C¨®mo sobrevivir a las fiestas gays de drogas y sexo
Un documental brit¨¢nico se sumerge en el mundo de las 'chemsexs', una peligrosa tendencia creciente en las grandes capitales del planeta
Dirigido/producido por William Fairman y Max Gogarty, Chemsex es un film ingl¨¦s de alta graduaci¨®n. Las escenas de sexo duro abundan, los testimonios ¨Ca cara descubierta o tras una cortina roja- carecen de remilgos y lo que denuncia pone los pelos de punta. No se cuestiona que el sexo es divertido y que cada uno es muy libre de buscar el placer c¨®mo desee (siempre que no se atente contra otra persona), pero s¨ª se alerta sobre ciertas pr¨¢cticas de alto riesgo en el contagio de enfermedades graves. Es cierto que las drogas (o el alcohol) y la diversi¨®n han ido casi siempre de la mano, tanto en fiestas homo como heterosexuales, pero hay dos elementos contempor¨¢neos que han ayudado al florecimiento de estas reuniones caseras donde abunda el speed, la viagra y el ¨¦xtasis y escasean los condones: las aplicaciones de ligoteo y la medicaci¨®n que ha convertido a aquella plaga llamada sida en una pandemia no letal.
Reuniones caseras donde abunda el 'speed', la viagra y el ¨¦xtasis y escasean los condones
¡°Las drogas me dan una confianza que nunca tuve: me sent¨ªa como una estrella del porno¡±, asegura uno de los numerosos entrevistados (hay incluso alg¨²n que otro espa?ol residente en Londres), rememorando sus m¨¢s gozosos encuentros sexuales en grupo regados con ketamina, mefedrona, GHB y otras muchas sustancias. De esa abundancia de qu¨ªmica procede el t¨¦rmino chemsex, algo que en Espa?a se denomina coloquialmente -a trav¨¦s de las apps- ¡°sesi¨®n¡±, acompa?ada habitualmente de complementos como ¡°con tema¡± y ¡°BB¡± (bareback, o sin protecci¨®n profil¨¢ctica: algo as¨ª como una ruleta rusa ven¨¦rea).
En grandes ciudades como Madrid, Barcelona o Valencia, a cualquier hora del d¨ªa o la noche, se pueden encontrar perfiles en las aplicaciones del m¨®vil que, ya desde el nick del usuario, invitan a participar en esas org¨ªas privadas: te pasan la direcci¨®n y, cuando llegas, penetras en un piso a oscuras, con las cortinas echadas y m¨²sica electr¨®nica, donde r¨¢pidamente te invitan a una raya (que puede que sea de lo que te dicen o no¡). Al poco ya est¨¢s colocado y empieza el baile sexual, con uno, con dos o con varios. As¨ª durante horas, raya va, copa viene, incluso, como se ve en el documental referido, algunos se inyectan delante de los presentes. El coloc¨®n es tal que, al d¨ªa siguiente, no recordar¨¢s muy bien con qui¨¦n te lo hiciste, ni c¨®mo, ni mucho menos si tomaste las debidas y recomendadas precauciones.
Te pasan la direcci¨®n y, cuando llegas, penetras en un piso a oscuras, con las cortinas echadas y m¨²sica electr¨®nica
Esa es la denuncia principal de este documental que forma parte del Atlantic Film Festival que estos d¨ªas se celebra f¨ªsicamente en Palma de Mallorca y a trav¨¦s de internet (hasta el 27 de julio) en la web filmin: el riesgo para la salud que conlleva perder el control en un encuentro sexual con desconocidos. Algunos de los adictos a estas pr¨¢cticas que desfilan por la pel¨ªcula llegan a reconocer que la posibilidad de contagiarse del VIH forma parte de la excitaci¨®n, del juego, del morbo.
En Londres hay un centro de salud (Dean Street Clinic) que atiende a estos nuevos yonkis de las fuertes emociones (y de algo cercano a la autodestrucci¨®n), hombres de todas las edades y clases sociales que buscan la evasi¨®n extrema, un sustituto a la falta de afecto y la compa?¨ªa multitudinaria como ant¨ªdoto temporal a la soledad. Los cineastas se plantean si el colectivo gay es precisamente, por sus condiciones de (semi)clandestinidad, ausencia de normas sociales y de desarrollo emocional a veces castrado, el m¨¢s proclive a sucumbir a estas tentaciones.
Algunos de los adictos reconocen que la posibilidad de contagiarse del VIH forma parte de la excitaci¨®n
Pero, como muestra asimismo el documental Chemsex, se puede salir de ese submundo y consumismo sexual desenfrenado: los valientes testimonios que por ¨¦l desfilan dan prueba de ello. Porque se corre el riesgo de que ese gusto por el exceso puede llegar a normalizarse, con consecuencias nefastas para la salud, no s¨®lo del colectivo homosexual, sino de toda la sociedad.
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