Verdad judicial y memoria
La verdad judicial disciplina nuestra mirada, contribuye a afianzar la atribuci¨®n de responsabilidades y sirve de ant¨ªdoto frente al veneno de la desconfianza
El poder judicial es, desde hace ya tiempo, uno de los principales actores de la pol¨ªtica espa?ola: en el desvelamiento de las diferentes tramas de corrupci¨®n, en la evaluaci¨®n de los excesos del poder financiero, en el tema catal¨¢n. Podremos estar m¨¢s o menos de acuerdo con unas u otras decisiones, nos gustar¨¢ o no que as¨ª sea, pero lo cierto es que su funci¨®n reside en ¡°poner orden¡± en el caos de las opiniones enfrentadas. Fija una ¡°verdad¡±, la judicial, la ¨²nica propiamente objetivable, corp¨®rea, dentro de los sistemas democr¨¢ticos.
Ahora le ha llegado el turno a la trama urdida bajo la sombra de la Casa Real. Al contrario de lo ocurrido en otros ¨¢mbitos, aqu¨ª s¨ª hubo una anticipaci¨®n de sus consecuencias mediante la abdicaci¨®n del rey Juan Carlos. Ser¨ªa extra?o decir que ya se asumieron ¡°responsabilidades pol¨ªticas¡±, se supone que es una instituci¨®n meta-pol¨ªtica, pero fungi¨® como tal. Al menos como una forma de apelaci¨®n al perd¨®n de la ciudadan¨ªa. La infanta Cristina pudo haberlo hecho tambi¨¦n renunciando a sus derechos de sucesi¨®n. No lo hizo.
Los expertos jur¨ªdicos ser¨¢n los encargados de se?alar si la sentencia se ajusta o no a la jurisprudencia anterior relativa a la responsabilidad de los c¨®nyuges con respecto a las acciones de sus maridos. Del mismo modo en que nunca sabremos la influencia de consideraciones pol¨ªticas en una sentencia que ha tardado en producirse. Decir que las decisiones judiciales est¨¢n exentas de cr¨ªtica es tan banal como afirmar que la justicia es igual para todos. En un sistema democr¨¢tico ambas consideraciones se dan por supuestas.
Lo m¨¢s relevante del caso, a mi juicio, es que este cierre provisional no puede dejarnos indiferentes ante los hechos probados. La verdad judicial no apacigua la indignaci¨®n; esclarece algunas incertidumbres, pero da paso a la vez al recuerdo de lo ya casi olvidado. Me refiero al hecho de que el caso Urdangar¨ªn, en plena coincidencia temporal con el de B¨¢rcenas, en su momento fue la espoleta que abri¨® a la conciencia p¨²blica ese conjunto de pr¨¢cticas corruptas que nos condujeron a contemplar con nuevos ojos a un orden pol¨ªtico que hasta entonces hab¨ªa conseguido ocultar sus verg¨¹enzas.
En este sentido, la verdad judicial tiene tambi¨¦n un efecto terap¨¦utico: disciplina nuestra mirada, contribuye a afianzar la atribuci¨®n de responsabilidades lejos de las pasiones del momento y sirve de ant¨ªdoto frente al veneno de la desconfianza. Pero no puede evitar removernos por dentro, haci¨¦ndonos recuperar la memoria de un periodo que puso a todo el sistema bajo sospecha. Este efecto cat¨¢rtico deber¨ªa ser aprovechado para incentivar las pr¨¢cticas de una sociedad vigilante y permitir reconciliarnos con las instituciones que s¨ª funcionan.
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