El espectro populista
Pueblo contra ¨¦lite: tal es el n¨²cleo esencial del populismo que se reconoce en sus manifestaciones de ahora mismo, de Podemos al Frente Nacional. Es norma tambi¨¦n que la encarnaci¨®n del movimiento corresponda a un l¨ªder carism¨¢tico
Un fantasma recorre el mundo: el fantasma de la confusi¨®n terminol¨®gica. Ya que si algo llama la atenci¨®n del auge global del populismo, que ha llevado a Donald Trump a la Casa Blanca y tiene a Marine Le Pen enfilando el El¨ªseo, es la dificultad que encontramos para definirlo con precisi¨®n. Pero saber de qu¨¦ estamos hablando cuando hablamos de populismo es importante; de otro modo, convertiremos en in¨²til una categor¨ªa decisiva para entender la crisis que atraviesan las democracias occidentales. ?No sea que, aplicando los remedios inapropiados, terminemos por agravarla! Bien por recurrir habitualmente a mecanismos de decisi¨®n tan ineficaces como el refer¨¦ndum, bien por asimilar ¡ªpor contaminaci¨®n atmosf¨¦rica o estrategia deliberada¡ª los elementos del discurso populista. Es as¨ª necesario preguntarse por qu¨¦ tiene lugar este revival tan espectacular como inquietante.
Otros art¨ªculos del autor
Hay que empezar por aclarar que el populismo no es, como se ha puesto de moda afirmar, la oferta de soluciones sencillas para problemas complejos. Si as¨ª fuera, no hay partido pol¨ªtico que pudiera sustraerse a semejante acusaci¨®n. ?Qui¨¦n se presentar¨ªa a las elecciones prometiendo remedios abstrusos para problemas intratables? M¨¢s a¨²n: ?qui¨¦n podr¨ªa ganarlas anunciando subidas de impuestos o reformas dolorosas? En la medida en que la competici¨®n electoral requiere persuadir a un p¨²blico m¨¢s sentimental que racional, no hay discurso pol¨ªtico que no propenda a la simplificaci¨®n. O sea: a un grado variable de demagogia. Incluso el admirable Obama gan¨® sus primeras elecciones con un discurso de fuerte contenido afectivo: su Yes we can no pod¨ªa ser menos impreciso ni m¨¢s eficaz. Hay, claro, diferencias: no todos los actores pol¨ªticos son demag¨®gicos por igual. Pero no es ah¨ª donde encontraremos la clave que nos permita distinguir al populismo de sus alternativas.
Dig¨¢moslo ya: es populista quien despliega un discurso antielitista en nombre del pueblo soberano. En otras palabras, quien sostiene que el pueblo virtuoso ha sido v¨ªctima de una ¨¦lite corrupta que ha secuestrado la voluntad popular. Y lo es, en fin, quien se arroga la potestad de determinar qui¨¦n pertenece a cada una de esas entidades: qui¨¦n es gente, qui¨¦n es casta. De ah¨ª que el contenido de esos contenedores de indudable fuerza simb¨®lica no se encuentre prefijado: entre los enemigos del pueblo pueden contarse empresarios, inmigrantes, periodistas; pero bien pueden ser pueblo, como a menudo sucede en el populismo latinoamericano, las minor¨ªas ind¨ªgenas. De hecho, cualquiera puede transitar entre ambas, del pueblo a la ¨¦lite y viceversa, si abraza el ideario populista. ?No solo los significados son flotantes cuando hablamos de populismo! Ah¨ª est¨¢ el caso Espinar para demostrarlo: una conducta dudosa se transforma en ¡°¨¦tica¡± cuando el implicado est¨¢ en el lado bueno de la divisoria moral.
M¨¢s que una ideolog¨ªa es un estilo pol¨ªtico que pueden adoptar actores de izquierda y de derecha
Pueblo contra ¨¦lite: tal es el n¨²cleo esencial del populismo, que podemos reconocer en sus principales manifestaciones de ahora mismo, de Podemos al Frente Nacional. Es norma tambi¨¦n que la encarnaci¨®n del movimiento corresponda a un l¨ªder carism¨¢tico que, como ha explicado con brillantez Jos¨¦ Luis Villaca?as, es investido afectivamente por sus seguidores con cualidades redentoras. A ello hay que a?adir rasgos de estilo que no son exclusivos del populismo, pero lo acompa?an casi invariablemente: la provocaci¨®n, la protesta, la polarizaci¨®n. M¨¢s que de una ideolog¨ªa en sentido propio, se trata de un estilo pol¨ªtico que pueden adoptar por igual actores de izquierda y derecha. Y que se relaciona ambiguamente con una democracia a la que acompa?a, como ha escrito Benjamin Arditi, como un espectro: invocar al pueblo en un r¨¦gimen pol¨ªtico que dice asentarse sobre el ¡°gobierno del pueblo¡± no deja de tener sentido. Es tirando de este hilo como podemos encontrar razones que nos ayudan a explicar su auge contempor¨¢neo.
Hay que reparar, sobre todo, en la creciente distancia que media entre el ciudadano y el gobierno de los asuntos colectivos: aunque elegimos representantes, sentimos que estos se encuentran muy lejos de nosotros. ?Y es verdad! La tecnocratizaci¨®n del Gobierno responde a una creciente complejidad social que el ciudadano, por lo general poco sofisticado pol¨ªticamente, apenas comprende o no se esfuerza en comprender: el 43% de los votantes norteamericanos pensaba que el ¨ªndice de desempleo hab¨ªa subido durante los a?os de Obama, cuando en realidad ha descendido, y la mitad de los espa?oles no distingue el PIB del IPC. De manera que las democracias, para ser eficaces, no pueden sino reforzar su dimensi¨®n aristocr¨¢tica en detrimento de la popular. Margaret Canovan lo explica muy bien: ¡°La paradoja es que mientras la democracia, con su mensaje de inclusividad, necesita ser comprensible para las masas, la ideolog¨ªa que trata de salvar la brecha entre la gente y la pol¨ªtica distorsiona (no puede sino distorsionar) el modo en que la pol¨ªtica democr¨¢tica, inevitablemente, funciona¡±. En una crisis, cuando el ciudadano siente que las ¨¦lites le han fallado, se vuelve contra ellas y reclama ¡ªespoleado por el l¨ªder populista¡ª recuperar su capacidad de decisi¨®n directa. ?Que vote la gente!
La esfera p¨²blica se ha fragmentado en nichos emocionales donde la realidad cuenta poco
Se refuerza as¨ª la dimensi¨®n plebiscitaria de la democracia, que favorece al l¨ªder populista; no digamos si, como sucede con Trump, tratamos con un maestro de la telerrealidad. Tambi¨¦n contribuyen a ello la crisis de la mediaci¨®n desencadenada por las nuevas tecnolog¨ªas y la de los partidos tradicionales. Simult¨¢neamente, las redes sociales intensifican el tribalismo moral y sirven como mecanismos afectivos que expresan identidades antes que razones. Por eso se habla de democracia posfactual: porque la esfera p¨²blica se ha fragmentado en nichos emocionales donde la realidad tiene poco que decir. Hasta que la realidad habla, como ha sucedido en Grecia o suceder¨¢ en EE?UU si Trump aplica pol¨ªticas proteccionistas. Es interesante constatar tambi¨¦n c¨®mo el prestigio cultural del rebelde ¡ªel outsider enfrentado al sistema canonizado en el cine, la publicidad y los medios de comunicaci¨®n¡ª contribuye tambi¨¦n al ¨¦xito del populista, quien a fin de cuentas vende su producto como una insurrecci¨®n contra el establishment. La reforma es conformista, la insubordinaci¨®n es sexy.
?Tiene futuro el fen¨®meno populista? No cabe dudarlo, a la vista de un pasado hist¨®rico a¨²n no tan lejano. Se da aqu¨ª la paradoja de la eficacia: las democracias deben atajar las causas del descontento que hace reaparecer al espectro populista, pero para ello se requieren pol¨ªticas que ese mismo descontento hace dif¨ªcil aprobar. Y seguramente las propias democracias liberales hayan de desarrollar su propio repertorio afectivo, para as¨ª combatir mejor el de sus enemigos. Pero eso, claro, es m¨¢s f¨¢cil decirlo que lograrlo.
Manuel Arias Maldonado es profesor titular de Ciencia Pol¨ªtica en la Universidad de M¨¢laga. Acaba de publicar La democracia sentimental (P¨¢gina Ind¨®mita).
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.