Envidia

Nunca he visto a ning¨²n mexicano pidiendo limosna en Estados Unidos. No es frecuente que un t¨ªtulo largo golpee al lector con tanta contundencia como la frase que Alejandro Gonz¨¢lez I?¨¢rritu escogi¨® para encabezar la tribuna que public¨® hace poco en este mismo peri¨®dico. El cineasta mexicano, que vive, trabaja y gana Oscars en Estados Unidos, emprend¨ªa una dur¨ªsima condena a la hospitalidad ofrecida por Pe?a Nieto a Donald Trump con una imagen muy sugerente. Cada manchita multicolor que divisaba a trav¨¦s de la ventanilla del tren en el que viajaba identificaba a un trabajador mexicano o centroamericano recogiendo tomates bajo un sol abrasador. Enarbolando su trabajo y su cansancio como una lanza afilada, I?¨¢rritu denunciaba la humillaci¨®n que hab¨ªa sentido como mexicano tras la exhibici¨®n de indignidad del presidente de M¨¦xico, un servilismo que no dud¨® en calificar como traici¨®n. Pero lo que me impresion¨® de verdad fue que se animara a escribir que Pe?a Nieto hab¨ªa dejado de representarle, que nunca m¨¢s lo considerar¨ªa su presidente. Y no porque no entendiera sus argumentos, sino porque yo, nosotros, los espa?oles, ya no tenemos fuerzas para decir lo mismo. Porque en la inmensa desilusi¨®n en la que se ha convertido Espa?a, ni los pol¨ªticos se sentir¨ªan afectados por una afirmaci¨®n semejante ni los ciudadanos conservamos la pizca de ilusi¨®n imprescindible para formularla. La juvenil energ¨ªa de ese art¨ªculo me enfrent¨® con otro trabajo y otro cansancio, el de convivir con la senil decadencia en la que ha desembocado este pa¨ªs tras la frustrada promesa del 15-M. Y adem¨¢s me dio mucha envidia. Porque ya ni me acuerdo de la ¨²ltima vez que tuve fuerzas suficientes para escribir palabras como las suyas.