Europa regresa al siglo XX
La UE carece de un proyecto que organice su quehacer colectivo y de l¨ªderes capaces de se?alar el camino
Europa vive instalada en el desconcierto. Las certezas que con tanto esmero ha atesorado durante d¨¦cadas est¨¢n puestas en cuesti¨®n. Los europeos miran al futuro y no ven nada, ni un proyecto que organice su quehacer colectivo ni unos l¨ªderes que sean capaces de se?alar un camino por el que adentrarse. Al contrario, solo los que ¡°hablan seductoramente pero blanden un gran garrote¡± (seg¨²n la formulaci¨®n del presidente Theodore Roosevelt) parecen ganar el fervor del electorado. De Donald Trump a Vladimir Putin, pasando por Nigel Farage o Marine Le Pen, es tiempo de orgullo patrio, promesas proteccionistas, pulsiones aislacionistas, proclamas identitarias y afirmaciones soberanistas.
Jacques Delors describi¨® una vez el proyecto europeo como un OPNI, un ¡°objeto pol¨ªtico no identificado¡±. Y as¨ª era: Europa se hizo sin muchos planos (nadie antes hab¨ªa intentado algo semejante) pero con algunas certezas s¨®lidamente establecidas sobre el punto de partida y aquello que a toda costa se quer¨ªa evitar. Ante todo, los padres fundadores dejaron al alcance de todos los europeos un poderoso y eficaz retrovisor: aunque el destino final del proyecto no tuviera un contorno definido (ni los m¨¢s osados pod¨ªan aventurar cu¨¢ndo y en qu¨¦ condiciones se llegar¨ªa a d¨®nde), en caso de duda no hab¨ªa m¨¢s que mirar por ese espejo. Solo contemplar durante unos segundos el pasado que all¨ª se aparec¨ªa, en el que se representaban los peculiares jinetes del apocalipsis europeo (el nacionalismo, la guerra, los totalitarismos, el colonialismo y el racismo genocida), serv¨ªa para disipar la zozobra e impulsar otra vez la nave europea hacia el futuro.
Pero ese retrovisor ya no parece ser eficaz. El cohete europeo, aunque en su recorrido ha quemado un buen n¨²mero de fases, no parece conseguir evadir la gravedad de la tierra. En lugar de haber escapado del siglo XX y deslizarse sigilosamente por el siglo XXI surcando la paz kantiana y el sue?o cosmopolita, tiene que hacer frente a las poderosas fuerzas que aspiran a devolverla a la tierra. Que esas fuerzas, ya al mando en capitales como Londres, Varsovia, Budapest y, en unos d¨ªas, Washington DC, carezcan de un proyecto viable es lo de menos: su fortaleza no se origina en la capacidad de esgrimir razones sino en la habilidad de dibujar sentimientos y transmitirlos envuelto en sencillas y poderosas met¨¢foras.
Jacques Delors describi¨® una vez el proyecto europeo como un OPNI: ¡°objeto pol¨ªtico no identificado¡±
Tanto da que esas met¨¢foras sean contradictorias entre s¨ª dependiendo del lugar donde se formulen: al tiempo que los brexiters del Reino Unido y otros lares dibujan la UE como un monstruo burocr¨¢tico que ahoga a la empresa privada y la libertad individual, la izquierda radical bosqueja la misma entidad como un proyecto neoliberal al servicio de los lobbies empresariales, agentes encubiertos de la globalizaci¨®n financiera. Al mismo tiempo, otros dibujan la UE como una c¨¢rcel de pueblos semejante a la extinta Uni¨®n Sovi¨¦tica, un ente que bajo una ¨²nica ideolog¨ªa uniformizadora aspirar¨ªa a eliminar las naciones, ra¨ªz profunda de Europa, y sus identidades subyacentes. Que un mismo objeto pol¨ªtico sea representado a la vez de esas tres formas incompatibles entre s¨ª ejemplifica bien la complejidad del barrizal en el que est¨¢ atrapado el proyecto europeo y la dificultad que los europeos enfrentan a la hora de decidir por qu¨¦ lado de ese tri¨¢ngulo quieren salir antes de ser engullidos por el remolino formado por esas im¨¢genes.
No conviene simplificar: si solo nos encontr¨¢ramos ante una lucha entre Ilustraci¨®n y el mal habr¨ªa poco de lo que preocuparse. Si el enemigo es poderoso es porque adem¨¢s de pertrecharse de la capacidad emotiva del romanticismo ha logrado capturar y tomar como rehenes a algunos de los tesoros m¨¢s preciados de los ilustrados: la democracia, la libertad y la idea de progreso. Vean si no c¨®mo la mayor¨ªa de los partidos xen¨®fobos y antieuropeos que pululan por Europa adoptan y utilizan estos conceptos para presentarse ante los votantes. ?Qui¨¦n podr¨ªa explicar a un ilustrado que, despistado, apareciera por nuestro mundo, que lo m¨¢s sencillo para no equivocarse en las urnas ser¨ªa huir despavorido de cualquier partido que prometiera democracia, libertad o progreso? Presentarse desarmados en el campo de batalla; ese es el drama y la profundidad de la derrota de los ilustrados y cosmopolitas de hoy. Antes de prometer para¨ªsos lejanos y abstractos a unos electores desenga?ados y blandir una y otra vez sin convicci¨®n las mismas im¨¢genes del pasado, deber¨ªan rescatar sus ideas de sus enemigos y luchar sin cuartel por dotarlas de contenido real. Pero para ello tendr¨ªan que creer en esas ideas con tanta convicci¨®n como fingen sus enemigos. Es 2017, pero se parece a 1917.
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