El significado de la responsabilidad
Si pensamos en la gravedad de los problemas y en las soluciones deseables, la cuesti¨®n no es negarse a la continuidad de un Gobierno del PP sino renunciar a construir una mayor¨ªa alternativa que es posible y pol¨ªticamente muy urgente
Desde diciembre, en la pol¨ªtica espa?ola sobra ruido y prima una sorprendente desconexi¨®n entre la gravedad de los problemas y el debate sobre la mejor opci¨®n para enfrentarse a ellos. La minimizaci¨®n del riesgo pol¨ªtico, sea dentro de un espacio ideol¨®gico o dentro de la propia organizaci¨®n, prevalece sobre todo lo dem¨¢s. La misma vocaci¨®n de supervivencia que condujo al fracaso colectivo de la izquierda entre diciembre y junio explica el reciente giro de Ciudadanos, necesitado de retomar la iniciativa tras el retroceso electoral. En este contexto, se apela diariamente a la ¡°responsabilidad¡± y se celebra como tal que Rivera haya contribuido a acabar con esta interinidad con vocaci¨®n de permanencia.
Antes de realizar juicios sobre la responsabilidad de los pol¨ªticos conviene clarificar los criterios. Me centrar¨¦ en dos: el primero, ampliamente esgrimido, es el de la necesidad urgente de investir un Gobierno capaz y estable. Si un partido ve que los que le gobiernan son otros en el Parlamento, la estabilidad durar¨¢ poco; el segundo, en el que apenas se profundiza, ata?e a la relaci¨®n entre los desaf¨ªos a que se enfrenta el Gobierno, la naturaleza de las soluciones que se proponen, y el perfil del partido o coalici¨®n de Gobierno. Con mayor¨ªas absolutas, este problema lo resuelven los votantes. Sin ellas, la tarea corresponde a los l¨ªderes de los distintos partidos. Lo preocupante de la situaci¨®n actual es que lo que parece la opci¨®n m¨¢s factible desde el punto de vista de la gobernabilidad es la m¨¢s perjudicial desde el punto de vista de las pol¨ªticas necesarias a corto y medio plazo. Y aqu¨ª es donde las apelaciones a la responsabilidad se vuelven algo m¨¢s complejas.
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Da v¨¦rtigo repasar los desaf¨ªos presentes y futuros: una crisis social, con niveles de paro de larga duraci¨®n, precariedad salarial y pobreza infantil impropios de sociedades avanzadas; al tiempo, y agravando la situaci¨®n, una crisis fiscal, con pensiones cada vez m¨¢s expuestas, una deuda creciente superior al 100% del PIB y un d¨¦ficit sobre el que Bruselas espera al nuevo Gobierno; una crisis institucional, donde la corrupci¨®n y la manipulaci¨®n a favor de intereses particulares y de partido se han extendido como un c¨¢ncer; y una crisis territorial que refleja el agotamiento del parche, efectivo y duradero pero en ultimo t¨¦rmino agotado, dise?ado en 1978. En el camino, las generaciones m¨¢s j¨®venes siguen en el fondo de la lista de prioridades en un mundo crecientemente competitivo.
Ante semejante escenario, Ciudadanos condiciona la investidura a una ¡°regeneraci¨®n¡± sobre medidas aplicables solo despu¨¦s de la investidura, cuando no necesitadas de una reforma constitucional. Lo importante es lo que no piden. Por omisi¨®n, la oferta sugiere continuismo en los grandes ejes de la pol¨ªtica econ¨®mica y, sobre todo, en la cuesti¨®n territorial. Por su parte, PSOE y Unidos Podemos compiten por el liderazgo de la oposici¨®n, con los primeros neg¨¢ndose tanto a sumarse a un supuesto ¡°pacto de Estado¡± como a considerar la posibilidad de un acuerdo que, incluyendo la participaci¨®n de algunos partidos soberanistas, podr¨ªa facilitar una alternativa de izquierda. Decir que no a ambas cosas a la vez y asegurar que no habr¨¢ terceras elecciones eleva el list¨®n de la paciencia exigible a votantes y ciudadanos. Si el compromiso de evitar terceras elecciones es cre¨ªble, antes o despu¨¦s el PSOE tendr¨¢ que elegir entre tolerar a Rajoy o liderar una alternativa.
Si hay que evitar terceras elecciones, el PSOE debe elegir entre tolerar a Rajoy o liderar una alternativa
La interpretaci¨®n dominante sugiere que lo responsable es permitir que gobierne Rajoy, sea con Ciudadanos, sea en solitario. Se trata de una interpretaci¨®n que razona solo desde la perspectiva de la llamada gobernabilidad. Pero la gobernabilidad no es, o no debiera ser, un fin en s¨ª mismo. Es un medio para contribuir a una adecuaci¨®n democr¨¢ticamente leg¨ªtima entre las soluciones propuestas y los problemas del pa¨ªs.
A pesar de las condiciones establecidas por Ciudadanos, consentir la continuidad como presidente del nombre m¨¢s mencionado en los papeles de B¨¢rcenas condona impl¨ªcitamente la corrupci¨®n y la vulneraci¨®n de derechos fundamentales, generando un enorme da?o social; implica tambi¨¦n consolidar el incremento de working poor, de la pobreza infantil, de la desigualdad y de la ausencia total de compromiso con una sociedad en la que las nuevas generaciones no tengan que elegir entre trabajar pr¨¢cticamente gratis, estar parados, o emigrar; supone tolerar un capitalismo de captura, donde el sector p¨²blico es una pieza de caza mayor mientras se predica la eficiencia de mercado; renunciar a reconducir la Uni¨®n Europea hacia una mayor integraci¨®n fiscal e institucional, y, finalmente, contribuye al enquistamiento y la polarizaci¨®n a la hora de afrontar el llamado ¡°problema catal¨¢n¡±.
La continuidad contribuye al enquistamiento y la polarizaci¨®n en el llamado ¡°problema catal¨¢n¡±
Si pensamos en la gravedad de los problemas y en las soluciones deseables, lo verdaderamente irresponsable no es negarse a la continuidad de un Gobierno del PP sino renunciar a construir una mayor¨ªa alternativa que es aritm¨¦ticamente posible y pol¨ªticamente muy urgente. Aquellos que tienen no solo la posibilidad sino tambi¨¦n el mandato de intentar una alternativa se autoexcluyen por razones de supervivencia interna vinculadas a la cuesti¨®n catalana. La distancia entre En Com¨²-Podem y los partidos soberanistas de izquierdas, por un lado, y los sectores del PSOE representados por Susana D¨ªaz, por otro, act¨²a como un seguro para Rajoy. De momento, es m¨¢s c¨®modo sentirse ¡°enviados a la oposici¨®n¡± cuando solo han sido enviados al Parlamento. Cuesta imaginar una actitud menos justificable cuando, sin histrionismos y con cesiones asumibles, las bases para un acuerdo en lo econ¨®mico, en lo social y en lo institucional son evidentes. A su vez, el refer¨¦ndum, repetida y democr¨¢ticamente reclamado por la sociedad y el Parlamento catalanes, tendr¨ªa cabida en un programa de reforma del Estado que contribuir¨ªa a gestionar el problema pol¨ªtico que plantea el independentismo de forma racional y asumible tambi¨¦n por la ciudadan¨ªa catalana, ofreciendo una alternativa en positivo. Motivados por cuestiones internas, algunos socialistas encuentran estrat¨¦gicamente atractivo enfundarse en la bandera para justificar su inmovilismo; otros quiz¨¢ est¨¦n esperando a que Rajoy fracase para mover ficha. El coste de ambas actitudes es muy alto porque obliga a una posici¨®n l¨®gicamente insostenible y dificulta una alternativa econ¨®mica esencial para millones de familias. Adem¨¢s, debilitan aquello que dicen proteger. Los datos son incontestables: el inmovilismo constitucional alimenta el independentismo, en una prueba m¨¢s de que hay amores que matan. Frente a esa posibilidad, negociar un programa de gobierno que aborde las crisis con ambici¨®n y aprendiendo de los errores de otros es la ¨²nica forma de garantizar no solo la integridad territorial y el futuro de nuestros hijos, sino la propia supervivencia de aquellos que parecen haber abdicado de su responsabilidad con sus representados.
Pablo Beramendi es profesor de Ciencia Pol¨ªtica en Duke University.
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