Del inconveniente de abusar de la acusaci¨®n de nazi
El presente no debe alimentarse de insultos que aluden a conductas b¨¢rbaras
Al capit¨¢n Julius Wohlauf, que formaba parte del Partido Nazi, le gustaba llevar de excursi¨®n a su esposa Vera ¡ªque entonces estaba embarazada¡ª para que contemplara c¨®mo trabajaban los miembros del Batall¨®n de Reserva Policial 101 en la agotadora tarea de matar jud¨ªos. Corr¨ªa el a?o 1942 y los arquitectos de la Soluci¨®n Final comprendieron que, en ese momento en Polonia, no ten¨ªan ya tiempo suficiente para reunir a sus v¨ªctimas y enviarlas a un campo de exterminio. As¨ª que decidieron que a los jud¨ªos del distrito de Lublin ten¨ªan que liquidarlos a tiros. Antes de ponerse en marcha, un sargento y el m¨¦dico de la unidad les explicaron a los encargados de la tarea d¨®nde deb¨ªan disparar. ¡°Recuerdo exactamente que para esa demostraci¨®n dibuj¨® o perfil¨® el contorno de un cuerpo humano, al menos de los hombros hacia arriba, y entonces se?al¨® el punto exacto en el que se ten¨ªa que colocar la bayoneta como una gu¨ªa para apuntar¡±, le explic¨® uno de ellos a Christopher R. Browning, como recoge en Aquellos hombres grises.
No se andaban con chiquitas los del Batall¨®n 101 por grises que hubieran sido sus vidas. Casi todos proced¨ªan de Hamburgo, y m¨¢s del 60% eran de la clase trabajadora. De los 500 hombres, solo la cuarta parte era nazi. La atm¨®sfera de odio era tal, y el miedo, que hicieron su trabajo con eficacia. Como disparaban a quemarropa, ten¨ªan que apuntar con finura donde les hab¨ªan indicado para que no les saltaran los sesos. Julius y Vera contemplaban arrobados la acci¨®n.
En Minnesota, Estados Unidos, se acaba de confirmar que Michael Karkoc, un anciano de 98 a?os que trabajaba de carpintero, estuvo tambi¨¦n en Lublin matando jud¨ªos a destajo. La masacre de Chl¨¢niow, en la que particip¨®, ocurri¨® en 1944, un tiempo despu¨¦s de que operara por la zona el Batall¨®n 101.
As¨ª que hay nazis que todav¨ªa viven. Y por eso, para no trivializar el horror, no deber¨ªa usarse aquella militancia como un insulto facil¨®n. Lo ha hecho Erdogan al decir que las autoridades holandesas se han comportado de manera ¡°fascista¡± y ¡°nazi¡± al no permitir a dos de sus ministros realizar un mitin ante ciudadanos turcos en Rotterdam.
En esta ¨¦poca de tensiones populistas que todo lo polarizan resulta tentador volver a los a?os de entreguerras del siglo pasado y trazar paralelismos con el presente. Es f¨¢cil entonces tirar del t¨¦rmino ¡°nazi¡± para arroj¨¢rselo al enemigo y quedarse como una rosa. Pero si algo habr¨ªa que aprender de aquel tiempo es lo terrible que resulta alimentar el fanatismo. En Pol¨ªticas del odio, un libro que han coordinado Fernando del Rey y Manuel ?lvarez Tard¨ªo y que acaba de aparecer, se re¨²nen varios trabajos que muestran c¨®mo los discursos violentos fueron entonces erosionando las democracias. ¡°Eran ideas que glorificaban el conflicto y desprestigiaban la percepci¨®n de la pol¨ªtica como un arte de realidades, pactos y logros moderados¡±, escriben. Tienen raz¨®n.
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