Una huelga disparatada
Mezclar los deberes escolares con problemas ideol¨®gicos complica el pacto educativo
El boicoteo a las tareas escolares en casa por parte de la Confederaci¨®n Espa?ola de Padres y Madres del Alumnado (CEAPA) parece una iniciativa demasiado aventurada como para embarcar en ella a millones de familias. Pero lo que resulta disparatado es haber convocado una ¡°huelga de deberes¡± en fines de semana, implicando a ni?os de corta edad en la insumisi¨®n frente al centro escolar y a sus profesores. Es un modo de inculcar valores de rechazo desde las edades m¨¢s tempranas de la vida y de confundir el enfoque de lo que debe ser la comunidad educativa.
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No pocos expertos coinciden en que las tareas escolares sirven para afianzar conceptos y contribuyen a valorar el esfuerzo personal. Es discutible el tiempo que debe dedicarse a estos deberes, sin duda mucho menor en la primaria que en la secundaria, y los profesores de cada centro han de coordinarse para no recargar innecesariamente a los estudiantes. Pero carece de sentido oponerse por principio a un m¨¦todo cuya desaparici¨®n afectar¨ªa a la igualdad de oportunidades, privilegiando a estudiantes a los que asistir a clase les basta para asimilar conocimientos o t¨¦cnicas, frente a otros necesitados de trabajarlos.
Es verdad que puede existir un problema de equidad en el fomento de las tareas en casa, bien porque hay familias que no tienen conocimientos para ayudar a sus hijos, bien porque no pueden pagar una academia o clases particulares. La manera de atacar ese problema podr¨ªa ser la de contar con profesores de apoyo. Ah¨ª s¨ª existe un terreno reivindicativo bastante m¨¢s ¨²til y constructivo que el de suprimir los deberes de un plumazo y para todos.
El error principal es el de enfocar la educaci¨®n como un asunto que compete solo al centro escolar. Al contrario, es una de las tareas que la sociedad debe tomarse como prioritaria en un pa¨ªs francamente necesitado de mejorar los niveles de la ense?anza, sin conformarse con lanzar anatemas contra el sistema y culpando de los enormes niveles de fracaso escolar exclusivamente a las leyes cambiantes y/o a la incapacidad de los profesores. No hay duda de la responsabilidad de la pol¨ªtica en el dise?o y aplicaci¨®n de los sistemas educativos, pero es absurdo politizar tambi¨¦n el aprendizaje de los h¨¢bitos de estudio y del valor del esfuerzo personal. Mezclar esta cuesti¨®n con los problemas ideol¨®gicos puede complicar a¨²n m¨¢s la oportunidad de intentar un pacto educativo en Espa?a, pendiente desde hace demasiado tiempo.
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