Colombia: s¨ª a la paz (1)
Durante esta semana, CONTRAPUNTOS publicar¨¢ diversas opiniones y aportes sobre el futuro de la paz en Colombia. El plebiscito del 2 de octubre marcar¨¢ un momento decisivo en la construcci¨®n del necesario camino a la paz definitiva en un pa¨ªs que ha sufrido una guerra de m¨¢s de medio siglo, con m¨¢s de 5 millones de v¨ªctimas, 220 mil muertos, m¨¢s de 25 mil desaparecidos y 30 mil secuestrados. Un horror que comienza a ser superado con el important¨ªsimo acuerdo de paz logrado entre el gobierno del presidente Juan Manuel Santos y las FARC. Nos sumamos as¨ª al esfuerzo colectivo y solidario de todos los que trabajan activamente, dentro y fuera de Colombia, para que el pr¨®ximo 2 de octubre triunfe el SI A LA PAZ y podamos continuar so?ando y construyendo un futuro de dignidad, justicia e igualdad.
"Lo que sorprende no es que se firme la paz, es que haya gente que vote por el no". Ingrid Betancourt, ex candidata presidencial, 6 a?os secuestrada por las FARC.
"Podemos proclamar que termina la guerra con las armas y comienza el debate de las ideas. Confesamos que hemos concluido la m¨¢s hermosa de todas las batallas: la de sentar las bases para la paz y la convivencia". Iv¨¢n M¨¢rquez, jefe de la Delegaci¨®n de Paz de las FARC.
Colombia: s¨ª a la paz (1)
Un S? al plebiscito es un S? a la paz - Eduardo Rueda
Por qu¨¦ el S? este 2 de octubre - Carlos Mario Perea
El acuerdo de paz y los colombianos y colombianas en el exterior - Denis Rojas
El S? es una oportunidad ¨²nica para construir una nueva escuela en Colombia - Nelson Ernesto L¨®pez Jim¨¦nez
Un S? al plebiscito es un S? a la paz
Eduardo Rueda, director del Instituto de Bio¨¦tica de la Pontificia Universidad Javeriana, Bogot¨¢, Colombia; coordinador del Grupo de Trabajo de Filosof¨ªa Pol¨ªtica de CLACSO.
El pr¨®ximo 2 de Octubre, los colombianos deber¨¢n decidir si aprueban o no el Acuerdo Final pactado entre el gobierno y las FARC, tras casi cuatro a?os de di¨¢logos en La Habana. El Acuerdo Final establece las obligaciones suscritas por las partes para cesar el conflicto armado y se organiza en torno a seis puntos fundamentales: desarrollo rural integral, participaci¨®n pol¨ªtica, soluci¨®n al problema de las drogas il¨ªcitas, justicia hacia las v¨ªctimas del conflicto armado, cese del fuego y de hostilidades bilateral y definitivo, y mecanismo de implementaci¨®n, verificaci¨®n y refrendaci¨®n de lo acordado.
El primer acuerdo establece, bajo la premisa de organizar el desarrollo local con enfoque territorial, la creaci¨®n de un fondo de tierras para los campesinos sin tierra, obliga a la actualizaci¨®n del catastro rural y al uso de tierras seg¨²n su vocaci¨®n, define obligaciones para el cuidado de ¨¢reas de inter¨¦s ambiental y dispone una serie de medidas para garantizar la hist¨®ricamente pendiente inclusi¨®n social del campesinado (educaci¨®n, salud, v¨ªas, saneamiento b¨¢sico, riego, cr¨¦ditos, seguridad social y alimentaria, apoyo t¨¦cnico y apoyo a la econom¨ªa familiar).
El segundo punto establece la obligaci¨®n de facilitar la creaci¨®n de partidos, establece mecanismos que den mayor transparencia a las elecciones, asegura la representaci¨®n, al menos transitoria, de regiones apartadas en el Congreso, determina la creaci¨®n de un estatuto de oposici¨®n, fija garant¨ªas para el derecho de protesta, y define estrategias para el fortalecimiento de la participaci¨®n local, el control ciudadano, los medios de comunicaci¨®n comunitarios y la seguridad de los l¨ªderes sociales.
El tercer acuerdo establece la creaci¨®n, con fuerte participaci¨®n de las comunidades afectadas, de un programa integral de sustituci¨®n de cultivos y desarrollo alternativo, el desarrollo de acciones de combate del crimen organizado, las finanzas il¨ªcitas y la corrupci¨®n asociada al narcotr¨¢fico, y el dise?o e implementaci¨®n de estrategias para abordar el problema del consumo con un enfoque de salud p¨²blica.
El cuarto punto establece una comisi¨®n de la verdad para el esclarecimiento de lo ocurrido durante el conflicto armado, crea la unidad de b¨²squeda e identificaci¨®n de desaparecidos y v¨ªctimas en raz¨®n del conflicto, y establece medidas de reparaci¨®n hacia las v¨ªctimas que incluyen actos de reconocimiento de responsabilidad por parte de los victimarios, restituci¨®n de tierras y reparaci¨®n colectiva de comunidades afectadas, retorno de poblaciones desplazadas a sus lugares de origen y atenci¨®n psicosocial de las v¨ªctimas. Define, adem¨¢s, la jurisdicci¨®n especial para la paz, que investigue y juzgue a los responsables de cr¨ªmenes graves.
El quinto acuerdo fija las zonas de ubicaci¨®n para las FARC, establece los mecanismos para la entrega de sus armas a una misi¨®n de ONU y determina una estrategia para la verificaci¨®n internacional del cese al fuego y de hostilidades. El acuerdo dispone que las autoridades civiles continuar¨¢n en estas zonas en el ejercicio de sus funciones.
El ¨²ltimo acuerdo establece una comisi¨®n de seguimiento y verificaci¨®n del acuerdo final integrada por tres representantes del gobierno y tres de las FARC, define un mecanismo de verificaci¨®n internacional que incluye una misi¨®n de ONU que confirme la reincorporaci¨®n de las FARC a la vida civil, dispone el acompa?amiento internacional de varios pa¨ªses y entidades, como la ONU, en la implementaci¨®n de los acuerdos, y condiciona la implementaci¨®n de todo lo acordado a la refrendaci¨®n ciudadana.
En este contexto, votar por el ¡°S¨ª¡± significa, entonces, apoyar el contenido y la implementaci¨®n de estos 6 acuerdos. Votar por el ¡°No¡± echa al traste cuatro a?os de esfuerzos entre las partes por encontrar los t¨¦rminos bajo los cuales cesar definitivamente la guerra. Echa al traste la enorme oportunidad de hacer justicia a las v¨ªctimas, de saldar la deuda social con tantas comunidades campesinas e ind¨ªgenas marginadas y excluidas, de profundizar la participaci¨®n ciudadana y robustecer los mecanismos de construcci¨®n de la voluntad democr¨¢tica, y de asumir una agenda de desarrollo rural y de salud p¨²blica para enfrentar el problema de la producci¨®n y consumo de drogas. En fin, echa al traste la posibilidad de que los ni?os, las ni?as y los j¨®venes, y las generaciones venideras puedan construir poco a poco el ¨²nico sue?o leg¨ªtimo: el de una justicia que nunca m¨¢s produzca v¨ªctimas.
Por qu¨¦ el S? este 2 de octubre
Carlos Mario Perea, profesor de las Universidades Nacional de Colombia y Distrital Francisco Jos¨¦ de Caldas de Bogot¨¢. Miembro del Consejo Nacional de Paz y de la Red de Universidades por la Paz
En muy contadas ocasiones un pueblo tiene la oportunidad de torcerle el curso a su destino. Para que esto ocurra ese pueblo ha tenido que atravesar las grandes aguas y, en medio de arduas contiendas, haber padecido indecibles sufrimientos.
Tal es el caso de Colombia, no s¨®lo por haber portado el peso de la guerra m¨¢s larga y degradada del continente, sino adem¨¢s por la triste condici¨®n de ser el rinc¨®n del planeta donde el narcotr¨¢fico descarg¨® sus efectos m¨¢s amargos y disolventes. Cu¨¢ntas veces, durante el trayecto de las ¨²ltimas tres d¨¦cadas, nos hemos descubierto cerrando los ojos mientras nos invade la sobrecogedora sensaci¨®n de ser los hijos de un pa¨ªs que sin remedio se condena al fracaso. Poco cuenta la orilla en donde la vida haya situado a cada quien; sea en este momento o en aquel otro, todos sin excepci¨®n pasamos por la aturdidora revelaci¨®n de pertenecer a la naci¨®n cuyas coordenadas se desquiciaron.
Se le han pagado demasiados tributos a la muerte y la sangre: cu¨¢ntas vidas malogradas, cu¨¢ntos cuerpos mutilados, cu¨¢ntas almas extraviadas, cu¨¢nto odio amasado¡
En medio de esa larga agon¨ªa, no obstante, al fin parecen remontarse las grandes aguas de la guerra. Es eso, nada m¨¢s y nada menos, lo que est¨¢ en juego en el plebiscito de este pr¨®ximo 2 de octubre. Ciertamente la victoria del ¡°SI¡± no extirpar¨¢ de ra¨ªz los m¨¢s sentidos males nacionales. No se le pondr¨¢ coto final al conflicto b¨¦lico, para su infortunio Colombia enfrenta el drama de un nuevo ciclo de violencias alentado por viejos y nuevos agentes armados. Tampoco se erradicar¨¢ de tajo el narcotr¨¢fico, las drogas il¨ªcitas son uno de esos fen¨®menos globalizados cuya transformaci¨®n depende de la voluntad conjunta del continente latinoamericano.
Con todo, pese a sus acotados alcances, el cierre de la confrontaci¨®n con las FARC significa tanto como remontar las grandes aguas de la confrontaci¨®n. As¨ª es, supone desmovilizar el ej¨¦rcito que de lejos alcanz¨® el m¨¢s impresionante despliegue por el territorio, en un momento presente en la mitad de la geograf¨ªa. En realidad, lo que cuenta de m¨¢s fondo, esa clausura significa poner t¨¦rmino al consistente tejido hist¨®rico que ha urdido un cuerpo en armas cuyos primeros impulsos se remontan a los a?os 40 del siglo XX, como bien lo encarn¨® Manuel Marulanda V¨¦lez, el guerrillero que emprendi¨® su carrera como liberal de pura cepa para convertirse con los a?os en jefe de la causa insurgente.
Con la desmovilizaci¨®n de las FARC las aguas se aquietan, adormeciendo sus grandes turbulencias. Frente a la agon¨ªa de la naci¨®n que parec¨ªa condenada a la tristeza, la victoria del ¡°SI¡± permite imaginar la posibilidad de un pa¨ªs que puede ser moldeado con manos dispuestas a entreverarse. La paz, su voz puesta en el coraz¨®n de la escena p¨²blica, ya ha resignificado cosas. Para comenzar, remoz¨® el enmohecido sentido de lo ciudadano arrancando cientos de gentes al marasmo paralizante de la guerra. Entre una guerrilla abandonando sus consignas innegociables y una ¨¦lite deponiendo sus intransigencias y privilegios, la paz moviliz¨® una sociedad dispuesta, como nunca antes, a apostarle nuevas cartas al juego impredecible de la historia.
El 2 de octubre, el d¨ªa de reclamar el sagrado derecho a vivir en paz, ese derecho tanto tiempo conculcado por las letales ponzo?as de la guerra. S¨®lo en contadas ocasiones un pueblo tiene la oportunidad de torcerle el curso a su destino. Eso representa el ¡°SI¡± del plebiscito, una voluntad que se reconoce a s¨ª misma tras el trance de las grandes aguas y el sufrimiento, una voluntad de naci¨®n que se hace consciente del hecho que al fin, despu¨¦s de tan prolongado tiempo, lleg¨® la hora de terciar el destino que nos viene por delante.
El acuerdo de paz y los colombianos y colombianas en el exterior
Denis Rojas, soci¨®loga colombiana, miembro del equipo de la Secretar¨ªa Ejecutiva de CLACSO.
La firma del "Acuerdo final para la terminaci¨®n del conflicto y la construcci¨®n de una paz estable y duradera" entre el gobierno colombiano presidido por Juan Manuel Santos y las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia-Ejercito del Pueblo (FARC-EP), ser¨¢ puesto a refrendaci¨®n por medio de un plebiscito nacional el pr¨®ximo 2 de octubre.
La medida acordada en la mesa de di¨¢logo de La Habana, ha sido considerada como mecanismo de legitimaci¨®n de este proceso y as¨ª mismo, como una acci¨®n que no s¨®lo involucra a los representantes o autoridades de cada uno de los sectores enfrentados, sino a la totalidad de la ciudadan¨ªa colombiana; es decir, busca que este sea un acuerdo entre la sociedad colombiana y las FARC-EP.
La participaci¨®n en este proceso implica no solo a los ciudadanos y ciudadanas que habitan el territorio colombiano, sino tambi¨¦n a todos aquellos que, por diversos motivos, nos encontramos fuera del pa¨ªs; m¨¢s a¨²n teniendo en cuenta que, seg¨²n los datos de la OIM publicados en el Perfil Migratorio de Colombia de 2012, era el pa¨ªs latinoamericano con la mayor cantidad de ciudadanos viviendo de manera permanente en el exterior.
Colombia ha sido tradicionalmente un pa¨ªs de emigraci¨®n. Desde la primera oleada migratoria en los a?os sesenta, los colombianos han emigrado a diferentes destinos por diversas razones, en gran medida por buscar mejores condiciones de vida y mayores oportunidades laborales. Los pa¨ªses de destino de los connacionales han sido, en primer lugar, la Rep¨²blica Bolivariana de Venezuela y Estados Unidos, pero esto se ha venido modificando a lo largo de los a?os, como lo muestran algunos datos y estudios. El Departamento Administrativo Nacional de Estad¨ªstica, a partir del censo de 2005, calcul¨® que el n¨²mero de colombianos en el exterior es de 3.378.345. El Ministerio de Relaciones Exteriores (2012) estima que hay 4.700.000. (OIM, 2012)
La participaci¨®n de colombianos y colombianas residentes en el exterior en el plebiscito del 2 de octubre no resulta un tema menor. El conflicto armado ha sido un factor significativo dentro del proceso migratorio, produciendo exilios ligados directamente a la violencia. Tambi¨¦n, debido a migraciones voluntarias como consecuencia de la limitaci¨®n en el ejercicio de derechos fundamentales, lo que ha producido la salida de decenas de miles de colombianos y colombianas en la b¨²squeda de mejores condiciones econ¨®micas o como estrategia para acceder a mejores servicios educativos, entre otros. La ACNUR se?ala que, en 2015, Colombia ten¨ªa 6.939.067 desplazados internos. Sin embargo, cabe aclarar que estos datos puede estar subvalorados, ya que, debido a las condiciones propias de la migraci¨®n tanto interna como externa, no todas las personas que sufren desplazamiento se encuentran registradas. El exilio colombiano no ha logrado dimensionarse y visibilizarse por varios factores. Por un lado, porque las condiciones de salida obligan a mantener el anonimato, "diluyendo" a los exiliados entre la masa migrante como medida de protecci¨®n o mecanismo de autopreservaci¨®n. Por otro, porque en los pa¨ªses de llegada se dificulta el registro, ya que los tr¨¢mites para la solicitud de la condici¨®n de refugio o asilo requieren la presentaci¨®n de documentaci¨®n procedente de Colombia que resulta imposible de tramitar para el migrante, o simplemente por desconocimiento de los marcos legales de protecci¨®n internacional.
Hay un total desconocimiento de todas las fuerzas del pa¨ªs acerca de qu¨¦ consiste el exilio, la di¨¢spora y la migraci¨®n. El Alto Comisionado de Naciones Unidas se?alaba que hay m¨¢s o menos 780 mil personas en situaciones similares al exilio, pero hay mucha gente que no est¨¢ contabilizada porque han tenido que irse en silencio.(Fragmento del testimonio de Jos¨¦ Gamboa disponible en el Proyecto Voces del Exilio del Centro Nacional de Memoria Hist¨®rica de Colombia).
Si bien la migraci¨®n externa han sido significativa en la historia del conflicto en Colombia, la consolidaci¨®n de procesos organizativos de migrantes es reciente. La confluencia de diversas iniciativa institucionales, auto convocadas y partidarias ha crecido de cara a dos elementos fundamentales: la promulgaci¨®n de la Ley 1448 de 2011 (Ley de v¨ªctimas y restituci¨®n de tierras) que abri¨® los canales legales para el reconocimiento de las v¨ªctimas y su reparaci¨®n, pero cuya definici¨®n y operativa no consider¨® las condiciones de los exiliados; y, el proceso de di¨¢logo con las FARC-EP y los espacios de discusi¨®n del punto 5 del Acuerdo, que contempl¨® audiencias p¨²blicas con las v¨ªctimas a fin de debatir los puntos respecto a reconocimiento, verdad y reparaci¨®n, ya que en los borradores de este punto no se hab¨ªa considerado los procesos de exilio y la reparaci¨®n de las v¨ªctimas residentes en el exterior.
La ley 1448 dio creaci¨®n al Centro Nacional de Memoria Hist¨®rica como espacio para la investigaci¨®n, la recuperaci¨®n de memoria y la reparaci¨®n hist¨®rica de la verdad. El Foro Internacional de V¨ªctimas, es un proceso organizativo de los colombianos/as exiliados que logr¨® su consolidaci¨®n en el a?o 2014. Busca abordar el fen¨®meno del exilio desde una mirada integral de las violencias incubadas en Colombia, extendiendo el reconocimiento de v¨ªctima a quienes han debido abandonar el pa¨ªs a causa de la violencia de g¨¦nero, la miseria, la violencia pol¨ªtica, las tragedias medioambientales, los conflictos ¨¦tnicos o la homofobia. As¨ª mismo, desde los espacios pol¨ªticos partidarios, la representante a la C¨¢mara por los Colombianos en el Exterior, Ana Paola Agudelo, del movimiento pol¨ªtico ¡°Mira¡±, ha llevado a cabo diversas acciones para articular la comunidad colombiana en el exterior con la aplicaci¨®n de la Ley de V¨ªctimas y de las medidas resultantes en los acuerdos de La Habana.
Finalmente, la alta migraci¨®n de colombianos y colombianas, principalmente de aquellos que migran como opci¨®n para acceder a la educaci¨®n superior, sea en el pregrado como en el cursado de maestr¨ªas o doctorados, ha dado como resultado el surgimiento de procesos organizativos autoconvocados que buscan dar visibilidad a la di¨¢spora colombiana, apoyando desde el exterior todo intento de favorecer la construcci¨®n de la paz y de una sociedad m¨¢s democr¨¢tica. En el caso particular de este proceso de paz y de cara al plebiscito del pr¨®ximo 2 de octubre, se ha organizado la Agenda Internacional de Iniciativas Ciudadanas por la Paz, que convoca a m¨¢s de 30 colectivos de diversa naturaleza, los cuales, alrededor del mundo, estar¨¢n realizando acciones de formaci¨®n, discusi¨®n y difusi¨®n del acuerdo de paz.
El 2 de octubre cada colombiano y colombiana podr¨¢ expresar en las urnas su decisi¨®n consciente sobre el destino de Colombia.
El S? es una oportunidad ¨²nica para construir una nueva escuela en Colombia
Nelson Ernesto L¨®pez Jim¨¦nez, presidente del Centro de Investigaci¨®n en Calidad de la Educaci¨®n, Colombia.
La escuela colombiana ha estado marcada, en buena medida, por las violencias, por el desconocimiento de los derechos humanos, por el no reconocimiento de la otredad y de la diferencia, por la competencia y la estandarizaci¨®n, por la exacerbaci¨®n del ¨¦xito individual en detrimento de lo p¨²blico, en un contexto donde impera ¡°la ley del m¨¢s fuerte¡±.
Votar por el S? es refrendar nuestra decisi¨®n de construir una Colombia en paz, con respeto a la diferencia, lo cual exige que la escuela sea transformada de manera estructural, promoviendo una resignificaci¨®n de la identidad del docente, que lo rescate como intelectual aut¨®nomo, l¨ªder, promotor, capaz de producir ideas, generar sue?os, invitar a desaf¨ªos. Se trata de convertir a la escuela en dinamizadora del cambio y de la transformaci¨®n social que Colombia necesita.
Refrendar con un S? rotundo los acuerdos de La Habana, contribuir¨¢ a profundizar el compromiso social de la escuela con las problem¨¢ticas que habitan en el contexto local, regional y nacional. Una escuela que tendr¨¢ seguramente m¨¢s preguntas que respuestas, pero que, mediante el di¨¢logo, contribuir¨¢ activamente a construir la necesaria confianza, credibilidad, anhelo y deseo, por el cual, la paz, la equidad, la reconciliaci¨®n, la reparaci¨®n y no repetici¨®n, el respeto por el campo y la participaci¨®n pol¨ªtica, se convertir¨¢n en el horizonte de acci¨®n que guiar¨¢ la construcci¨®n de nuestro futuro.
Proyectar el cambio sin transformar la actual realidad escolar, es pretender ¡°tirarle piedras a la luna¡±. En nuestras manos esta que nuestras pr¨®ximas generaciones reconozcan el esfuerzo por evitar esta guerra fratricida que, en las seis ¨²ltimas d¨¦cadas, ha llenado de sangre, rencor, odio, resentimiento, tristeza, amargura a cerca de ocho millones de colombianos y ha cubierto el territorio nacional con un manto de indiferencia, oprobio, olvido y desencanto.
No le neguemos a los hijos de nuestros hijos, la oportunidad de vivir en paz.
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