas baja de los 38¡ã, los ocasionales chaparrones dejan duraderas charcas, hogar de una variedad end¨¦mica de camar¨®n renacuajo. ?Le atrae el plan? ?rmese de paciencia: solo se permite la entrada de 20 personas al d¨ªa, la mitad de las cuales debe pedir su plaza por Internet con cuatro meses de antelaci¨®n (y aun as¨ª los tiques se adjudican por sorteo) y la otra mitad presentarse la v¨ªspera en el centro de visitantes y meter un papelito con su nombre en un bombo. Despu¨¦s, prep¨¢rese para una caminata bajo el sol de 4,5 kil¨®metros por desierto abierto y un ascenso final de 100 metros en la m¨¢s corta de las rutas. Cuando culmine el trayecto no olvide usar su c¨¢mara, mejor a mediod¨ªa, cuando se minimizan las sombras.