Europa hay m¨¢s de una
Lo propio es la exaltaci¨®n de la Europa unida, de llamamientos para aprovechar la crisis y reanudar la presunta marcha del destino
Europa ¨Cen su presente encarnaci¨®n de la UE¨C cumple 60 a?os; ?pero no ser¨¢n 600? desde los siglos XIII y XIV cuando ya era distinguible un trazo europeo en el mapa; ?o habr¨ªa que remontarse a la presunta ¡®donaci¨®n de Constantino¡¯, en el siglo VIII, de la cual data la Iglesia cat¨®lica la primac¨ªa de Roma como obispado universal? Y puestos a buscar una primera semilla lo que inventa el imperio romano es una proto-Europa, que abarca todo el Mediterr¨¢neo, sus dos orillas. Pero las fracturas han sido desde entonces tan frecuentes como ¡®Europas¡¯ han existido.
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Un primer paso hacia la orientalizaci¨®n es la divisi¨®n del imperio en dos mitades, oriente y occidente que, con la ca¨ªda de Roma ante los b¨¢rbaros en el siglo V, conduce a la formaci¨®n de un hecho pol¨ªtico b¨¢sicamente griego, y, una vez consumada la ruptura religiosa en el concilio de Nicea (1212), separa al cristianismo occidental de la ortodoxia de Constantinopla, la ¡®Segunda Roma¡¯. Ya es otra Europa.
Pero la principal ruptura, como documenta Henri Pirenne, se hab¨ªa producido ya con la conmoci¨®n mahometana que en el siglo VIII parte en dos el Mediterr¨¢neo, al norte uno u otro cristianismo, y al sur, con el a?adido de la pen¨ªnsula ib¨¦rica, el Islam. Europa cercenada. Y al decaimiento del imperio ¨¢rabe, en ese mismo siglo XIII, sigue el relevo turco-otomano, siempre musulm¨¢n. Bizancio muere en 1453 con la ¡®ca¨ªda¡¯ de Constantinopla, rebautizada Estambul, lo que permite a una reci¨¦n llegada, Moscovia, proclamar a Mosc¨² como la ¡®Tercera Roma¡¯.
¡°A esta Europa m¨²ltiple le sobran los problemas¡±
El turco domina extensas regiones de Europa oriental, en el siglo XVII sitia por segunda y ¨²ltima vez Viena, capital del imperio austriaco que cierra el paso del mundo otomano a Europa central. El resto hasta Grecia, la otra puerta del Mediterr¨¢neo, lo domina Estambul, que solo es expulsada de Europa por su derrota en la Gran Guerra (1914-18). As¨ª se rehace una semblanza de unidad continental, pero seccionada por tres grandes credos espirituales, el luterano-calvinismo que se hab¨ªa rebelado contra el papado all¨¢ en el XVI, la ortodoxia griega y rusa, y el catolicismo romano.
A esta Europa m¨²ltiple le sobran los problemas, que viene a potenciar la inevitable pero inmanejable ampliaci¨®n al este de comienzos de este siglo. Varias versiones del continente simulan que son una sola. Y al este se impone la mole rusa que a¨²n no ha decidido desde Pedro el Grande, en el XVIII, pasando por Lenin hasta Putin, qu¨¦ clase de Europa es la que quiere ser.
Hoy lo propio es la exaltaci¨®n de la Europa unida, de llamamientos para aprovechar la crisis y reanudar la presunta marcha del destino, lo que desde la izquierda exigir¨ªa la liquidaci¨®n del imperio neoliberal europeo. Pero hay maneras m¨¢s sencillas de ponderar en lo que se ha convertido esa Europa hecha de retales. Bastante m¨¢s de media humanidad habr¨ªa preferido nacer en el Viejo Continente y el vendaval de la emigraci¨®n oriental es la mejor prueba de ello. La tierra menos injusta del planeta.
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