Respuesta a Puigdemont
La salida a la cuesti¨®n catalana exige negociaciones, pero sin ultim¨¢tums
La m¨²sica de la intervenci¨®n madrile?a del presidente de la Generalitat, Carles Puigdemont, suena sugerente, tras a?os de la dial¨¦ctica frentista de su antecesor. Proclam¨® que su deseo es sentarse, negociar y pactar. Que el refer¨¦ndum secesionista que reivindica debe ser tambi¨¦n objeto de pacto. Y que casi todo en ¨¦l es objeto de posible transacci¨®n, la pregunta, el c¨®mo, el cu¨¢ndo, el qu¨®rum y las cuarentenas indispensables antes de su repetici¨®n.
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Nunca antes en el quinquenio de proc¨¦s independentista su l¨ªder se mostr¨® tan flexible en su formulaci¨®n. Cierto que esta flexibilidad es tributaria de necesidades t¨¢cticas: intentar alcanzar una mayor¨ªa social hasta ahora frustrada, y que se pretende fraguar atrayendo al mundo comunero (Ada Colau, Podemos, Iniciativa) partidario del ¡°derecho a decidir¡±. Cierto que responde a la urgencia de vitaminar un proceso a¨²n potente pero en cierto declive.
Pero a¨²n as¨ª, si la disposici¨®n es negociadora ¡ªaunque sea sobre los detalles del refer¨¦ndum y no sobre el coraz¨®n de su planteamiento mismo¡ª, la respuesta del Gobierno central (incluso en funciones), de los grandes partidos espa?oles y, en suma, de las instituciones del Estado, debiera ser de apertura, de voluntad de escuchar, de disposici¨®n a encontrar elementos que desbloqueen la enquistada cuesti¨®n catalana.
Resultar¨ªa rid¨ªculo que se repitiese la azarosa coincidencia de que los embajadores de varios pa¨ªses europeos se interesen por las intenciones de Puigdemont y Espa?a no compareciese. Entre otras razones porque Catalu?a sigue siendo parte nodal de Espa?a; y porque los problemas del encaje catal¨¢n en el Estado espa?ol no solo derivan del empecinamiento secesionista, sino tambi¨¦n del inmovilismo y el retranqueo centralista.
Hasta ahora la ¨¦lite pol¨ªtica espa?ola ha carecido de todo tipo de iniciativa (la reforma constitucional lo es, pero a largo plazo). Urge lanzar una propuesta susceptible de consenso y encauzar el litigio de una vez por todas. La propuesta no puede sino pasar por el di¨¢logo, quiz¨¢ a trav¨¦s de una comisi¨®n de reforma federal de la Constituci¨®n o de una subcomisi¨®n para una propuesta espec¨ªfica ante la cuesti¨®n catalana ¡ªcomo pidieron los nacionalistas de la ex Converg¨¨ncia¡ª que sirva para madurar alternativas factibles y v¨ªas de entendimiento.
Ahora bien, para que el di¨¢logo sea tal, Puigdemont deber¨ªa desistir de sus condiciones exorbitantes, las que se equiparan a ultim¨¢tums. Primero, el di¨¢logo no puede reducirse a discutir el modo de facilitar la secesi¨®n, sino abrirse a todo, a horizontes de autonom¨ªa profundizada, federales, plurinacionales e incluso confederalizantes; a un nuevo y distinto modo de vivir juntos, y libres, y solidarios.
Y segundo, el Estado nunca debe negociar bajo la presi¨®n de un calendario impuesto: si conviene crear una comisi¨®n parlamentaria ad-hoc, desista el secesionismo en su amenaza de convocar una consulta unilateral en septiembre de 2017 si antes no fragua otra pactada. Si la Generalitat se compromete a volver a un punto cero de enfrentamientos, el Gobierno deber¨¢ corresponder lealmente y fijar un plazo m¨¢ximo para desarrollar el di¨¢logo y la obtenci¨®n honesta de conclusiones. Sin plazos ni gui¨®n, ninguna propuesta es cre¨ªble.
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