?Es ¡®Brexit¡¯ tan peligroso?
Deber¨ªamos empezar a preguntarnos en serio si nos sentimos verdaderamente europeos, si queremos seguir juntos y para qu¨¦
Europa se encuentra en uno de los momentos m¨¢s dif¨ªciles de su historia, pero de lo que est¨¢ pendiente es del refer¨¦ndum brit¨¢nico. Millones de inmigrantes se api?an a nuestras puertas. Los pa¨ªses del Este se rebelan abiertamente contra Bruselas. Los partidos populistas y euroesc¨¦pticos avanzan en todas partes. La libre circulaci¨®n, en la pr¨¢ctica, est¨¢ suspendida. El terrorismo llena de sangre nuestras calles. Tenemos las guerras de Ucrania, Siria y Libia ah¨ª al lado. La UE contiene el aliento y espera a saber si los brit¨¢nicos desean quedarse o marcharse. Para retenerlos, ha hecho concesiones que minan nuestros principios y complican nuestro futuro.
Reino Unido es un gran pa¨ªs y su decisi¨®n de abandonar la UE podr¨ªa tener consecuencias importantes. Pero la decisi¨®n corresponde a los s¨²bditos de Su Majestad, y podemos hacer poco para influir en ella. Lo que s¨ª afecta a los otros 440 millones de europeos es la calidad del debate que enmarca, a ambos lados del Canal de la Mancha, el refer¨¦ndum.
Fuera de Gran Breta?a no existe debate propiamente dicho, y eso ya deber¨ªa alarmarnos. Todos quieren que Londres permanezca en la Uni¨®n. Todos parecen convencidos de que la salida ser¨ªa una cat¨¢strofe o, al menos, una grave bofetada a la unidad del continente. El hecho de que, en los ¨²ltimos 43 a?os ¡ªdesde que pis¨® Bruselas¡ª, la diplomacia brit¨¢nica haya luchado siempre y con eficacia contra cualquier idea de profundizar la integraci¨®n europea parece irrelevante.
Pero todav¨ªa m¨¢s alarmante es el debate dentro de Reino Unido. El bando del Brexit, acertadamente, apela al principio de identidad para decir que los brit¨¢nicos no se sienten parte de la Europa unida. El bando contrario, en cambio, no utiliza m¨¢s que argumentos utilitarios. En estos meses hemos visto an¨¢lisis minuciosos para comprender si la salida de Gran Breta?a beneficiar¨ªa o perjudicar¨ªa a los agricultores brit¨¢nicos, los brokers brit¨¢nicos, los pescadores brit¨¢nicos, los jubilados brit¨¢nicos, la City, Escocia, el Ulster, la paz mundial e incluso el ISIS. Por desgracia, ha habido muy pocas voces que hayan dicho: queremos permanecer en Europa porque nos sentimos europeos y deseamos compartir el destino de nuestros conciudadanos europeos. Estas premisas son desastrosas. Si vence el no a la permanencia y Gran Breta?a se va, ser¨ªa el triunfo de un noble impulso identitario contra un mero c¨¢lculo interesado. Si vence el s¨ª, como parece probable, nos encontrar¨ªamos ante un matrimonio recompuesto por pura conveniencia y sin una pizca de amor, al menos por parte del c¨®nyuge que se queda a rega?adientes. Un matrimonio as¨ª, ?qu¨¦ futuro garantiza a la familia? Este es el problema que debe preocupar a todos los dem¨¢s europeos. ?Es posible, con una UE en las dram¨¢ticas condiciones actuales, seguir aplazando indefinidamente la cuesti¨®n identitaria? En Italia, donde el grado de confianza en la Uni¨®n es uno de los m¨¢s bajos, este es un problema que cala especialmente. La pol¨¦mica planteada por el primer ministro, Matteo Renzi, sobre la necesidad de que Europa recupere sus valores fundacionales, responde tambi¨¦n a unas leg¨ªtimas preocupaciones de pol¨ªtica interna. Una UE reducida a un libro contable no puede conquistar el coraz¨®n de la gente.
Una de las causas por las que los partidos populistas y euroesc¨¦pticos est¨¢n ganando terreno es que hemos dejado de preguntarnos sobre los motivos para ser europeos. Por eso, muchos viven Europa, sobre todo en momentos de crisis econ¨®mica, como una imposici¨®n de fuera, aceptada, en el mejor de los casos, por razones interesadas. Contra esta situaci¨®n no basta con enumerar las ventajas. En el mejor caso, eso provoca la desaparici¨®n de cualquier principio de solidaridad. En el peor, una par¨¢lisis general y el rechazo al cambio, porque el statu quo parece el mal menor. Si los pa¨ªses del Este levantan muros y expulsan a los refugiados, si el chantaje turco nos empuja a mirar hacia otro lado ante las violaciones de derechos fundamentales, si se critica al BCE por desempe?ar su misi¨®n, es evidente que no podemos seguir postergando el debate identitario, no solo en Gran Breta?a, sino en toda Europa. En espera de que Londres decida si le conviene quedarse en la UE, deber¨ªamos empezar a preguntarnos en serio si nos sentimos verdaderamente europeos, si queremos seguir juntos y para qu¨¦. Tal vez no todos den una respuesta positiva. Pero los que lo hagan tendr¨¢n, por fin, una base com¨²n desde la que volver a empezar.
Andrea Bonanni es corresponsal senior para asuntos europeos de La Repubblica.
Traducci¨®n de Mar¨ªa Luisa Rodr¨ªguez Tapia
? Lena (Leading European Newspaper Alliance)
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