Qu¨¦ libros de memorias rockeras arrebatan, y cu¨¢les son insulsos
Anthony Kiedis, Chrissie Hynde, Elvis Costello... Son supervivientes. Algunos lo cuentan con m¨¢s valent¨ªa que otros
La autobiograf¨ªa de Anthony Kiedis, Scar tissue (Capit¨¢n Swing), es una odisea narc¨®tica. La historia de un hombre que, con 14 a?os, se atiborr¨® de LSD y sinti¨® que ¡°viajaba a una galaxia lejana¡± y comprend¨ªa de repente ¡°los misterios de la vida¡±. Un descarriado que se asoma a la politoxicoman¨ªa alentado por su padre, con el que comparte novias y alucin¨®genos.
Kiedis acaba aterrizando en el que ser¨¢ su grupo, Red Hot Chili Peppers, pero se siente un cuerpo extra?o, el tipo al que hay que recoger de madrugada camino de un concierto en la m¨¢s s¨®rdida esquina de Los ?ngeles despu¨¦s de haber pasado la noche drog¨¢ndose y jug¨¢ndose el pellejo con pandilleros latinos. No encuentra acomodo ni en la banda m¨¢s salvaje y excesiva del planeta.
Pese a lo mucho que eleva el list¨®n del exceso, a lo muy cerca que oye silbar las balas, la suya acaba siendo, por supuesto, una historia de redenci¨®n. En uno de los ¨²ltimos meandros del r¨ªo que conduce al infierno, Kiedis ve las orejas al lobo: su compa?ero Hillel Slovak muere de sobredosis, se queda en la cuneta, y ¨¦l decide reformarse y sobrevivirse. Se convierte en consumidor de verdura macrobi¨®tica, quinoa y salm¨®n salvaje y empieza a chutarse ozono en lugar de jaco. ?Final feliz?
Si algo tienen en com¨²n las biograf¨ªas y autobiograf¨ªas rock que tanto est¨¢n proliferando en los ¨²ltimos a?os es que las protagonizan supervivientes. Mujeres y hombres que apostaron a conciencia por un c¨®ctel desquiciado de drogas, sexo y m¨²sica y han vivido para contarlo. Cuanto m¨¢s extrema haya sido la decadencia narc¨®tica y hedonista y m¨¢s tard¨ªa la redenci¨®n, m¨¢s interesante resultar¨¢ el libro.
De ah¨ª que la autobiograf¨ªa de Chrissie Hynde (A todo riesgo, Malpaso) resulte un tanto insulsa: la joven Chrissie se traslada al Londres del primer punk y apura la vida a grandes tragos, pero se redime en tiempo r¨¦cord. Como Elvis Costello (M¨²sica infiel y tinta invisible, Malpaso), que nunca fue un golfo a tiempo completo.
O Phil Collins, que s¨ª lo fue, pero parece haber pasado m¨¢s tiempo reform¨¢ndose y autocompadeci¨¦ndose que flirteando con el abismo. Incluso el beach boy Brian Wilson, cuya autobiograf¨ªa, I am Brian Wilson: A memoir, acaba de publicarse en EE UU, podr¨ªa habernos puesto los pelos como escarpias si hubiese estado un poco m¨¢s dispuesto a ser sincero y menos preocupado por demostrarle al mundo hasta qu¨¦ punto es un genio.
Mucha m¨¢s enjundia canalla tiene M train (Lumen), de Patti Smith, pese a la voluntad de su autora de escamotearle a su propia historia algo de la mugre neoyorquina y mezquindad cainita que tuvo. Tambi¨¦n Morrissey, en Autobiograf¨ªa (Malpaso), insiste en presentarse como un dandi de actitudes versallescas, un hombre sin m¨¢cula, martirizado por la muy brit¨¢nica tendencia al chismorreo y por la tiran¨ªa de la correcci¨®n pol¨ªtica.
Y Bruce Springsteen pasa de puntillas en Born to run (Random House) por los reductos de sordidez de su biograf¨ªa para presentarse como un tipo cabal al que le hubiese gustado deprimirse un poco menos y llevarse un poco mejor con su padre.
Un ejercicio de ocultaci¨®n en el que, como en todo, ha tenido un buen maestro: Bob Dylan, capaz de contarnos su vida en Cr¨®nicas. Volumen 1 (Global Rythm Press) disfrazado de mel¨®mano tierno y sensible que pas¨® su juventud durmiendo en sof¨¢s ajenos. Ni rastro de las anfetaminas, la arrogancia agresiva y ol¨ªmpica, ni el sexo con supermodelos en las fiestas de la Factory que tanto contribuyeron a hacerle grande. Pero si eres Dylan (o Morrissey, o Patti Smith o Anthony Kiedis) tienes todo el derecho del mundo a sobrevivir e inventarte tu propia vida.
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