13 fotosCercados por la modernidadLos pigmeos del sur de Camer¨²n se ven atrapados entre la tradici¨®n y la realidad actualChema CaballeroCamer¨²n - 10 ago 2016 - 08:50CESTWhatsappFacebookTwitterLinkedinCopiar enlaceEn esta zona de Camer¨²n, a ambos lados del camino se levanta una muralla de palmeras de aceite, entre la que se divisa a trabajadores que con largas p¨¦rtigas cortan las grandes pi?as de frutos rojos que crecen en sus copas. Luego, remolques tirados por tractores o peque?os camiones las transportan hasta los molinos donde ser¨¢n transformadas.Chema CaballeroLa inmensa plantaci¨®n pertenece a Socapalm, una empresa privatizada controlada en un 80% por el grupo de origen franc¨¦s Bollor¨¦. En el interior de la misma ha quedado atrapado un pueblo de pigmeos bagyelis que se llama Kilombo. Para llegar hasta ¨¦l hay que sortear a los guardias de seguridad de la empresa, que tienen ¨®rdenes de no dejar pasar a nadie que no resida all¨ª. En la imagen, un remolque transporta las pin?as de las palmeras camino del molino.Chema CaballeroA la derecha en la imagen, Germaine Biwong, la partera de Kilombo, y su nuera Mirance Lana. Biwong recuerda otros tiempos. ¡°Todo era selva y solo viv¨ªamos nosotros, los pigmeos¡±. Un poco m¨¢s all¨¢ de su casa est¨¢ el r¨ªo, que hac¨ªa de frontera con el poblado bant¨². "Ellos estaban a un lado y nosotros a otro y nunca ten¨ªamos problemas¡±. Biwong denuncia que cuando se supo que Socapalm iba a llegar a la zona, los bant¨²es se apropiaron de sus tierras y las vendieron. "Y a nosotros no nos dieron nada¡±.Chema CaballeroMathieu Mvoue Mgouala (derecha) es hijo de Germaine y lleva un a?o trabajando para Socapalm. ¡°Echo pesticidas para matar las hierbas¡±, explica. ¡°Es un trabajo peligroso, pero tengo que hacerlo porque tengo que dar de comer a mi familia. Tengo una mujer y dos hijos¡±, dice.Chema CaballeroGermaine Biwong con una de sus nietas. ¡°Ahora no tenemos caza para comer¡±, denuncia. Su hijo a?ade que cuando quieren cazar tienen que caminar m¨¢s de cuatro horas a trav¨¦s del palmeral hasta salir de ¨¦l y encontrar algo de selva. Tampoco pueden pescar, seg¨²n la anciana, porque Socapalm "ha construido barreras en el r¨ªo y ya no hay peces¡±.Chema CaballeroBiwong critica la actitud de la empresa que explota la plantaci¨®n. ¡°Nos prometieron muchas cosas pero no nos han dado nada y ponen problemas para todo, incluso si quieren te pueden encarcelar por hacer un peque?o huerto, porque dicen que la tierra es suya¡±, se queja la anciana. En la casa, construida con tablas de madera, hay un par de j¨®venes, tres ni?os y una anciana, que se turnan para ir al fondo de la misma y beber de un par de garrafas de vino de palma.Chema CaballeroPara llegar hasta Kilombo hay que sortear a los guardias de seguridad de la empresa, que tienen ¨®rdenes de no dejar pasar a nadie que no resida all¨ª. Pero de vez en cuando hay suerte y un fuerte e intenso aguacero se convierte en aliado de Th¨¦r¨¨se Ngoumnde y Chantal Wala (de rojo), dos maestras, trabajadoras sociales y voluntarias de la ONG Zerca y Lejos, que tambi¨¦n son bagyelis y van a visitar la comunidad. En la imagen, ambas posan ante la casa de Germaine Biwong con su familia.Chema CaballeroEn la imagen, Franc?ois, el nin?o mayor de la casa de Germaine Biwong. En la escuela infantil de Namikumbi, otro pueblo pigmeo cerca de Kilombo, solo estudian cinco alumnos. Cuando los peque?os terminan esa etapa no tienen a d¨®nde ir porque el colegio de primaria est¨¢ muy lejos. "Para llegar a la escuela media m¨¢s cercana tienen que cruzar el r¨ªo en piragua y luego caminar una hora y media", explica Marie Belle Ndabouaive, la maestra.Chema Caballero"Cojo a los turistas aqu¨ª y los llevo al campamento pigmeo. Les hago de traductor y resuelvo sus dudas, porque los pigmeos no hablan franc¨¦s, solo su idioma¡±. David Ludovic Nzie, gu¨ªa tur¨ªstico, explica que a los bagyelis no se les paga ¡°porque no saben qu¨¦ hacer con el dinero. Les llevamos arroz o algo de comida¡±. Nzie se e queja de que est¨¦n "modernizados" y vayan vestidos con las ropas que les dan los visitantes. "Pero el pigmeo siempre ser¨¢ pigmeo, aunque se vista con ropa moderna".Chema CaballeroJacque Ngongo es el jefe bagyeli. Son las ocho de la ma?ana y est¨¢ ya bebido, por lo que se hace dif¨ªcil conversar con ¨¦l. Confirma que en su pueblo residen unas 30 personas. Subsisten gracias a "lo que nos dan la selva, la caza y la recolecci¨®n". Tambi¨¦n intercambian algunas de esas cosas con los bant¨²es por productos como arroz, ropa o aceite. El discurso de Ngongo parece aprendido y ensayado. Cuando se le dice que en la zona no queda nada de selva, solo el inmenso palmeral, intenta salir del paso. ¡°S¨ª, es verdad, aqu¨ª no hay selva. Para cazar hay que ir m¨¢s lejos. Tenemos que cruzar la plantaci¨®n de Socapalm, lo que supone unas cuatro horas caminando, como m¨ªnimo¡±.Chema CaballeroSeg¨²n el jefe del pueblo de Namikumbi, los visitantes pueden pagar unos 15.000 francos cfa. (23 euros) cada uno al bant¨² que los trae desde el puente. Pero este ¨²ltimo solo deja en el pueblo 30.000 francos cfa (unos 46 euros). "El dinero se reparte entre dos cajas: una para los hombres y otra para las mujeres. Se utiliza para comprar comida y ropa". ?Y de d¨®nde sale el alcohol? "No lo compramos, nos lo traen los turistas. Ayer tuvimos un grupo de 15 franceses y trajeron mucho".Chema CaballeroLos j¨®venes bagyelis de Namikumbi denuncian que los bant¨²es que traen a los turistas les proh¨ªben hablar en franc¨¦s con los visitantes. "A veces nos hacen quitarnos la ropa y ponernos las faldas de rafia que ni siquiera nuestros padres llevaban. Tambi¨¦n nos prohiben llevar chanclas¡±.Chema Caballero¡°Quiz¨¢s los ancianos no conocen otra salida, pero los j¨®venes entran en el juego del turismo, de pretender que no hablan franc¨¦s o de tener que ir medio desnudos, porque en el fondo consiguen dinero f¨¢cil con el que beber sin tener que trabajar en otra cosa¡±. Por eso Wala y su compa?era visitan las comunidades buscando qu¨¦ alternativas ¡ªadem¨¢s de la educaci¨®n¡ª puede ofrecer la asociaci¨®n a los bagyelis para que recuperen su orgullo y sus ganas de vivir. La tarea es dif¨ªcil. Pero las dos j¨®venes saben que de ello depende la supervivencia de su pueblo.Chema Caballero