Sigue vivo

Ha habido pocos como ¨¦l, pero los hubo. Quiz¨¢s a¨²n los haya, aunque el mundo es ya demasiado peque?o. Alexander von Humboldt fue una de las m¨¢s colosales personalidades de la cultura europea. Atraves¨® Espa?a en una carreta cargada de instrumentos de medici¨®n y le regal¨® a Carlos IV un mapa con el perfil topogr¨¢fico de la meseta. As¨ª supimos que Madrid se asentaba a m¨¢s de seiscientos metros de altura. Cuando pas¨® por Canarias quiso subir el Teide, pero nadie hab¨ªa tenido semejante capricho. No encontr¨® un solo gu¨ªa. En Am¨¦rica escal¨® el Chimborazo con zapatos de sal¨®n que reventaron pronto. Los porteadores huyeron al llegar a la l¨ªnea de nieve. En la cota de los 5.017 metros segu¨ªa tomando medidas y anotando como pod¨ªa con los dedos congelados. Esto era en 1802, pero en 1829 atraves¨® la Siberia: ten¨ªa m¨¢s de 60 a?os y a¨²n vivir¨ªa otros 30. Su aportaci¨®n al conocimiento f¨ªsico, bot¨¢nico, biol¨®gico y zool¨®gico del mundo es gigantesca. Sin embargo, hoy es poco le¨ªdo a pesar de que fue quien invent¨® la noci¨®n misma de ¡°naturaleza¡± en su sentido moderno.

Acaba de aparecer un buen trabajo de Andrea Wulf sobre este portento que se titula as¨ª: La invenci¨®n de la naturaleza. Es un relato de los viajes m¨¢s notables del explorador, pero tambi¨¦n un examen del origen de la visi¨®n hol¨ªstica de la biosfera. Se puede completar con el fascinante Vistas de Am¨¦rica, traducido ahora en Espa?a. Cuando en la actualidad se alzan voces indignadas por la tala brutal de la selva amaz¨®nica y la amenaza que representa, se olvida que ya lo denunci¨® Humboldt en 1800 al ver el arrasamiento del lago Valencia, en Venezuela. Humboldt invent¨® el mundo, nuestro mundo. Y fue el primero en anunciar su muerte.