Vida en libertad
Muchas veces he cre¨ªdo ver en el rostro de Mario Vargas Llosa una expresi¨®n de tristeza ante el macabro espect¨¢culo del mundo. Pero enseguida responde con imaginaci¨®n, iron¨ªa e inteligencia. Y con humor. El 28 cumple 81 a?os: ?Felicidades!
En la cena de Pascua que a?o tras a?o, desde hace milenios, se celebra en la tradici¨®n jud¨ªa, hay un canto fascinante. Se titula Nos bastar¨ªa.Data del siglo IX y es una concatenaci¨®n de expresiones de gratitud por los prodigios sucesivos que el pueblo de Israel recibi¨® en su ¨¦xodo de cuarenta a?os hacia la tierra prometida. Extra¨ªdo de su contexto religioso, el canto suena m¨¢s natural y permanente. Puede expresar, por ejemplo, la gratitud acumulativa de hijos a padres, de disc¨ªpulos a maestros. En ocasi¨®n de su cumplea?os 81, quiero recurrir a esa antigua f¨®rmula para expresar a Mario Vargas Llosa mi gratitud de lector, de intelectual, de liberal y de amigo.
Si solo hubiera le¨ªdo su obra de ficci¨®n, me bastar¨ªa. Cu¨¢ntas aventuras e historias me han hecho vivir vicariamente esos libros, con su vaiv¨¦n de temas amorosos, pol¨ªticos y sociales. Cu¨¢nto agradezco el anclaje de sus novelas en la mejor tradici¨®n realista del siglo XIX, las sorpresas de su t¨¦cnica faulkneriana, las emociones de sus tramas, sus personajes inolvidables, su magn¨ªfica arquitectura, su estilo preciso, claro y penetrante, tan alejado de nuestros funestos ismos: barroquismo, regionalismo, sentimentalismo.
Otros art¨ªculos del autor
Pensando solo en algunos t¨ªtulos que he rese?ado, recuerdo Historia de Mayta. Todo lo que hay que decir del fanatismo guerrillero en Am¨¦rica Latina est¨¢ ah¨ª: fue una torcida religiosidad cat¨®lica radicalizada hacia el marxismo y enamorada de su autoproclamada virtud, que llen¨® de muerte la regi¨®n para luego volver la vista atr¨¢s sin verdadera conciencia o memoria de su responsabilidad en la tragedia. A?os despu¨¦s le¨ª La fiesta del Chivo, ese retrato alucinante y definitivo del dictador latinoamericano que tambi¨¦n lo es de la sociedad y el entorno que lo reclama y aplaude, y que, finalmente, en un raro grito de libertad, a veces, lo exorciza. Nada m¨¢s remoto a Vargas Losa que la fascinaci¨®n del poder (tan caracter¨ªstica en nuestra cultura y nuestra literatura). Pero lo notable es su capacidad de canalizar su repulsi¨®n hacia la recreaci¨®n puntual, quir¨²rgica de la maldad. La literatura se vuelve as¨ª la mejor venganza. Y, sin embargo, no basta la venganza: es preciso so?ar con un mundo mejor, con un mundo perfecto, y ese fue el motivo de otra novela que le¨ª con avidez: el retrato casi tit¨¢nico de Flora Trist¨¢n, tan ligada a la historia peruana, a la historia del arte y a la historia de una idea que obsesiona a Vargas Llosa como obsesion¨® a la humanidad desde la Ilustraci¨®n, y que nuestro tiempo, quiz¨¢, ha sepultado: la idea de la utop¨ªa.
Si Mario Vargas Llosa solo me hubiera dado, como lector, su obra de ficci¨®n, me bastar¨ªa. Pero me ha dado tambi¨¦n una extraordinaria obra monogr¨¢fica de no ficci¨®n. La utop¨ªa arcaica, por ejemplo. Publicado en 1996, no conozco an¨¢lisis hist¨®rico y antropol¨®gico m¨¢s exhaustivo y riguroso sobre el indigenismo. Proviniendo de Per¨², con su omnipresente herencia ind¨ªgena, Vargas Llosa logra comprender (antes que criticar) el pensamiento y la obra de autores notables (como Jos¨¦ Mar¨ªa Arguedas) que creyeron en la restauraci¨®n de una Arcadia incaica tan imaginaria como imposible. En 1993 Mario public¨® otra obra memorable, El pez en el agua (su autobiograf¨ªa), exorcismo de una campa?a presidencial que viv¨ª de cerca. Ese ajuste de cuentas de Mario consigo mismo me permiti¨® asomarme, como bi¨®grafo, a la vida temprana de Vargas Llosa y me ayud¨® a comprender los l¨ªmites de la acci¨®n pol¨ªtica para un intelectual.
Lo notable es su arte para canalizar su repulsi¨®n hacia la recreaci¨®n quir¨²rgica de la maldad
Si Vargas Llosa solo nos hubiera dado sus novelas y sus monograf¨ªas y no hubiera escrito ensayos, reportajes o art¨ªculos, nos bastar¨ªa. Pero ocurre que tambi¨¦n nos ha dado (y sigue dando) una obra vasta y aguda en esos g¨¦neros. Sus ensayos no son acad¨¦micos ni te¨®ricos: son ensayos narrados, llenos de color y vivacidad. Y de combatividad moral. Cuando comenc¨¦ a leerlo en Plural, comprend¨ª que Mario era una especie de cruzado de la libertad. Su adhesi¨®n a la revoluci¨®n cubana no fue un acto de sumisi¨®n ideol¨®gica: fue un acto de fe en una causa liberadora que pronto revel¨® su cara autoritaria. En aquellos a?os setenta, Mario transit¨® de la liberaci¨®n a la libertad, de Sartre a Camus, del universo racionalista y revolucionario franc¨¦s al universo emp¨ªrico y liberal ingl¨¦s. Sus autores fueron los m¨ªos. Fue entonces cuando lo conoc¨ª en Lima. Est¨¢bamos en la antesala de la d¨¦cada de los ochenta, en la que Vuelta se enfrent¨® a las dictaduras de derecha y las revoluciones de izquierda. Mario dio buena parte de esa batalla en la revista de Octavio Paz. Sus causas eran las nuestras. Fue un decenio decisivo en su vida, con la publicaci¨®n de La guerra del fin del mundo (esa obra maestra en la tradici¨®n tolstoiana), sus desgarradores reportajes como La matanza de Uchuraccay y sus textos sobre la alternativa democr¨¢tica y liberal para Am¨¦rica Latina. Mario no piensa ya como Sartre pero encarna puntualmente al ¡°intelectual comprometido¡± con su tiempo. Toda injusticia, todo conflicto, todo extremo lo incita a escribir, a reportear, como un joven impetuoso en busca del peligro, en Irak, en Oriente Pr¨®ximo, en Venezuela.
Si Mario nos hubiera legado su obra de ficci¨®n, sus monograf¨ªas y ensayos, sus art¨ªculos y reportajes, pero no hubiera desplegado ning¨²n esfuerzo pol¨ªtico directo, obviamente nos bastar¨ªa. Pero tambi¨¦n ha desplegado ese esfuerzo. Su campa?a presidencial, vilipendiada en su tiempo, fue la semilla de los cambios democr¨¢ticos que, desde entonces, no sin reca¨ªdas lamentables, ha vivido la regi¨®n. En 1990 (?c¨®mo olvidarlo?) sentenci¨® al sistema pol¨ªtico mexicano con dos palabras: ¡°dictadura perfecta¡±. A?os m¨¢s tarde cre¨® la Fundaci¨®n para la Libertad, que ha congregado al pensamiento liberal ofreciendo soluciones pr¨¢cticas a los problemas de la regi¨®n. He acompa?ado a Mario en varios encuentros de la Fundaci¨®n pero ninguno se compara al que tuvo lugar en Venezuela, cuando Hugo Ch¨¢vez, en una de sus t¨ªpicas bravuconadas, lo ret¨® a un debate p¨²blico. Aquella noche en el hotel rodeamos a Mario como un equipo en torno a un boxeador que la ma?ana siguiente librar¨ªa una pelea por el campeonato mundial. A ¨²ltima hora Ch¨¢vez recul¨®: ¨¦l solo debat¨ªa con presidentes, no con escritores.
Sus ensayos no son acad¨¦micos ni te¨®ricos: son ensayos narrados, llenos de color y vivacidad
Si a lo largo de m¨¢s de medio siglo de actividad literaria e intelectual nuestros caminos no se hubieran cruzado, le estar¨ªa obviamente agradecido. Pero para mi fortuna nuestros caminos se cruzaron. Nuestra amistad se construy¨® alrededor de las revistas Vuelta y Letras Libres. Y hemos sido compa?eros de una larga traves¨ªa liberal en la cual yo he aprendido mucho. No cesa de admirarme su combatividad, su energ¨ªa, su capacidad para reinventarse. ?De d¨®nde provienen?
Muchas veces he cre¨ªdo ver en el rostro de Mario una expresi¨®n de tristeza o l¨¢stima ante el macabro espect¨¢culo del mundo. Pero de pronto, con naturalidad, aparece una sonrisa. Hay un estoico en el fondo de Mario, pero un estoico que responde con imaginaci¨®n, iron¨ªa e inteligencia. Y con humor. El trabajador espartano se divierte y reencuentra el amor. Por eso, en momentos de desfallecimiento o duda, me basta hablar con ¨¦l por tel¨¦fono para recobrar la alegr¨ªa.
Gracias, Mario. No llegaremos a la Tierra Prometida. No existe la Tierra Prometida. La Tierra Prometida es la literatura: vida en libertad.
Enrique Krauze es escritor y director de la revista Letras libres.
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