Rencores
Jam¨¢s podremos explicar del todo un acto como el de arrollar con un cami¨®n a inocentes que festejaban fuegos artificiales
Si hoy es martes, es muy posible que sigamos rastreando incr¨¦dulos los v¨ªnculos del asesino del paseo mar¨ªtimo de Niza con el terrorismo islamista. Las certezas de la investigaci¨®n son fundamentales para alcanzar alg¨²n tipo de calma. Pero conviene no olvidar que jam¨¢s podremos explicar del todo un acto como el de arrollar con un cami¨®n frigor¨ªfico a los inocentes que festejaban los fuegos artificiales del 14 de julio junto al mar. No poder entrar en el cerebro y el modo de pensar del asesino convierte el acto criminal en desasosegante. Pero en los ¨²ltimos d¨ªas se ha hablado de la radicalizaci¨®n expr¨¦s, algo as¨ª como la conversi¨®n en yihadista isl¨¢mico de un tipo que pasa de fumar porros, hartarse a vino en Ramad¨¢n, carecer de creencias o afinidades religiosas significativas, frecuentar prost¨ªbulos y discotecas a consumar una especie de martirio integrista en menos de los 21 d¨ªas de rigor que marcan los cursillos acelerados por fasc¨ªculos.
Conviene no darle tanto valor a la conversi¨®n y mucho m¨¢s al factor de soledad y rencor. Descifrar la mente de los terroristas desde la psiquiatr¨ªa, y no tanto desde la vertiente policial, concluy¨® que padecen un desequilibrio patente, mezcla de egolatr¨ªa y pulsiones maniacas. Es posible que haya menos misterio del que se quiere ver en golpear la calle, las concentraciones l¨²dicas, los espacios de socializaci¨®n. Conforman un perfil claro del asesino que transforma al inocente en su enemigo por una sublimaci¨®n del agravio que padece. Es cierto que nos hemos equivocado escuchando a los te¨®ricos de la econom¨ªa pol¨ªtica que han transformado la sociedad en un conjunto de ganadores y perdedores. Esta diferenciaci¨®n que sirve tan bien al deporte, carece de solvencia en la vida cotidiana, porque aqu¨ª no hay reglamento y la competici¨®n es siempre desigual. En la sociedad, el triunfo y el fracaso no son medidores objetivos ni producto del juego limpio, sino que generan rencor que nos negamos a tratar si aceptamos la competici¨®n como modo de organizaci¨®n social.
Lo que sucede con el rencor es que transforma una historia ¨ªntima en un discurso social. Alumbra los integrismos, las radicalizaciones, pero tambi¨¦n los nacionalismos, la xenofobia y el odio. La desintegraci¨®n casi nunca es completa y la supuesta v¨ªctima se transforma en verdugo cuando encuentra un motivo que le resarce, un bando en el que militar ciegamente. No busquemos tanto lo que llenaba el esp¨ªritu del asesino, sino lo que le hab¨ªa vaciado previamente. Ah¨ª se acomodaron la mentira y el rencor que le convencieron de que sus enemigos eran las familias de apariencia feliz y festiva que ocupaban el paseo mar¨ªtimo de Niza.
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