Los locos rom¨¢nticos del ¡®Brexit¡¯
En su imaginario colectivo, los partidarios de salir de la UE luchan por liberarse de sus cadenas, por recuperar la patria perdida, por un mundo mejor
"No tenemos el derecho a condenar las futuras generaciones a vivir, irrevocablemente, en funci¨®n de los caprichos fugaces del presente¡±
Richard Dawkins, cient¨ªfico y autor ingl¨¦s.
Las relaciones entre las naciones y entre las personas ser¨ªan menos infelices, habr¨ªa menos guerras y menos rupturas, si cada uno hiciera un esfuerzo para meterse en la piel del otro. Esta es la lecci¨®n a la que siempre vuelven los manuales sobre la negociaci¨®n; es la recomendaci¨®n b¨¢sica para los que quieren superar sus problemas de pareja.
Voy a intentarlo. Voy a ver si soy capaz de empatizar con el enemigo. ?De qu¨¦ enemigo hablo? Aqu¨ª va:
El desprecio que me provoca la mezquindad moral, espiritual, pol¨ªtica e intelectual de los brit¨¢nicos que votaron a favor del Brexit en el refer¨¦ndum del a?o pasado solo es superado por el odio que me inspiran los pol¨ªticos que les convencieron. La semana pasada, tras el inicio formal del proceso de divorcio entre Reino Unido y la Uni¨®n Europea, fantaseaba con las insultos que escupir¨ªa a las caras de Nigel Farage, Boris Johnson, Michael Gove u otros flautistas del Brexit en caso de encontrarme con uno de ellos en la calle.
Me calmo, reconozco que estos impulsos no son admirables y recuerdo algo que me dijo un sabio amigo hace a?os: si est¨¢s enfadado est¨¢s equivocado. La tesis del amigo no se sostendr¨¢ siempre, pero la manera de comprobarlo es, precisamente, meti¨¦ndose en la piel del otro. En este caso en la de los brexiteros y las brexiteras.
Cuando ganaron el refer¨¦ndum el 23 de junio pasado, y de nuevo la semana pasada cuando la primera ministra, Theresa May, anunci¨® el inicio del largo adi¨®s brit¨¢nico, respondieron con j¨²bilo. ¡°?Libertad!¡±, chill¨® un titular en el odioso (perd¨®n, admirablemente taquillero) Daily Mail. ¡°?Independencia!¡±, grit¨® Farage. ¡°?Vamos a recuperar el control!,¡± clamaron todos. ¡°?Gran Breta?a volver¨¢ a ser grande!¡±.
Superada la n¨¢usea inicial, hago un esfuerzo y creo ver en el fondo del oscuro pozo de sus almas una peque?a luz. ?Qu¨¦ es? Cuesta reconocerlo, pero creo que lo s¨¦. Es el romance del Brexit. Los brexiteros ser¨¢n muchas cosas, pero son tambi¨¦n unos rom¨¢nticos. Unos poetas. Unos locos so?adores. Los herederos de Don Quijote, de Lord Byron, de Garibaldi, de Hugo Ch¨¢vez, incluso de los fieles que adoran a Donald Trump.
El impulso detr¨¢s del voto viejo fue el sue?o de ¡°recuperar el control¡± sobre la vitalidad perdida
En su imaginario colectivo luchan por liberarse de sus cadenas, por recuperar la patria perdida, por un mundo mejor. S¨ª. As¨ª se ven. As¨ª se creen: patriotas, nobles en la defensa de sus principios. Fatal de mi parte despreciarlos; imperdonable odiarlos. Habr¨¢ alg¨²n farsante por ah¨ª (Boris Johnson, el actual canciller brit¨¢nico, viene a la mente), pero en general me empiezo a convencer de que cuando los brexiteros se miran en el espejo no sienten verg¨¹enza, sienten orgullo.
Pero hay romanticismos y romanticismos. No hablamos aqu¨ª del de Byron, que muri¨® luchando por la independencia de Grecia, o del de Romeo y Julieta, que se suicidaron a los 13 a?os.
Vislumbr¨¦ la particular naturaleza del romanticismo brexitero durante una visita a Estonia y Letonia hace un par de semanas. Entrevist¨¦ a varias personas, todas mayores de 60 a?os, que lamentaban la incorporaci¨®n de sus pa¨ªses en la UE y a?oraban aquellos tiempos en los que eran colonias sovi¨¦ticas. No eran racionales estos sentimientos ya que Estonia y Letonia son m¨¢s pr¨®speros y libres que cuando su capital era Mosc¨², m¨¢s pr¨®speros y libres que Rusia hoy. Una chica joven estonia de padres rusos me lo explic¨®: el an¨¢lisis que correspond¨ªa no era ni pol¨ªtico ni econ¨®mico sino freudiano; estos se?ores sent¨ªan nostalgia no por un sistema ideol¨®gico fracasado sino, sencillamente, por su juventud.
Como es bien sabido, el Brexit se gan¨® con el voto viejo. Si los que tienen m¨¢s de 60 a?os se hubieran quedado en casa el d¨ªa del refer¨¦ndum, Reino Unido seguir¨ªa, con amplio consenso electoral, dentro de la UE. El impulso determinante detr¨¢s del voto viejo fue, en primer lugar, el f¨²til pero comprensible sue?o de ¡°recuperar el control¡± sobre la vitalidad perdida. En segundo lugar, de regresar a aquellos tiempos en los que Reino Unido pintaba algo en el mundo; en los que las calles no estaban llenas de gente hablando polaco; en los que todo el mundo com¨ªa pastel de carne y ri?ones y las tapas de chorizo o los calamares a la romana eran desconocidas incluso por los que iban de vacaciones a Benidorm; en los que la cerveza en los pubs no era fr¨ªa sino caliente, como Dios manda.
El miedo tambi¨¦n tuvo su papel, por supuesto. Si los gerontobrexiteros votaron para frenar la inmigraci¨®n europea fue en parte por el temor primordial que les provocan los obreros polacos y los camareros espa?oles pero, m¨¢s importante, m¨¢s fundamental, fue por el pavor existencial que representa la invasi¨®n for¨¢nea justo hoy, en el oto?o de sus d¨ªas: aquel que sienten ante la p¨¦rdida de sus facultades f¨ªsicas y mentales, ante la cercan¨ªa de la muerte.
Ya no me r¨ªo de ellos. Ni de los m¨¢s j¨®venes con almas viejas que tambi¨¦n votaron por el Brexit. (Tengo un conocido de 50 a?os que vot¨® por el Brexit, pero tiene 55 desde los 18). Veo que no es tan dif¨ªcil, si uno hace un peque?o esfuerzo, meterse en su piel y entender las ra¨ªces emocionales de su antieurope¨ªsmo, reconocer que para ellos su voto fue un gesto noble y rom¨¢ntico.
Mi voto, en cambio, y el del resto del 48% de la poblaci¨®n brit¨¢nica que se expres¨® a favor de seguir dentro del club europeo, fue algo mucho m¨¢s prosaico. El fr¨ªo pragmatismo fue nuestro gu¨ªa. Entendimos que desde la formaci¨®n de la UE Europa ha alcanzado un punto de prosperidad y paz nunca visto en la historia del continente; razonamos que la UE era la mejor apuesta para las generaciones futuras.
El problema con el romanticismo es que por m¨¢s bonitas y calientes que sean las sensaciones que despierta, suele ser fugaz y suele acabar mal. Lo cual no me da permiso para sentir desprecio u odio hacia los locos poetas del Brexit. No. Me arrepiento. Lo que hay que sentir es compasi¨®n; por ellos tanto como por el pa¨ªs y por los j¨®venes cuyo futuro se van a cargar.
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