Afectos
El mundo se rige por ciertas leyes no escritas que todo el mundo conoce
En los dos primeros cap¨ªtulos de El joven Papa, la serie de Sorrentino que protagoniza Jude Law, se dan algunas lecciones de vida. Entre ellas destaca la conveniencia de no tener rostro, especialmente en estos tiempos en el que el hombre m¨¢s famoso es el desconocido: el Papa dice querer ser Daft Punk. Otra de esas lecciones tiene que ver con los h¨¢bitos sociales. En su primer d¨ªa, tras so?ar que invitaba a todo el mundo desde el balc¨®n de San Pedro a masturbarse, tener sexo homosexual y abortar, el bello papa Law llega al comedor y se encuentra todo un banquete. Renuncia a ¨¦l ¡ªsu desayuno es Cherry Coke y un pitillo¡ª y entra en escena una monja (en cualquier parte del mundo encender un cigarro es como abrir una compuerta secreta de monjas y curas).
Esta monja solo quiere saludar a Su Santidad. Ha cocinado para dos antecesores del obispo de Roma. Es esa anciana entrada en carnes que te adopta r¨¢pidamente llen¨¢ndote de besos, pellizcos y consejos; la mujer afable, la abuela a la que volver despu¨¦s de una guerra. Galletas, ternera, pescados, leche: la cocinera Juana de Los Cinco, esa serie de novelas que hubo que releer buscando claves en cuanto conocimos la vida de Enid Blyton. Y sin embargo lo que vendr¨ªa a ser una escena c¨¢lida y convencional, en Sorrentino y el magn¨ªfico Law termina siendo otra cosa.
¡ª?Conoce la diferencia entre relaciones afectuosas y relaciones formales?¡ª le pregunta el Papa a la monja tuteadora.
Las primeras, explica, pueden llevar a malentendidos, a equ¨ªvocos. Viene a decir ese Papa que el toqueteo, el besuqueo y el exceso de confianza crea problemas entre hombres y mujeres: no marcan bien una l¨ªnea clara, puede llegar a perderse de vista la frontera entre una relaci¨®n amistosa y otra que no lo es. Las relaciones formales, sin embargo, siempre dejan claras las cosas. Hay una distancia, una frialdad y unas normas. Todo el mundo sabe cu¨¢l es su lugar y su posici¨®n en ese tipo de relaciones. No hay margen para pensar que un gesto o una palabra significan algo que no significan. No puede haber equ¨ªvocos.
El mundo se rige por ciertas leyes no escritas que todo el mundo conoce, y al Papa le gustan esas leyes, le dice a la monja. No le gustan las relaciones afectuosas; prefiere la formalidad. As¨ª que se despide de esa monja (que para entonces llora en silencio) y le ordena que no le vuelva a expresar sus afectos. As¨ª, en esa lecci¨®n de vida Sorrentino muestra el camino fr¨ªo y desapasionado con el que evitar que nos hagan nunca una cobra.
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