Y el hombre cambi¨® la Luna por el m¨®vil
Hemos construido un mundo virtual y dejamos de mirar a las estrellas para encorvarnos sobre nuestras pantallas
La muerte de Eugene Gene Cernan, el ¨²ltimo hombre que pis¨® la Luna, nos deja esa mezcla de nostalgia de lo vivido y de interrogante por lo que pudo haber sido. Algo que experimentamos cuando, tras mucho tiempo, tornamos a un antiguo escenario de nuestras vidas ¡ªuna casa, una ciudad, una playa¡ª al que no hab¨ªamos regresado. Nostalgia al recordar las sensaciones, e interrogante ante la inevitable pregunta de por qu¨¦ o de si verdaderamente acertamos tomando la decisi¨®n de alejarnos de all¨ª.
¡°Nos vamos como vinimos y, si Dios quiere, como volveremos¡±. As¨ª empezaba la ¨²ltima frase que un humano pronunci¨® sobre la superficie de nuestro sat¨¦lite. Nunca volvimos. A Cernan, tras saludar a la bandera estadounidense solo le falt¨® mirar alrededor y apagar la luz. Atr¨¢s quedaba el tiempo en que un planeta se paraliz¨® para ver a uno de los suyos, Neil Armstrong, cumplir el sue?o de millones de a?os y caminar sobre la Luna. Sin erosi¨®n, sus huellas permanecer¨¢n all¨ª un mill¨®n de a?os. Y aunque Armstrong sol¨ªa decir socarronamente que ¨®jala alguien suba y las borre, parece que no va a ser as¨ª. Casi todo el mundo sabe ¡ªperd¨®n por el optimismo¡ª qui¨¦n fue Armstrong, pero muchos han descubierto a Cernan solo cuando ha muerto. Este olvido no es casual. Porque nuestro abandono de la Luna tiene mucho de simb¨®lico y todav¨ªa m¨¢s de duda general. Fue una salida por la puerta de atr¨¢s. Una promesa que se hace con la sensaci¨®n de que no se va a cumplir. ¡°Volveremos¡±. Nadie lo hizo.
Aunque a todo le podamos encontrar una explicaci¨®n econ¨®mica, pol¨ªtica o militarista, echemos un breve vistazo al origen del camino que hizo que los seres humanos dejaran su planeta. John F. Kennedy no hubiera podido pronunciar hoy el discurso que en 1962 lanz¨® en la texana Universidad Rice cuando anunci¨® el proyecto de mandar hombres a la Luna. Con un optimismo y una fe ilimitadas, el presidente pidi¨® a su sociedad que creyera en la posibilidad de hacer lo imposible. Expres¨® su confianza en descubrir la tecnolog¨ªa necesaria, en fabricar materiales inexistentes hasta entonces y en poner los recursos necesarios para que aquel sue?o inalcanzable fuera posible. Hoy, el asesinado presidente habr¨ªa sido ridiculizado por la legi¨®n de Di¨®genes que ha sustituido un tonel por su tel¨¦fono m¨®vil y que si Alejandro Magno ¡ªo Kennedy¡ª les dijeran ¡°p¨ªdeme lo que quieras¡±, tendr¨ªan una ¨²nica respuesta: ¡°Wifi gratis¡±.
Cuando en 1972 dejamos de mirar a la Luna no fue para mirar m¨¢s all¨¢, sino para mirar al suelo. Naturalmente el progreso no se detuvo, pero fue diferente. Buzz Aldrin, la segunda persona que pis¨® la Luna, lo resumi¨® en una frase: ¡°Me prometisteis colonias en Marte y en lugar de eso tengo Facebook¡±. De hecho, cabe la duda razonable de que ahora mismo fuera posible repetir la gesta de aquellos pioneros. Nos hemos construido un mundo virtual y hemos dejado de mirar a las estrellas para encorvarnos sobre nuestras pantallas. La ¨²ltima misi¨®n de Cernan en la Luna dur¨® tres d¨ªas. Apenas durmi¨®. Los pas¨® fuera del m¨®dulo, como un amante que no quiere que llegue el amanecer. ?l lo sab¨ªa. Era el adi¨®s.
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