El m¨¢s all¨¢
Quieren que depositemos nuestras cenizas en lugar sagrado, como si no fueran sagrados los mares, los r¨ªos y las monta?as
Me gustaban mucho aquellos entierros tan est¨¦ticos de las pel¨ªculas de John Ford en las pel¨ªculas del Oeste, con el pastor protestante leyendo salmos de Isa¨ªas ante unos vaqueros cabizbajos con el sombrero en la mano: conduce, Se?or, el alma de nuestro hermano a los verdes valles del Ed¨¦n, mientras los golpes de azad¨®n her¨ªan la tierra madre para albergar al finado hasta el juicio final. Tambi¨¦n me gustaban los entierros llenos de alaridos griegos tan mediterr¨¢neos con labradores en el duelo, que cerraban tratos de cosechas durante el camino al camposanto donde el cura cat¨®lico dejaba al difunto amparado bajo un m¨¢rmol barroco hasta la resurrecci¨®n de la carne. La costumbre de incinerar los cad¨¢veres le ha quitado a los gusanos su compromiso religioso con las postrimer¨ªas y ha impuesto un perfil laico a la muerte, que la Iglesia nunca ha aceptado de buen grado porque le deja sin la ¨²ltima baza, el control de salida de este mundo, previo pago de peaje. En la asepsia de los tanatorios, antes de la cremaci¨®n, unos versos de Keats y un cuarteto de Schubert han sustituido a los fieros responsos con los hisopazos sobre el f¨¦retro. Ahora el Vaticano trata de controlar nuestras cenizas con la obligaci¨®n de depositarlas en un lugar sagrado como si no fueran sagrados los mares, los r¨ªos y las monta?as. Con las cenizas se pueden hacer diamantes e incluso un piercing para lucir al muerto engarzado en el ombligo o junto a los labios; tambi¨¦n hay cenizas muy alegres que los deudos conservan en casa y las sacan a pasear los domingos o se las llevan de vacaciones a Benidorm, pero uno se pregunta ad¨®nde van a parar los anillos y las muelas de oro, las pr¨®tesis de titanio, la bater¨ªa de litio del marcapasos, atributos que resisten al fuego y son inmortales. Despojadores de cad¨¢veres los ha habido siempre desde el tiempo de las pir¨¢mides.
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