De incas y vaqueros
EE UU -pronto el mayor pa¨ªs hispanohablante- apenas empieza a reaprender su ¡°conquista del Oeste¡±
John Wayne nunca hubiera sido un vaquero, no ten¨ªa lo que hab¨ªa que tener para ello. El hombre Marlboro, su actitud y est¨¦tica libres, eran de Almonte (Huelva) pasado por M¨¦xico. Una de las principales se?as de identidad de EE UU es latina. Los vaqueros libres, los que conquistaron el Oeste, fueron hispanos, mexicanos, texanos, californios, hasta que lleg¨® el blanqueo de Hollywood. O negros, como el legendario de la frontera, Jim Beckwourth.
En ingl¨¦s local se dijo siempre ¡°vaquero¡±, nunca cowboy. La libertad de la frontera era algo que solo experimentaban los ¡°bravos¡±, palabra incorporada. Y, naturalmente, quienes conoc¨ªan el pastoreo almonte?o a caballo, extendido luego de Nevada hasta la Patagonia, mismo arte y est¨¦tica. Quienes sab¨ªan montar el feo, pero duro, caballo mustango, hijo del retortero de Huelva, y manejar la vaca long horn, s¨ªmbolo de Texas; que es la vaca mostrenca de Do?ana.
El pr¨ªncipe del mestizaje cultural y biol¨®gico, el Inca Garcilaso de la Vega, el primer ¡°mestizo universal¡±, dej¨® un extraordinario legado por toda Am¨¦rica, en estos 400 a?os de su fallecimiento, el mismo d¨ªa que Cervantes: del Western al norte de r¨ªo Bravo, hasta Martin Fierro en la pampa.
Porque el legado del sobrino-nieto de Garcilaso, hijo de la princesa Yupanki, y descendiente del marqu¨¦s de Santillana, no es el archi-repetido ¡°troc¨® se nos el reinar en vasallaje¡±, que es tan com¨²n a cada cambio hist¨®rico, sino la encarnaci¨®n -y sublimaci¨®n literaria- del incomparable car¨¢cter mestizo que trajo el Nuevo Mundo, raramente visto antes o despu¨¦s. ¡°Canoa¡± ya est¨¢ en el diccionario 20 a?os despu¨¦s y as¨ª miles de palabras de decenas de lenguas.
Ese mirar con dos ojos -biol¨®gicos y culturales- del Inca Garcilaso ser¨¢ capital para la historiograf¨ªa de Indias desde el siglo XVII. Pero consid¨¦rese que este ¡°prodigio de la lengua¡± espa?ola (Men¨¦ndez Pelayo) y de ¡°la narrativa¡± (Vargas Llosa) surge apenas siete a?os despu¨¦s de la conquista de Pizarro.
Cierto que las hormonas aprietan, pero no solo a los hisp¨¢nicos, de ah¨ª lo singular: Probablemente no haya un Inca Garcilaso en ninguna conquista del mundo. Y as¨ª, del Inca hasta Rub¨¦n Dar¨ªo, de Rosita de Lima a Gabriela Mistral, a Miguel ?ngel Asturias y a Anthony Quinn y Benicio del Toro. Pero obviamente el ejemplo m¨¢s solemne y curioso de mestizaje es la Virgen de Guadalupe.
El hijo de Cort¨¦s y Malinche estudi¨® en la universidad espa?ola -aunque en breve Am¨¦rica se llen¨® de universidades- ingres¨® en la Orden de Santiago y fue paje de Felipe II, estatus mayores en el imperio y, an¨¦cdota, tan inconcebible como comparable al contagio del barroco americano. De Cort¨¦s con la hija de Moctezuma y hermana de Cu¨¢htemoc, sigue hoy un largu¨ªsimo linaje espa?ol.
Pizarro cas¨® con la hermana de Atahualpa, In¨¦s, de la que descienden grandes de Espa?a, tal y como hicieron Orellana y sus mandos con otras se?oras del Inca; y San Mart¨ªn de Porres es hijo de la negra paname?a Ana Vel¨¢zquez y el militar de la Orden de Alc¨¢ntara Juan de Porres.
Por supuesto que impera entonces la nueva ¡°ideolog¨ªa de la sangre¡±, que tanto absurdo trajo a la nueva Espa?a, pero Garcilaso reitera ¡°a boca llena¡± su origen al intitularse ¡°Inca¡± en la Espa?a del XVI. El historiador brit¨¢nico Hugh Thomas, ruega por contra ¡°considerar cu¨¢n raro fue este estado de cosas entre los anglosajones y los indios¡±. Tanto que hubieron de incorporar la palabra ¡°mestizo¡± por no tener propia.
El conservadurismo de las burgues¨ªas, en las nuevas rep¨²blicas emergentes del XIX (no de la primera generaci¨®n emprendedora), miedo a perder y necesidad de excluir, explica que el desafecto en tantos sea hoy mayor que hace cien o 150 a?os, cuando el presidente argentino lanza la idea de un ¡°d¨ªa de la raza¡± y de una cultura com¨²n a conservar.
Hoy, si cada arroyo, pico o asentamiento, desde Vancouver hasta el cono sur, lleva un nombre comprensible para todos los hispanos, es producto de una aventura com¨²n, posiblemente no igualada. Las ¡°j¨®venes naciones¡± latinoamericanas son hoy m¨¢s antiguas que la mayor¨ªa de los Estados europeos y del mundo y hay, mucho que aprender del pasado, y que hacer en el futuro.
M¨¢s que Col¨®n o los inmigrantes de hoy, a Norteam¨¦rica la desnaturalizaron las hordas de la fiebre del oro, de 1850; cientos de miles de hispanos viv¨ªan all¨ª y permanecieron con sus s¨ªmbolos en una veintena de nuevos Estados de la Uni¨®n; y EE UU -pronto el mayor pa¨ªs hispanohablante- apenas empieza a reaprender su ¡°conquista del Oeste¡± y su mesticismo, sobre la oficial de Hollywood. Tal vez los latinos de Am¨¦rica puedan reacercarse tambi¨¦n con paz a su extraordinaria singularidad, absolutamente americana y europea, legada con tanto arte por el Inca Garcilaso.
?Ramiro Villapadierna es director del Instituto Cervantes en Praga y analista de los nacionalismos en Europa y el Este
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