Ra¨²l Castro debe moverse

Uno de los mayores ¨¦xitos de la pol¨ªtica exterior de Barack Obama, la normalizaci¨®n de relaciones diplom¨¢ticas con Cuba, corre el riesgo de quedar anulado con la llegada de la Administraci¨®n presidida por Donald Trump. La radical diferencia entre ambos presidentes sobre la concepci¨®n de las relaciones internacionales, y sobre el papel que debe jugar Estados Unidos en el mundo, hace albergar un razonable pesimismo sobre un movimiento que ha supuesto el desbloqueo de una crisis prolongada durante medio siglo y que en algunos momentos incluso estuvo a punto de llevar al mundo a una confrontaci¨®n nuclear.

La decisi¨®n de Obama de entablar primero ¡ªbajo el auspicio de la Santa Sede¡ª negociaciones directas y secretas con el r¨¦gimen cubano para a continuaci¨®n anunciar al mundo el ¨¦xito de este di¨¢logo y la normalizaci¨®n del trato con la isla caribe?a constituy¨® un paso esencial para facilitar una transici¨®n pac¨ªfica y ordenada del r¨¦gimen cubano hacia la democracia, porque priva de argumentos tanto a quienes desde el exterior claman por una soluci¨®n violenta contra el Gobierno de Ra¨²l Castro como a quienes desde dentro utilizan la excusa del acoso exterior para seguir justificando la violaci¨®n de los derechos humanos y la prolongaci¨®n de la dictadura.

Resulta crucial que Trump no abandone el camino realista y pragm¨¢tico iniciado por su predecesor respecto a Cuba. Un cambio podr¨ªa dar al traste con los esfuerzos realizados. Pero tambi¨¦n resulta igualmente importante que Ra¨²l Castro d¨¦ pasos concretos que permitan constatar la apertura de su r¨¦gimen. Nada le servir¨¢ mejor a Trump como coartada para revocar los progresos de Obama que el mantenimiento del inmovilismo de La Habana. Una actitud que no ha cambiado a pesar de todas las etapas del acuerdo cumplidas, hasta el ¨²ltimo momento de su presidencia, por Obama.