Carter, la ducha fr¨ªa
El rechazo del expresidente de EE UU a mediar en Catalu?a, rev¨¦s al secesionismo
La contundencia con que el Centro Carter ha oficializado su rechazo y el de su presidente ¡ªJimmy Carter, que lo fue de Estados Unidos¡ª a involucrarse en los planes del secesionismo catal¨¢n constituye un hecho muy relevante. M¨¢s a¨²n que la contempor¨¢nea toma de postura similar, ¡°por una Espa?a fuerte y unida¡±, de la embajada estadounidense en Espa?a.
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Porque esta ¨²ltima no hace sino confirmar la actitud de la diplomacia norteamericana, con expresiones id¨¦nticas a las utilizadas por el expresidente Barack Obama: significativa, s¨ª, pero tambi¨¦n la exigible entre Estados leales entre s¨ª. En cambio, la posici¨®n del Centro Carter no ven¨ªa obligada por los usos oficiales.
Y en tanto que se trata de una instituci¨®n especializada ¡ªentre otros asuntos¡ª en la mediaci¨®n entre partes enfrentadas en conflictos civiles, su negativa a intervenir viene a desautorizar de ra¨ªz no solo las expectativas sino tambi¨¦n los argumentos y la endeble causa general antiespa?ola enarbolada por el independentismo catal¨¢n.
Cuando la nota oficial indica por doble partida que ni ¡°¨¦l¡± (Carter) ¡°ni el Centro¡± como instituci¨®n ¡°pod¨ªan involucrarse¡± en tal asunto, daba carpetazo a una petici¨®n ¡ªya expl¨ªcita, ya impl¨ªcita¡ª de la que la Generalitat no ha dado cuenta. Al rev¨¦s, se limit¨® a defender el viaje del president alegando que no financiaba la instituci¨®n del exmandatario estadounidense. Y que realiz¨® el trayecto discretamente para que el Gobierno espa?ol no interfiriera en ¨¦l.
Pero se trata de un viaje rar¨ªsimo. No solo discreto, sino tambi¨¦n secreto y clandestino, impropio de una autoridad democr¨¢tica. Lo realiz¨® repentinamente y d¨ªas despu¨¦s de un periplo por Estados Unidos.
Y si Carter, cuya independencia de criterio es dato fijo ¡ªtanto respecto de la Administraci¨®n Trump como del Gobierno Rajoy¡ª, propina un rev¨¦s a ese desplazamiento propagand¨ªstico, decae, o se matiza, la acusaci¨®n de que el Gobierno obstaculiza la leg¨ªtima labor exterior de la Generalitat. Seguramente interfiere en la menos leal, pero ni siquiera es a veces imprescindible: Jimmy Carter no necesita ninguna presi¨®n externa para apartarse del desnortado ¡°proc¨¦s¡± secesionista.
As¨ª que este episodio resulta relevante por su valor simb¨®lico. Pues entre todas las personalidades hasta hoy cortejadas por el Gobierno catal¨¢n, ninguna de las muy contadas que se han decantado en su favor, ninguna, ofrece un perfil presentable. Todos son extremistas, ultras.
Pero tambi¨¦n entra?a un valor pol¨ªtico estrat¨¦gico. El secesionismo no ha alcanzado la mayor¨ªa entre los ciudadanos de Catalu?a. Ni tampoco la simpat¨ªa del resto de los espa?oles ni de sus instituciones. Por eso pugna con denuedo por recabar apoyos exteriores. Persigue, ya hu¨¦rfano de la raz¨®n legal (y a ella rebelde), una legitimidad moral internacional para el refer¨¦ndum ilegal que promete, entre fisuras y desafecciones internas, celebrar en septiembre.
Conviene que la realidad le despierte espont¨¢neamente de su error. Y que el Gobierno central no incurra en ninguna sobreactuaci¨®n ni desproporci¨®n ventajista, que ser¨ªan acicate de radicalidad, y de su comercializaci¨®n victimista exterior.
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