El momento pluralista
Ya no hay una divisi¨®n ¨²nica y antag¨®nica izquierda-derecha o progresista-conservador
Chantal Mouffe, referente ideol¨®gica de Podemos, ha defendido recientemente en estas p¨¢ginas que vivimos un momento ¡°pospol¨ªtico¡±, en el que la globalizaci¨®n ha desdibujado la frontera entre derecha e izquierda. Esta p¨¦rdida de antagonismo entre los dos polos que sosten¨ªan la democracia liberal ha degradado el demos a categor¨ªa de ¡°zombi¡±, y su lugar ha sido ocupado por el capital financiero. Para devolver al pueblo la voz confiscada por las ¨¦lites, Mouffe propone el populismo, apelando a ¡°la movilizaci¨®n de los de abajo frente a los de arriba¡±.
Caben varias objeciones. Es cierto que las fronteras tradicionales entre izquierda y derecha se han transformado, pero de ello no se colige que el capital haya tomado el poder que antes ostentaba el pueblo. El d¨ªa 26, Espa?a celebrar¨¢ unas nuevas elecciones que hace pocas semanas muchos analistas descartaban porque los partidos estaban sometidos a la presi¨®n de los mercados, los organismos econ¨®micos internacionales y la Uni¨®n Europea, y al final tendr¨ªan que ceder para poner en marcha un Gobierno. Sucedi¨® lo contrario. Los partidos demostraron que gozaban de soberan¨ªa y autonom¨ªa, antepusieron sus incentivos pol¨ªticos y mandaron la conspiraci¨®n al diablo.
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Donde Mouffe dice pospol¨ªtica, es mejor hablar de escenario posmoderno. La posmodernidad ha diluido los clivajes ideol¨®gicos tradicionales, pero no ha llevado a la homogeneizaci¨®n del pueblo. Al rev¨¦s, la divisi¨®n izquierda-derecha ha dado paso a un escenario pluralista, que es el reflejo de una sociedad individualista. Las sociedades modernas han experimentado un poder creciente de decisi¨®n en todas las esferas vitales, del consumo de ocio al cultural o de medios de comunicaci¨®n. Y esa demanda se ha llevado tambi¨¦n a la pol¨ªtica: no es que la democracia haya menguado ante el avance del capitalismo, es que el individualismo exige ahora un papel mayor en la democracia.
Ya no hay una divisi¨®n ¨²nica y antag¨®nica izquierda-derecha, hay decenas de divisiones que han fragmentado el demos y el sistema de partidos. Las clases sociales se han multiplicado y la conciencia de clase se ha mitigado. Los votantes ya no quieren comprar el paquete ideol¨®gico completo tradicional (progresista o conservador), sino tomar un pu?ado de cerezas de cada ¨¢rbol pol¨ªtico. La paradoja es que este empoderamiento posmoderno del individuo lo convierte en un votante vol¨¢til y, por tanto, dif¨ªcil de representar.
Ante esto, el populismo retoma la vieja pol¨ªtica de bloques. Mouffe sostiene que la democracia liberal se asentaba sobre la pulsi¨®n antag¨®nica de dos principios ¡°irreconciliables¡±: la libertad, que defend¨ªa la derecha; y la igualdad, que abanderaba la izquierda. Y que, diluida la frontera izquierda-derecha, urge encontrar una nueva divisi¨®n en sujetos pol¨ªticos antag¨®nicos. Sin embargo, la democracia no se sostiene sobre la idea de una libertad y una igualdad irreconciliables, sino complementarias y necesarias.
La democracia no se sostiene sobre la idea de una libertad y una igualdad irreconciliables, sino complementarias y necesarias
Montesquieu define la libertad como el derecho a hacer ¡°todo lo que las leyes permiten¡±. Afirma que ¡°los hombres nacen iguales, pero no podr¨ªan conservar esta igualdad (...) si no es en virtud de las leyes¡±. Es decir, que igualdad y libertad no son irreconciliables, sino premisas necesarias del estado de derecho.
Adem¨¢s, libertad e igualdad son los cimientos de la democracia pluralista. Y el pluralismo no se ve amenazado por la globalizaci¨®n ni el capitalismo. En cambio, parece que el populismo s¨ª encuentra dif¨ªcil encaje en la democracia plural. Con los ide¨®logos del populismo sucede, de alg¨²n modo, como con los del comunismo. Sus patrocinadores aseguran que la teor¨ªa es virtuosa pero, por alg¨²n motivo, cada vez que se lleva a la pr¨¢ctica, degenera en una aberraci¨®n monstruosa. Ocurre, claro, porque la teor¨ªa no era tan virtuosa.
Mouffe afirma que hay un populismo malo, de derechas, xen¨®fobo, que excluye a los inmigrantes; y un populismo bueno, progresista, que defiende ¡°la igualdad y la justicia social¡±. Pero no hay tal diferencia. En tanto que el populismo se construye cavando un abismo moral entre el pueblo y el antipueblo, ha de ser siempre excluyente. Los excluidos pueden ser los inmigrantes, las ¨¦lites econ¨®micas, los jud¨ªos o los que no son de mi clase social, pero el populismo necesita excluir a una parte de la sociedad para hacerse fuerte.
Es la dial¨¦ctica amigo-enemigo de la que hablaba Carl Schmitt, en la que el pueblo se construye por oposici¨®n a un ¡°enemigo pol¨ªtico¡±. Una l¨®gica contraria al principio pluralista de la democracia que tiene consecuencias pol¨ªticas y sociales fatales. Manuel ?lvarez Tard¨ªo cuenta, en El precio de la exclusi¨®n, c¨®mo el discurso del odio en la Segunda Rep¨²blica hizo de los adversarios pol¨ªticos el enemigo del pueblo, contribuyendo a un clima de crispaci¨®n e inestabilidad.
Afortunadamente, existen diques contra la exclusi¨®n. ??igo Errej¨®n ha explicado las dificultades que encuentra el populismo para avanzar en un Estado donde la sociedad percibe sus instituciones y sus partidos como leg¨ªtimos. Efectivamente, el descontento pol¨ªtico en Espa?a no se ha traducido en una crisis de legitimidad de nuestra democracia. Esto es lo que nos diferencia del pa¨ªs que ¨¦ramos en los a?os treinta y de los Estados latinoamericanos donde triunfa el populismo. Por eso es el momento de actualizar y reformar nuestras instituciones: son nuestra coraza contra la exclusi¨®n, nuestro gran baluarte del pluralismo.
Aurora Nacarino-Brabo es polit¨®loga. @auroranacarino
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