Anna O. Szust
Ciertas revistas profesionales se han revelado como un pesado lastre para los engranajes de la pr¨¢ctica cient¨ªfica
Los m¨¢s de 20 a?os que han pasado desde el caso Sokal no han apagado los ecos del esc¨¢ndalo. Alan Sokal es un profesor de F¨ªsica de la Universidad de Nueva York que, en 1996, mand¨® a una revista de estudios culturales un manuscrito titulado Transgrediendo las fronteras: hacia una hermen¨¦utica transformativa de la gravedad cu¨¢ntica. Como deja intuir su t¨ªtulo, el art¨ªculo era una interminable colecci¨®n de falacias pomposas, f¨¢rragos impenetrables y simples tonter¨ªas envueltas en la jerga inconfundible de quien no tiene nada que decir. Pero la revista Social Text se lo public¨® sin tocar una coma, haciendo un rid¨ªculo de antolog¨ªa.
Lo que acaba de ocurrir ahora es en realidad mucho peor. La cient¨ªfica polaca Anna O. Szust se ha ofrecido como miembro del consejo editorial a 360 revistas cient¨ªficas, las publicaciones donde los investigadores presentan sus trabajos a la comunidad cient¨ªfica, y que al final constituyen el fundamento de su carrera profesional. Que 48 de esas revistas aceptaran a Szust en sus consejos editoriales, y sin mediar m¨¢s correspondencia, ser¨ªa ya curioso por s¨ª mismo. Pero el hecho de que la cient¨ªfica polaca no exista convierte la an¨¦cdota en un esc¨¢ndalo que deja el caso Sokal a la altura del bet¨²n. Aqu¨ª no se trata ya de que esas revistas profesionales hayan hecho el rid¨ªculo, sino de que se han revelado como un pesado lastre para los engranajes de la pr¨¢ctica cient¨ªfica.
Anna O. Szust es una creaci¨®n de la psic¨®loga Katarzyna Pisanski y sus colegas de la Universidad de Breslavia, en Polonia, que presentan en Nature los resultados de su experimento-trampa. Oszust significa fraude en polaco. Los psic¨®logos dotaron a su personaje ficticio de un igualmente imaginario curr¨ªculo en ¡°teor¨ªa de la ciencia y el deporte¡± y le abrieron las preceptivas cuentas en Google+, Twitter y Academia.edu, que son el certificado de realidad en nuestros tiempos ciegos. Las 48 revistas en cuesti¨®n cayeron como moscas, pese a que el curr¨ªculo de la doctora Fraude era descaradamente inadecuado, por no decir inexistente, para figurar en un consejo editorial. La han metido hasta la ingle.
En c¨ªrculos acad¨¦micos se viene hablando de las ¡°revistas predadoras¡±, varios miles de publicaciones cient¨ªficas que han proliferado como setas en los ¨²ltimos tiempos. ¡°Estas revistas no aspiran a la calidad¡±, dice Pisanski, ¡°sino que existen ante todo para obtener cuotas de los autores¡±. Los cient¨ªficos tienen que pagar por publicar sus investigaciones, y si lo hacen en una revista predadora ni siquiera tienen que preocuparse de que la investigaci¨®n est¨¦ bien hecha. Genial.
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