El poder¨ªo de Ana Bel¨¦n
La Academia entrega este a?o el Goya de Honor a la cantante y actriz, s¨ªmbolo de todo lo que este pa¨ªs arrastraba y de lo que supon¨ªa abrir la puerta para que entraran los aires de libertad
Nunca olvidar¨¦ aquella noche en el Teatro de La Latina cuando, reci¨¦n alzado el tel¨®n, la Graciela imaginada por Garc¨ªa M¨¢rquez solt¨® aquello de ¡°nada se parece m¨¢s al infierno que un matrimonio feliz¡±. En aquella Diatriba de amor contra un hombre sentado, Ana Bel¨¦n, a la que yo he admirado sin pausa desde mi torpe adolescencia, se transformaba en una mujer con poder¨ªo, es decir, en una de esas mujeres que como explica Marcela Lagarde son capaces de liberarse de sus cautiverios y desarrollan al m¨¢ximo sus capacidades vitales.
Es justo esa potencia que atesora la int¨¦rprete ¡ªy que puede resultar hasta incomprensible si uno se detiene en su fr¨¢gil cuerpo de aristas que parecen siempre a punto de quebrase¡ª es la que mejor puede definir el talento que no ha dejado de multiplicarse desde que la hija de la portera y el cocinero tuvo claro que la mejor manera de ganarle la jugada a Zampo (Zampo y yo, 1965) era empoderarse, es decir, estudiar, crecer, mirar, escuchar y finalmente llegar a tener una voz propia. La que, como tantas mujeres de su generaci¨®n, a las que les toc¨® vivir el salto del patriarcado franquista a la democracia liberadora, tuvo que hacerse rebelde, preguntona, inc¨®moda y hasta militante. La que desde su libertad asumi¨® el reto de ser volc¨¢n y de derribar todas las murallas que imped¨ªan a las mujeres ser para s¨ª mismas y las condenaban a vivir por y para los dem¨¢s.
En este sentido, hay una l¨ªnea de continuidad entre la Fortunata de Gald¨®s, la Mari Gaila de Valle Incl¨¢n, la Adela de Lorca y la jovenc¨ªsima espa?ola que en Par¨ªs descubre, a¨²n si ser consciente del todo, que los derechos sexuales y reproductivos son esenciales para garantizar la dignidad de las mujeres. En todos esos personajes femeninos, como en los que interpret¨® a las ¨®rdenes de Jaime de Armi?¨¢n, Guti¨¦rrez Arag¨®n o de la feminista (a su pesar) Pilar Mir¨®, podemos encontrar el aliento ¨¦pico de las que fueron con frecuencia v¨ªctimas del amor rom¨¢ntico y sobre todo de las que tuvieron que urdir mil tramas para darle la vuelta al gui¨®n que otros hab¨ªan escrito para ellas.
Tuvo la fortuna por tanto Ana de convertirse en una especie de s¨ªmbolo de todo lo que este pa¨ªs arrastraba a sus espaldas y de lo que supon¨ªa, muy especialmente para las espa?olas, abrir la puerta para que entraran los aires de libertad. A trav¨¦s de sus personajes, pero tambi¨¦n a trav¨¦s de ella misma, Ana encarn¨® durante d¨¦cadas todo lo que supon¨ªa dejar atr¨¢s un pa¨ªs de mujeres de negro y ni?os prodigio para construir un jard¨ªn en el que los demonios fuera sustituidos poco a poco por camisas blancas al sol.
Como tambi¨¦n, a?os m¨¢s tarde, ella supo darle voz al desencanto ¡ª¡°al lugar donde has sido feliz no debieras tratar de volver¡±¡ª, a la frustraci¨®n ¡ª¡°c¨®mo huir cuando no quedan islas donde naufragar¡±¡ª, a la p¨¦rdida de rumbo de una pol¨ªtica en la que confi¨® como ciudadana de izquierdas y que acab¨® siendo impunemente c¨®mplice de los poderosos y de las ¡°mentiras que envilecen el cristal de los acuarios¡±. Algo que con frecuencia le han reprochado a ella misma quienes piensan que se ha convertido en una burguesa acomodada y cercana siempre a los que han manejado el tim¨®n.
Desde su libertad asumi¨® el reto de ser volc¨¢n y de derribar todas las murallas que les imped¨ªan a las mujeres ser para s¨ª mismas
Es justamente ese poder¨ªo de Ana el que explica la belleza que irradia, la continuidad de su ¨¦xito y, claro est¨¢, las envidias y prejuicios que suscita entre tantos los que en este pa¨ªs cuestionan por sistema el talento y la fortuna. Mucho m¨¢s cuando ambos confluyen en una mujer que goza de una habitaci¨®n propia, que llama a las cosas por su nombre y que nunca se ha dejado achicar por las reglas de un juego que todav¨ªa hoy se lo sigue poniendo m¨¢s f¨¢cil a los varones. Una mujer que insiste en no ser tratada como un jarr¨®n en el que depositar las rosas y que no se cansa de reclamar personajes tan complejos como los que suelen ofrecerles a los actores. La misma que encabeza manifestaciones, que se posiciona pol¨ªticamente cuando as¨ª lo estima oportuno y la que, por supuesto, faltar¨ªa m¨¢s, se equivoca y hasta tiene las contradicciones propias de cualquier ser pensante.
Ana, que no ha dejado de cantar porque sin la m¨²sica me temo que ser¨ªa como si le borr¨¢semos Brasil de su mapamundi, ha demostrado en los ¨²ltimos a?os sobre las tablas que la edad es vitamina para el talento y que es justo ahora cuando est¨¢ en mejores condiciones de mirar cara a cara al p¨²blico y ofrecerle la verdad de sus personajes. Un reto que para ellas, sobre todo cuando pasan la barrera del tiempo que miden los relojes masculinizados, se vuelve en contra pero que Pilar Cuesta (ese es el nombre real de Ana Bel¨¦n) ha superado con sobresaliente cuando nos ha regalado todos y cada uno de los pliegues emocionales de Fedra, Medea o Kathie.
Todos los que durante estas d¨¦cadas democr¨¢ticas la hemos seguido y admirado con la lealtad de quien en el amor no busca la media naranja, nos sentiremos tambi¨¦n premiados cuando le entreguen el Goya de Honor. Suponemos que aparecer¨¢ radiante y que todos los medios subrayar¨¢n el milagro que supone ver tan espl¨¦ndida, en el sentido m¨¢s cosificador del t¨¦rmino, a quien ya ha superado la edad de la jubilaci¨®n.
A m¨ª, sin embargo, me gustar¨ªa que se subrayara lo que ese premio tiene de reconocimiento a todas las mujeres que son herederas de Lorca e hijas de la transici¨®n, a las que siguen siendo invisibles en la historia y en las artes, a las que en ¨¦pocas de batalla tuvieron que desvelarse y mostrar al mundo que ser mujer no deb¨ªa suponer en ning¨²n caso morir en el intento. Esas rosas de amor y fuego que se atreven a dejar los jarrones y a luchar en un mundo de tanto pez sin agallas. Las que como Ana se han enamorado de hombres a los que incluso consideran m¨¢s feministas que ellas mismas y que por supuesto no se conforman con ser Desiderias liadas a la pata de la cama. Las que han aprendido a tener muy claro que las cosas que hacen que la vida valga la pena son las que dan alas. Esas que yo adivino en los ojos profundos de la madrile?a de la calle del Oso cuya boca, V¨ªctor dixit, sabe m¨¢s dulce m¨¢s cualquier otra cosa y a la que yo, por encima de la luz de sus labios, distingo poderosa entre la multitud.