Pitos para se?alar que la zarzuela es intocable
Un grupo de espectadores interrumpi¨® el mi¨¦rcoles la representaci¨®n de ¡®?C¨®mo est¨¢ Madriz!¡¯ para protestar contra el montaje
Se arm¨® un buen l¨ªo el mi¨¦rcoles pasado en el Teatro de la Zarzuela. Se estaba representando ?C¨®mo est¨¢ Madriz! cuando de pronto se desencaden¨® la refriega. Algunos de los espectadores se hab¨ªan llevado casualmente a la funci¨®n un silbato y lo hicieron sonar, vaya que si lo hicieron sonar. Arreciaron los pitos y de paso los gritos y los abucheos, y la funci¨®n tuvo que interrumpirse. El montaje que ha realizado Miguel del Arco, fundiendo en una dos piezas compuestas por Federico Chueca y Joaqu¨ªn Valverde, La Gran V¨ªa y El a?o pasado por agua,no ha gustado a una parte del p¨²blico desde el d¨ªa del estreno. Parece ser que Alberto Ruiz-Gallard¨®n, exministro y exalcalde de la capital, se levant¨® muy digno del patio de butacas y se fue a casa. Y cuentan que ha habido colas de personas que quisieron recuperar el importe de la entrada. Todo leg¨ªtimo, faltar¨ªa m¨¢s: sobre gustos no hay nada escrito.
Mientras que en el mundo de la ¨®pera la pasi¨®n por la transgresi¨®n de tantos y tantos directores ha llegado incluso a tener su punto de enfermizo, y ah¨ª el que no fuerza los viejos c¨®digos no es nadie, la zarzuela se ha mantenido pr¨¢cticamente intacta a toda contaminaci¨®n y conserva la salud con toneladas de alcanfor. Tiene su p¨²blico fiel, familiarizado con las antiguas maneras y tirando a tradicional, amigo de las esencias. Tanto es as¨ª que el g¨¦nero se ha llegado a asociar con lo m¨¢s casposo y por eso han tenido que salir los buenos conocedores para reivindicar que hay zarzuelas de inmensa altura dram¨¢tica y musical, y que no estar¨ªa de m¨¢s acercarla a otros espectadores. Es lo que ha querido hacer a su manera Miguel del Arco.
Y su manera, por lo que se ha visto, es la que es. ¡°Prefiero provocar a aburrir¡±, ha dicho a prop¨®sito de este montaje (como si no hubiera otras opciones) y ha comentado algo, refiri¨¦ndose al siglo XIX, que merece destacarse: ¡°Si segu¨ªamos utilizando los referentes de entonces, el espectador iba a sentirse desconectado de la comedia¡±. Tiene raz¨®n. Las gentes de aquellas ¨¦pocas nada tienen que ver con las gentes de hoy, as¨ª que para cumplir el desaf¨ªo de acercar la zarzuela al presente igual hay que meterle un poco de mano. Tampoco pasa nada, faltar¨ªa m¨¢s. Cada director hace su lectura de las obras del pasado: las hace suyas, para compartirlas mejor con los dem¨¢s.
En ese empe?o puede gustar o no gustar, tener ¨¦xito o fracasar. Lo que no resulta edificante ¡ªni inteligente¡ª es esa b¨¢rbara actitud de quienes consideran que la zarzuela es cosa suya, que el g¨¦nero les pertenece y que son, por tanto, due?os exclusivos de c¨®mo entender su ligereza y su alegr¨ªa. Desde una posici¨®n tan aguerrida, resulta l¨®gico que saquen los silbatos para, hondamente indignados, apabullar y frenar al que pretende ensayar otro camino. Es una actitud que se parece mucho a la que tiene cierta derecha respecto al poder: sigue pensando que le pertenece, que desde siempre ha sido cosa suya. Pero los tiempos han cambiado. Y hay actitudes que no tienen pase.
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