El dilema de S¨¢nchez
La elecci¨®n del PSOE no es oposici¨®n o Gobierno, sino oposici¨®n o irrelevancia
La encuesta sobre el clima social de Espa?a realizada por Metroscopia que este diario publica hoy confirma que, lejos de arrepentirse de la sustituci¨®n del bipartidismo (si bien imperfecto) por un sistema multipartidista, los ciudadanos siguen prefiriendo distribuir sus preferencias entre varias fuerzas pol¨ªticas. Ocurre, sin embargo, que la perseverancia de los electores en sus orientaciones de voto encuentra en el tablero de los partidos, en lugar de flexibilidad para acomodarse a dichas preferencias, una incomprensi¨®n rayana en la tozudez.
Tal es, desde luego, el caso de Mariano Rajoy, incapaz, como se ha visto una y otra vez desde el mes de diciembre pasado, de adaptar su estilo pol¨ªtico al hecho de pasar de gozar de una comod¨ªsima mayor¨ªa absoluta a convertirse en el ¨²nico l¨ªder con capacidad real de formar Gobierno, aunque en la complicada situaci¨®n de depender de otros para lograr hacer efectiva dicha posibilidad.
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Que Rajoy no haya entendido la complejidad de la nueva situaci¨®n pol¨ªtica en la que estamos resulta sorprendente. Como lo es el hecho de que el l¨ªder de la segunda fuerza pol¨ªtica de el pa¨ªs, Pedro S¨¢nchez, incurra en la misma incapacidad, siga enrocado en comportamientos t¨ªpicos del bipartidismo ¡ªque repart¨ªa de forma autom¨¢tica el papel de Gobierno y oposici¨®n a las fuerzas pol¨ªticas sin necesidad de grandes quebraderos de cabeza¡ª y no acepte que los criterios que deben regir a la hora de determinar el voto en una situaci¨®n como la actual son, por necesidad, distintos.
Tanto los resultados electorales como los pronunciamientos de los principales l¨ªderes del PSOE, rechazando la posibilidad de construir un Gobierno que sumara a Podemos y a los nacionalistas, le colocan en la oposici¨®n de forma n¨ªtida.
En estas circunstancias, abstenerse en una eventual votaci¨®n de investidura no significar¨ªa en absoluto endosar la figura de Rajoy, sino certificar que con los resultados electorales del 26-J, el paso a la oposici¨®n requiere, como condici¨®n sine qua non, la existencia previa de un Gobierno.
Que, como se?ala el sondeo que publicamos, una mayor¨ªa de votantes socialistas (63% frente a 32%) estuviera dispuesta a la abstenci¨®n ante una investidura de Rajoy para evitar otras elecciones, muestra que ese entendimiento es amplio entre la base electoral socialista. Y que Pedro S¨¢nchez sea, con diferencia, el l¨ªder peor valorado entre sus propios votantes (con un saldo evaluativo positivo de tan solo 31 puntos, en comparaci¨®n con Rajoy, Iglesias o Rivera, que muestran saldos de +70, +59 y +43), apunta a que el PSOE de S¨¢nchez est¨¢ adentr¨¢ndose por la misma y peligrosa senda en la que han acabado los laboristas brit¨¢nicos con el liderazgo de Jeremy Corbyn: la de pasar de ser un partido de amplio espectro ideol¨®gico y social, con muy buenas posibilidades de llegar al Gobierno, a convertirse en un partido que solo puede sostenerse ante sus militantes pero no ante el suficiente n¨²mero de votantes como para convertirlo en una alternativa de Gobierno. El dilema de S¨¢nchez no es entre Gobierno u oposici¨®n, sino entre oposici¨®n e irrelevancia.
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