F¨²tbol es f¨²tbol y pol¨ªtica es... f¨²tbol

Cuando lo que deber¨ªa ser habitual se convierte en extraordinario, mal vamos. Y cuando para contar ese algo extraordinario lo convertimos en algo todav¨ªa m¨¢s excepcional, vamos peor. Las retransmisiones de f¨²tbol por televisi¨®n son expertas en alargar la tensi¨®n del relato logrando que los gestos m¨¢s normales se conviertan en acontecimientos. La c¨¢mara lenta hace que un cruce de insultos entre defensa y delantero se transforme en un duelo dram¨¢tico o que la maldici¨®n de un portero cuando falla torne en un mon¨®logo teatral. Por no mencionar las l¨¢grimas de los aficionados o la risilla por lo bajo de los directivos en el palco.

Esa misma narrativa futbol¨ªstico/futbolera se aplic¨® al debate entre los cuatro candidatos a la presidencia del Gobierno. Mientras Clinton, Merkel, Hollande, Cameron --?y hasta Trump!-- est¨¢n cansados de ir a debates, aqu¨ª nos damos de bruces con el Spain is different; lo que es normal en cualquier democracia aqu¨ª es excepcional y, claro, hay que aplicarle una narrativa ad hoc. As¨ª, no hay nada m¨¢s eficaz que futbolizar el debate.

Como si del entrenamiento diario del Madrid o el Barcelona se tratara, se nos ha contado durante las jornadas previas c¨®mo se estaba montando el plat¨®. Que si los carpinteros, que si los t¨¦cnicos, que si tant¨ªsimos metros cuadrados¡­ A la vista del resultado, desde luego el escenario no es para ganar el Premio Pritzker, pero todo el relato ya ha cumplido su funci¨®n: ayudar a generar expectaci¨®n. Del mismo modo, se habl¨® de la alianza entre cadenas, de qui¨¦nes iban a ser los presentadores, de qu¨¦ hac¨ªan los candidatos horas antes del debate¡­ Una previa de partido en toda regla.

A la llegada de los pol¨ªticos solo le falt¨® la m¨²sica de Terminator como sol¨ªa hacer Canal+ anta?o cuando el autob¨²s del Villareal o del Getafe arribaba al estadio correspondiente. Apretones de manos, fotos y m¨¢s fotos. Si los cuatro hubieran bajado del coche en ch¨¢ndal con unos auriculares puestos y expresi¨®n ausente --como hacen Ronaldo o Neymar--, no hubieran desentonado. Dentro, por los pasillos, el seguimiento fue propio del t¨²nel de vestuarios. En una cadena incluso lo dijeron. Cuando Rajoy, Rivera e Iglesias charlaban segundos antes de salir al plat¨® solo faltaban un ¨¢rbitro rapado y los ni?os que les dieran la mano para desfilar al son del himno de la Champions.

Tensi¨®n, emoci¨®n, miradas cruzadas, coches que llegan, focos que explotan, y al final¡­ un debate pol¨ªtico. Como dijera Vujadin Boskov, ¡°f¨²tbol es f¨²tbol¡± ?Y la pol¨ªtica en televisi¨®n? Pues tambi¨¦n es f¨²tbol.