Coches equipados con ¡®?a-qui¨¦n-matamos?¡¯ de serie
El primer accidente letal de un coche sin conductor abre el debate sobre qu¨¦ criterios ¨¦ticos incluir en el algoritmo del veh¨ªculo
Elegir a qui¨¦n matar era hasta ahora una potestad casi exclusiva de asesinos y escritores. Concretamente estos, pongamos Agatha Christie o Conan Doyle, pod¨ªan teorizar con m¨¢s argumentos que aquellos sobre la idoneidad de que fuera una soltera, un viudo, un millonario o un vagabundo la v¨ªctima que diera el pistoletazo de salida a un intenso armaz¨®n de tramas y culpables. No bromearemos con los de verdad.
Ahora, sin embargo, a ambos gremios se le suma otro que debate hasta qu¨¦ punto aplicar c¨®digos deontol¨®gicos a la l¨®gica que puede aprender un coche de conducci¨®n autom¨¢tica para tomar las decisiones adecuadas si se enfrenta a varias alternativas letales. ?Mejor matar a izquierda o a derecha si tiene que salir de la calzada? ?Matar a tres peatones que circulan por la acera o estrellarse con el due?o, porque es solo uno, contra un muro? ?Introducir la ¨¦tica y los principios en su algoritmo de piloto o dejarle que act¨²e por su cuenta?
La conducci¨®n autom¨¢tica goza de enormes defensores por la seguridad que ofrece su m¨¦todo sofisticado que combina la programaci¨®n de ordenador, c¨¢maras, sensores y radar. El conductor, digamos, no se emborracha, ni se duerme ni entretiene con el WhatsApp. Pero la muerte en Florida de Joshua Brown, un pionero en el uso y la defensa de estos coches cuyo Tesla se empotr¨® contra un cami¨®n con remolque que le preced¨ªa y que gir¨® repentinamente, ha arrojado dudas sobre una innovaci¨®n que cambiar¨¢ la industria del autom¨®vil vertiginosamente en el mundo.
Las contingencias que pueden ocurrir conduciendo son impredecibles y eso, reaccionar a lo que no estaba programado, no es tan f¨¢cil de codificar. El ser humano sabe improvisar, y no siempre, pero ?la m¨¢quina? En una reciente encuesta de Science sobre qu¨¦ principios hay que incorporar a estos coches, la mayor¨ªa de los que participaron contestaron que, ante una situaci¨®n de peligro con v¨ªctimas en todas las opciones posibles, el coche debe elegir matar al menor n¨²mero posible de personas aunque muera su conductor. El mal menor. Problema: ?comprar¨ªas un coche que va a elegir matarte a ti por salvar a unos extra?os? Y otro problema: ?debe tener en cuenta si las presuntas v¨ªctimas son ancianos, j¨®venes, trabajadores, parados, drogadictos o enfermos del coraz¨®n? ?Y qui¨¦n decide los criterios?
El camino de la informaci¨®n es hoy casi infinito, y la programaci¨®n moral de una m¨¢quina puede resultar, as¨ª, eugen¨¦sica. Tambi¨¦n pasa con los drones.
Debates viejos para tecnolog¨ªas nuevas que hacen a?orar los tiempos en que estos temas eran solo para la ficci¨®n. Los Diez negritos y por qu¨¦ todos ten¨ªan razones para ser culpables era m¨¢s entretenido e inocuo que todo esto. Mientras, cabe esperar que los coches incorporen el dispositivo ?a-qui¨¦n-matamos? de serie con la suficiente flexibilidad para que, al menos, a ninguno de nosotros nos mate. Ninguno es ninguno.
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