Rosas negras
A veces, la poes¨ªa es la ¨²nica manera de expresar el sentimiento que a uno le invade y que no podr¨ªa o sabr¨ªa contar de otra forma
¡°El camino era oscuro,?/ yo tambi¨¦n era oscura,?/ buscaba entre tus rosas negras?/ el rumor de la noche¡¡±. En Adi¨®s a la noche (La isla de Siltol¨¢), la joven Andrea Bernal, una de las voces m¨¢s conmovedoras y deslumbrantes de la actual poes¨ªa espa?ola, escribe estos versos que, no s¨¦ por qu¨¦, a m¨ª me parecen una descripci¨®n perfecta del a?o que se termina, este 2016 lleno de tragedias, perturbadores sucesos e inquietantes proyecciones de futuro. A veces, la poes¨ªa es la ¨²nica manera de expresar el sentimiento que a uno le invade y que no podr¨ªa o sabr¨ªa contar de otra forma: ¡°Tu piel de hierbabuena apagaba la luz?/ cuando la luz era un t¨ªmpano fino?/ de la ¨²nica vela?/ Nuestros caminos eran oscuros,?/ Novalis atardec¨ªa apenas mudo?/ como reconociendo el sue?o de la noche que ama?/ fugitiva¡±, concluye su poema Andrea Bernal en un final que valdr¨ªa tambi¨¦n para el a?o que terminar¨¢ esta noche y que ser¨¢ celebrado de un lado a otro del mundo con las luminarias y las campanadas de siempre, con la alegr¨ªa repetitiva y artificial de todos los a?os, esa que nos sirve a todos para enga?ar a nuestras conciencias o para negar lo que no nos gusta.
Entre tanto, sobre la Tierra brillar¨¢n tambi¨¦n en la noche mezcl¨¢ndose con sus luces las almas de los an¨®nimos miles de muertos de las guerras de Siria y de Irak, las de los desaparecidos en el Mediterr¨¢neo, esa insaciable fosa com¨²n (la mayor de todo el planeta: 5.000 sepultados en ella solo este a?o) en la que se ha convertido el mar del color del vino que cantara Homero y que fue la cuna de nuestra civilizaci¨®n, las de los europeos asesinados por unos locos iluminados por el rencor y la ira en discotecas y en mercadillos de Navidad, en transportes colectivos o en playas llenas de m¨²sicas, las de los centenares de miles de refugiados que vagan por las fronteras como animales entre alambradas bajo la noche, remedo resucitado de la humanidad errante de las viejas estampas de la II?Guerra Mundial. Por cada uno de ellos yo arrojo una rosa negra que nadie ver¨¢ caer, eclipsada por las luminarias y por el brillo de los vestidos de fiesta, una de esas rosas negras que la poeta Andrea Bernal invent¨® para despedir al a?o que se termina, al menos en mi imaginaci¨®n: ¡°Adi¨®s a la noche,?/ otras de piedra vendr¨¢n,?/ y estar¨¢n en silencio los dioses?/ y los mu¨¦rdagos acurrucados?/ ver¨¢n levantarse los bosques.?/ S¨®lo estar¨¢n frente a las catedrales?/ los esqueletos de las farolas?/ y sabr¨¦ que la noche fue?/ ¡ªm¨¢s que un oc¨¦ano ¡ª?/ una levedad negra contra el infinito¡±.
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